La Reciprocidad

El Hijo de Diosí me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gálatas 2:20.

Nosotros le amamos a él, porque él nos amó primero. 1 Juan 4:19.

Reciprocidad

Hace unas cuantas décadas, los economistas pensaban que el aumento de la productividad permitiría una mejoría tal del nivel de vida, que los hombres serían más felices y fraternales.

En efecto, en varios países una real y significativa mejora ocurrió, pero también produjo la insatisfacción a causa de la mala repartición de las riquezas producidas. A esto se añade ahora la mala repartición del trabajo, dicho de otro modo, surgió el desempleo o desocupación.

La Biblia nos muestra que la felicidad del ser humano proviene de las buenas relaciones con Dios y con sus semejantes. Esto es lo que da el verdadero sentido a la vida, y no la posesión o el goce de riquezas materiales.

Por medio del nuevo nacimiento, el cristiano entra en otra esfera, la del amor de Dios, revelado a través del más extraordinario don que se puede concebir: el de su propio Hijo. Frente a tal don, el creyente comprende que ya no se pertenece a sí mismo. Entonces se complace en consagrarse a Dios, buscando agradarle. En consecuencia se establece una feliz relación con Dios, a quien se conoce no como aquel que exige, sino como Aquel que da y a quien uno se entrega. Porque el amor aguarda reciprocidad, y nuestra respuesta al amor del Señor Jesús siempre será ínfima comparada con el amor con el cual él nos amó, a usted y a mí.

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Dios le bendiga … Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. – 3ra. carta de Juan y versículo 2.

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