2 Timoteo 4:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Esta primera sección del capítulo se subdivide en tres partes: en la primera (vv. 2Ti 4:1, 2Ti 4:2), Pablo conjura solemnemente a Timoteo para que se entregue de lleno al ministerio de la Palabra; en la segunda (vv. 2Ti 4:3, 2Ti 4:4), da la razón por la que insiste en ello: la mala catadura de los futuros oyentes del Evangelio; en la tercera (v. 2Ti 4:5), insiste de nuevo en el solemne encargo que le acaba de hacer.

1. Nótese la solemnidad con que comienza el capítulo (vv. 2Ti 4:1, 2Ti 4:2): «En la presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, y puestos los ojos en la futura manifestación de su persona y de su reino, te conjuro a que proclames la palabra; a que estés preparado para hacerlo a tiempo y a destiempo; a que corrijas, reprendas, exhortes y animes, armado de mucha paciencia y de gran diligencia en el enseñar» (NVI).

(A) Antes de comenzar el análisis de estos versículos, resulta muy interesante una observación de Bullinger: El carácter íntimamente personal de esta segunda epístola, como se manifiesta no sólo en la ternura con que desahoga su corazón ante su amado hijo en la fe, sino en la insistencia en usar el número singular, con lo que todo resulta más personalizado. Son de notar también las sombrías tintas con que se describe a los malvados. Todo ello sale de un corazón que se siente próximo a dejar de latir y que comienza a verlo todo sub specie aeternitatis, en la perspectiva de la eternidad.

(B) Impresiona grandemente la forma en que comienza el capítulo con ese conjuro solemne en la presencia de Dios y de Cristo Jesús (comp. con 1Ti 5:21). Esta vez, el encargo se hace todavía más solemne por medio de dos frases que aquí se añaden: «que ha de juzgar a vivos y a muertos», lo cual, aparte de ser una frase hecha, donde se incluyen todos los seres humanos, permite ver, como hace notar W. Hendriksen, una distinción entre «los que vivan todavía en la tierra en el momento de la Segunda Venida y … los que hayan muerto ya en aquel tiempo». La otra frase: «puestos los ojos en la futura manifestación de su persona y de su reino» clarifica la fecha de la primera, pues muestra el momento en que el Señor vendrá a recoger a los suyos y a inaugurar su reino.

(C) La exhortación que sirve de base al presente solemne conjuro es a «proclamar (gr. kéruxon, imperativo de aoristo, de donde viene el vocablo, tan usado hoy, kerigma) la palabra», de la misma forma que un heraldo (gr. kérux) pregonaba los edictos del rey o del primer magistrado de la nación. El carácter especial de la Palabra de Dios hace que su proclamador no sea un pregonero común, sino un embajador de Cristo (2Co 5:20). La insistencia en hacerlo a tiempo y a destiempo no significa que el ministro de Dios haya de ser inoportuno en su forma de hablar, sino buen aprovechador de las oportunidades (v. Efe 5:16; Col 4:5). Por supuesto, para quienes siempre resisten a la verdad, el ministro de Dios es un importuno, un «aguafiestas», pero no por eso ha de cejar en su empeño. Y puesto que su espada es la palabra de Dios (Efe 6:17), en ella encontrará todo lo necesario para redargüir, reprender y exhortar (comp. con 2Ti 3:16), armado de longanimidad y doctrina (lit.), como ya ha insinuado en 2Ti 2:24: «amable para con todos, apto para enseñar».

2. La razón por la que es urgente insistir en la predicación de la Palabra es (vv. 2Ti 4:3, 2Ti 4:4): «porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará las sanas enseñanzas, sino que, de acuerdo con sus propios gustos, se rodearán de una caterva de maestros que les halaguen los oídos Y, por una parte, no prestarán ya atención a la verdad, mientras que, por otra parte, aplicarán su atención a fábulas y leyendas» (NVI). El versículo 2Ti 4:3 expone la causa, después de una concisa declaración del hecho. El versículo 2Ti 4:4 describe los efectos.

(A) El hecho es que la gente no soportará la sana enseñanza (lit.) Al llamar sana (huguiainoúses participio de presente , «que tiene salud», de donde procede nuestro vocablo «higiene») a la enseñanza, quiere decir que es la apropiada para conservar y fomentar la salud espiritual, en contraposición a todo lo insano y pernicioso para el espíritu del hombre (v. 1Ti 1:9, 1Ti 1:10).

