2 Samuel 12:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Después de comunicar su mensaje, Natán no se detuvo en la corte, sino que se marchó a su casa, probablemente para orar por David, a quien había antes predicado. Es notable que David llamase a uno de los hijos que tuvo de Betsabé, Natán, en honor de este profeta (1Cr 3:5), y fue a través de este hijo precisamente como descendió de David el Gran Profeta, Jesucristo (Luc 3:31). Cuando Natán se retiró, es de suponer que también David se retiró a llorar su pecado y a escribir el Sal 51:1-19, al que antes hemos aludido.

I. Enfermedad del niño (v. 2Sa 12:15): «Y Jehová hirió al niño que la mujer de Urías había engendrado de David, y enfermó gravemente».

II. Humillación de David ante esta señal del desagrado de Dios, y la oración que elevó a Dios por la vida del niño (vv. 2Sa 12:16, 2Sa 12:17): «Ayunó … y pasó la noche acostado en tierra». Esto era una prueba evidente de la sinceridad de su arrepentimiento. Porque: 1. Con esto se ve que estaba dispuesto a sufrir la vergüenza por su pecado, ya que este niño habría sido un continuo memorándum del pecado; por tanto, estaba tan lejos de desear su muerte, como la desean la mayoría de los hombres en tales casos, que oró ardientemente y ayunó para que Dios le conservase la vida. 2. Mostraba también un espíritu tierno y compasivo hacia los pequeñitos; ésta era otra señal de un espíritu contrito y humillado. Un sincero arrepentimiento comporta compasión hacia los demás. David ora fervientemente, pues no quiere que caiga sobre el niño el castigo de su propio pecado.

III. Muerte del niño. «Y al séptimo día murió el niño» (v. 2Sa 12:18), es decir, al séptimo día del mensaje de Natán a David, no precisamente cuando el niño tenía siete días de edad (como supone el propio M. Henry).

IV. La sorprendente calma y compostura de David cuando se enteró de que había muerto el niño.

1. Lo que hizo. (A) Dejó a un lado las expresiones de dolor, se bañó y ungió, y mandó que le trajesen ropa limpia para cambiarse y poder así presentarse más decentemente delante de Jehová. (B) Luego «entró en la casa de Jehová (esto es, donde estaba el Arca) y adoró» (v. 2Sa 12:20). Lo mismo había hecho Job cuando se enteró de la muerte de sus hijos e hijas (Job 1:20). (C) «Después vino a su casa, pidió que le trajesen de comer, y comió». Tomó su refrigerio, como quien ha encontrado la paz del Señor en el día de su aflicción.

2. La razón que dio de este modo de comportarse. A sus criados les pareció extraño que, después de estar tan afligido durante la enfermedad del niño, tuviese ahora tanta compostura después de la muerte del hijo, y le preguntaron la razón (v. 2Sa 12:21), en respuesta a lo cual: (A) David alega que, mientras el niño vivía, creyó que era su deber importunar a Dios para ver de obtener de Él el beneficio de la vida de su hijo (v. 2Sa 12:22). Cuando nuestros parientes y amigos están enfermos, hemos de orar por ellos, al saber que la oración eficaz del justo tiene mucha fuerza (Stg 5:16); mientras hay vida, hay esperanza; y mientras queda esperanza, hay lugar para la oración. (B) Añade que, ahora que el niño ha muerto, piensa que es también su deber quedar satisfecho con los designios de Dios (v. 2Sa 12:23): «Ahora que ha muerto, ¿para qué he de ayunar?» y añade: (a) «¿Podré yo hacerle volver?»; y, de nuevo, «él no volverá a mí». Los que han muerto están ya fuera del alcance de nuestra oración; ni plegarias, ni lágrimas, ni ayunos les pueden ser de ningún provecho. (b) «Yo voy a él»; en primer lugar, al sepulcro como él; en segundo lugar, a la presencia del Señor como él. Quizá sea demasiado deducir de sólo este texto la inmortalidad del alma y la vida futura, pero la frase, frecuente en el Antiguo Testamento, «ser reunidos a sus padres», aun en casos en que los sepulcros de los hijos están muy lejos de los de los padres, y, sobre todo, las palabras del Señor en Mat 22:31-32 y paralelos, nos dan plena seguridad de la vida futura y de la misma resurrección como «de algo que estaba ya, de alguna manera, en el texto del Antiguo Testamento». De aquí hemos de sacar dos provechosas consideraciones: Primera, la muerte de nuestros deudos y amigos nos ha de traer a la memoria el hecho inevitable de nuestra propia muerte, así como el pensar en nuestra propia muerte nos ha de aliviar el dolor que nos cause la muerte de los nuestros. Segunda, la muerte de los creyentes nos ha de hacer pensar, sobre todo, en su estado de felicidad eterna junto al Señor; ésta es la esperanza que ha de suavizar nuestra tristeza (1Ts 4:13).

V. Nacimiento de Salomón. Aunque el matrimonio de David con Betsabé había desagradado al Señor, no le mandó que se divorciara de ella. No cabe duda de que también Betsabé estaba muy afligida por su pecado y por la muerte de su hijo que era la señal del desagrado de Dios por el pecado. Pero, una vez que Dios le devolvió a David el gozo de su salvación (Sal 51:12), él consoló a su mujer (v. 2Sa 12:24) con el mismo consuelo con que había sido consolado por Dios (2Co 1:4): 1. Puesto que, por su providencia, les concedió otro hijo, al cual pusieron por nombre Salomón, que significa pacífico, puesto que su nacimiento fue una señal de que Dios estaba en paz con ellos, por la prosperidad y la paz que había de disfrutar en su reinado, y porque había de ser un tipo de Cristo, el «Príncipe de Paz» (Isa 9:6). David se había sometido humilde y pacientemente a la voluntad de Dios en la muerte del otro hijo, y Dios ahora le compensaba sobradamente con el nacimiento de este otro. Aun cuando en la enumeración de los hijos de David (2Sa 5:14; 1Cr 3:5; 1Cr 14:4), Salomón aparece en último lugar de los cuatro hijos que tuvo de Betsabé (después del que murió, conforme al relato del presente capítulo), opinan comentaristas expertos que Salomón nació antes que los otros tres, pero que se menciona el último por ser el sucesor de David y, por ende, el más importante, de acuerdo con las normas del hipérbaton (comp. con Hch 13:1, donde aparece Saulo en último lugar). 2. Puesto que, por su gracia, Dios favoreció de una manera especial a este hijo (vv. 2Sa 11:24, 2Sa 11:25): «Al cual amó Jehová … Quien le puso por nombre Yedidyá (esto es, Predilecto), por orden de Jehová». (Nota del traductor. Pienso que es necesario hacer notar que esto no significa nada a favor o en contra de la salvación eterna de Salomón, sino sólo de la predilección de Dios a favor de Salomón «en cuanto a suceder a su padre en el trono».)

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