La Adoración Es Nuestro Lenguaje De Amor
«DESDE EL NACIMIENTO DEL SOL HASTA DONDE SE PONE, SEA ALABADO EL NOMBRE DEL SEÑOR» (Salmo 113:3)
Observa a una pareja de novios, y a su modo de relacionarse: hay un cierto brillo en sus ojos cuando se miran; es su lenguaje de amor. Ahora bien, como «…(sois) [somos] de Cristo…» (Gálatas 3:29), ¿cuál debería ser nuestro lenguaje de amor? Escucha: «En este lugar… ha de oírse… voz de novio y voz de novia; voz de los que digan: `¡Alabad al Señor de los ejércitos, porque el Señor es bueno, porque para siempre es su misericordia!’…» (Jeremías 33:10-11).
Cada esposo (y cada esposa) necesita oír con regularidad que es amado/a y sumamente estimado/a. Y Jesús no es ninguna excepción. A menudo las esposas se quejan: «Ya nunca me dice que me quiere…». Y si se lo preguntas al marido, probablemente dirá: «¡Pues claro que la quiero. Vengo cada noche a casa, ¿o no?». La verdad es que nos hace falta escuchar palabras de amor de nuestra «media naranja», y me refiero a los dos. ¿Vas comprendiendo la idea?
Entiende esto: cuando adoramos al Señor, las «puertas» de nuestras almas se abren para recibir su amor por nosotros. Y aquella relación va creciendo mientras levantamos nuestras voces en alabanza al que nos amó cuando estábamos sin esperanzo, nos rescató de nuestros caminos destructivos y quitó nuestra vergüenza, nuestra soledad y nuestro miedo para siempre, nos llenó de su paz, nos envolvió en su propia identidad y nos sentó con Él en un lugar de honor ante Dios. De manera que, «(Desde) [desde] el nacimiento del sol hasta donde se pone, sea alabado el Nombre del Señor» (Salmo 113:3).
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