Un Mensaje a la Conciencia – EL ÁNGEL DE LA FRONTERA


Un Mensaje a la Conciencia

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2 jun 07

«EL ÁNGEL DE LA FRONTERA»
por el Hermano Pablo

Frank Ferree, «don Francisco» para su amigos, miró por última vez hacia la frontera. Estaba ya viejo, enfermo y cansado. Ochenta y ocho años de vida activa, sufrimientos y privaciones desgastan a cualquiera. Dio vuelta a la cabeza sobre la almohada, miró hacia el sur y quedó muerto.

Como buen americano de Texas, Frank Ferree amó a los mexicanos durante los más de cincuenta años que vivió en la frontera del río Grande. En todo ese tiempo gastó dinero, fuerzas y salud ayudando de mil maneras a los mexicanos pobres que se acercaban a la frontera mirando al otro lado con esperanzas.

Por su constante dedicación desinteresada a la gente pobre, le dieron el sobrenombre de «Ángel de la frontera». Dos veces lo nominaron para el Premio Nóbel de la Paz. Nunca pidió nada para sí mismo. Todo lo dio para los demás hasta el día en que exhaló el último suspiro y cruzó la frontera definitiva.

He aquí un hombre común, sencillo y bueno, que en el espíritu de Cristo se dedicó simplemente a servir. Un día, siendo hombre rico y dueño de tierras, sintió compasión por sus vecinos pobres. No consideró leyes humanas ni problemas de nacionalidad ni exigencias de frontera. Sólo vio prójimos necesitados, y los ayudó cuanto pudo.

La gente pobre comenzó a llamarlo «el ángel de la frontera». Él siempre estaba allí para tender una mano, para dar un par de dólares que satisfacían el hambre, para proveer refugio durante la noche, aunque fuera ilegal.

Este mundo está lleno de fronteras que separan y dividen a los hombres. Algunas fronteras son fáciles de cruzar y están siempre abiertas. Otras están cerradas herméticamente con muros de cemento, murallas de piedra o guardias armados con metralletas.

Cruzar algunas fronteras significa libertad, bienestar y vida. Cruzar otras significa arresto, paredón y muerte.

Pero hay una frontera final, enorme, gigantesca, de una sola vía porque no es posible cruzarla de regreso, que se levanta en el horizonte de todos nosotros. Es la frontera de la muerte. Y tarde o temprano, el imparable vehículo del tiempo nos va a llevar hasta ella. ¿Encontraremos allí un «ángel de la frontera» que nos ayude a cruzar? Sí, ese ángel de la frontera final es Cristo, el Señor y Salvador. Pero es imprescindible que aceptemos su ayuda hoy, antes de llegar.

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