(B) La gente no soportará esa sana enseñanza porque va en contra de sus caprichos personales: «sus propios gustos», dice el apóstol. Los propios gustos rigen más y más la conducta de los hombres; tanto más cuanto más nos acercamos al final de estos últimos tiempos. Al no gustarles lo que predican los fieles siervos de Dios, estas gentes acumulan para sí mismos maestros acomodados a sus caprichos personales, pues sienten cosquillas en el oído (lit.). Es una metáfora estupenda la que usa aquí el apóstol para describir a los que, por el prurito de oír novedades, se buscan predicadores que les halaguen los oídos, ¡sólo el oído! La fe surge del oír la Palabra de Dios (Rom 10:17), pero éstos no quieren que les prediquen la sana doctrina de la fe, sino lo que sirve de entretenimiento a sus caprichos personales. Y no se contentan con uno o dos predicadores de esta ralea, sino que amontonan uno sobre otro; no se sacian de oír novedades que les calmen el prurito de las orejas.

(C) El fatal resultado es que (v. 2Ti 4:4) apartan de la verdad el oído y se vuelven a las fábulas (gr. múthous, mitos). Si toda esta gente a la que Pablo se refiere, y toda esa caterva de maestros que halagan los oídos, fuesen declaradamente mundanos, el panorama no sería tan triste. Lo verdaderamente triste es que eso se lleva a cabo en el propio interior de nuestras iglesias. Permítaseme un dato personal sobre algo de lo que nunca me arrepentiré demasiado: sólo en una ocasión recuerdo haber predicado casi exclusivamente curiosidades de las que halagan el oído (escatológicas, por supuesto). Nunca se me ha felicitado tan efusivamente («¡Así se predica!») En ese mismo momento me percaté de que algo había marchado mal … Si el aviso puede resultar provechoso para mis colegas en el ministerio, me daré por satisfecho.

3. Ante este sombrío cuadro de predicadores y oyentes a la búsqueda de cosas insanas y perjudiciales, el apóstol vuelve a la carga en su exhortación a Timoteo (v. 2Ti 4:5). Este versículo es como un gozne en torno al cual giran tanto el contexto anterior como el posterior: Al comienzo del versículo se establece el contraste entre lo que hace la gente descrita en los versículos 2Ti 4:3 y 2Ti 4:4 y lo que ha de hacer Timoteo; la segunda parte del versículo es como una introducción a lo que Pablo va a decir de sí mismo en los versículos siguientes.

(A) «, en cambio (lit.; nótese el mismo énfasis de 2Ti 3:10, 2Ti 3:14), sé sobrio en todo» (Reina-Valera). El verbo népho que Pablo usa en varias ocasiones (aquí y en 1Ts 5:6, 1Ts 5:8, así como el adjetivo de la misma raíz nephálios en 1Ti 3:2, 1Ti 3:11; Tit 2:2) expresa la idea de dominio de sí mismo, sangre fría y espíritu alertado. La NVI ha dado bien con el sentido al traducir: «Pero tú no pierdas la cabeza en ninguna circunstancia», pues sólo el alienado, el que está fuera de sí (comp. con Luc 15:17), puede ir en busca de enseñanzas no sanas para satisfacer sus caprichos.

(B) Pero el apóstol no se limita a decirle a Timoteo lo que no debe hacer, sino que le exhorta a imitarle a él (comp. con 2Ti 2:3; 2Ti 3:10), a él que ha pasado por todo esto que ordena a su amado hijo en la fe: «aguanta las dificultades, dedícate a la obra de proclamar la Buena Noticia, cumple bien con tu ministerio» (NVI). Como si dijese: «Ya sabes que, si predicas la sana doctrina, en lugar de halagar los oídos de los que te escuchen, no te faltarán dificultades; pero es preferible que agrades a Dios al proclamar correctamente el Evangelio y cumplir bien, de ese modo, con tu ministerio, antes que agradar a los hombres e incurrir en el juicio del que está a punto de venir (lit.) a juzgar a vivos y muertos (v. 2Ti 4:1)». En ese «cumple bien con tu ministerio» está compendiado todo lo que le ha dicho en el versículo 2Ti 4:2.

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