[Jehova Nissi]Ese hábito oculto

Ese hábito oculto
Dante Gebel

Hace poco me contaron una historia fascinante y conmovedora.
Se trata de un joven que cuando era niño, había perdido su brazo
izquierdo. Pero un día, al llegar a la adolescencia, decidió que
quería practicar judo, sus familiares trataron de persuadirlo,
diciéndole que no podía practicar artes marciales, siendo manco. Pero
al muchacho, no le importó la imposibilidad. En lugar de enfocarse en
lo que no podía hacer, puso todos sus sentidos y su energía en
aquello que sí podía hacer: practicar judo con un solo brazo.
Al poco tiempo, había logrado sorprender a su mismo entrenador,
pidiéndole participar en un torneo regional. Para sorpresa de todo el
mundo, este muchacho, logró ganar el campeonato y ser el mejor en su
categoría.
Un periodista le preguntó cuál era el secreto por el cual había
ganado, a pesar que contaba con un brazo de menos que el resto. El
joven respondió:
-Dado que tengo la imposibilidad de un brazo, tuve que concentrarme
en trabajar muy duro en la gran mayoría de los ejercicios. A
diferencia de otros, se que no puedo permitirme errores. Así que,
como soy consciente que cuento con menos recursos que la mayoría,
tengo que lograr la perfección en lo que hago. Pero el gran secreto -
dijo en tono cómplice- es que la única manera que tiene el
contrincante para vencerme, es tomándome del brazo izquierdo.

Increíblemente, este muchacho había logrado hacerse fuerte,
justamente, en su misma debilidad. En lugar de sentarse a llorar y
reclamarle a la vida el porqué ya no tenía su brazo izquierdo, trató
de esforzarse al máximo, sacándole utilidad a lo que se suponía era
su defecto.

Es que todos, sin excepción, tenemos una debilidad con la que hemos
de tener que luchar por lo que nos reste de vida. El gran secreto es
la manera en que reaccionamos a ella. Abraham no se detuvo a
cuestionar su desierto espiritual, a pesar que el cielo estaba de
bronce. El sabía que debía avanzar, aunque no sintiera absolutamente
nada de parte de Dios.
La actitud que tomemos en esos momentos críticos es lo que hace que
crucemos el desierto en tres semanas, o cuarenta años.

Hace poco, un ministro de alabanza se me acercó en su propia oficina,
y extremadamente dolorido y avergonzado, me confesó que una debilidad
lo estaba matando espiritualmente.
-Estoy atravesando mi peor desierto -resumió.
Entre algunas lágrimas, este hombre, esposo y padre de varios niños,
me comentó que un día, en la soledad de la oficina,
decidió "investigar" algo acerca de la pornografía en internet. Me
dijo que honestamente, no lo hizo por morbosidad, sino por simple
curiosidad. Pensó que como era un hombre adulto, no le haría mal un
poco de información acerca de este flagelo.

Stephen Arterburn dice que un hombre tarda veinte segundos en mirar
una imagen pornográfica y veinte años en borrarla de su mente. Y eso
fue exactamente lo que le había sucedido a este hombre que ahora
lloraba amargamente en su propio escritorio.
-Estoy atado a todo tipo de basura virtual -confesó- al principio
esas imágenes me chocaron drásticamente, pero luego, de regreso a
casa, no podía olvidar aquellas fotografías. Al día siguiente, volví
a navegar por sitios para adultos, pensando que sólo se trataría de
una pequeña mirada más, totalmente inofensiva.
Lo cierto es que desde hace meses, me siento vulnerable a todo tipo
de pornografía. Lo que comenzó con una inocente mirada, se ha
transformado en una adicción compulsiva. Cada vez que vuelvo a caer,
siento una culpa atroz, pero luego, al cabo de unas horas, otra vez
estoy envuelto en la misma trampa.

Aquel hombre, me contó que en muchas ocasiones, quiso hablarlo con su
esposa, pero el temor al juzgamiento o quizá a perder su respeto, lo
había hecho arrepentirse de confesárselo. Así que, hasta el momento
en que finalmente me lo dijo, había optado por guardarse esa oculta
debilidad en privado hasta poder solucionarla. Pero lo peor, era que
se sentía demasiado sucio para orar o recuperar la integridad perdida.
En muchas ocasiones, no había querido ministrar la alabanza en su
iglesia, aludiendo cualquier excusa, porque sabía que su vida
espiritual atravesaba una crisis profunda.
-Hoy, no sólo me siento atrapado por la lujuria -dijo- sino que
además siento que mis oraciones son completamente huecas, estoy
seguro que Dios no quiere verme ni oírme.

Recuerdo que le mencioné que no tenía porqué darse por vencido. Que
aún contaba con algo a su favor: reconocía que era un adicto a la
pornografía y deseaba, profundamente, ser completamente libre de ello.
Luego, le conté la historia del muchacho manco, e hice hincapié en
que debía enfocarse en esforzarse por cambiar su estilo de vida, y no
en su debilidad.
Así que, nos pusimos a trabajar juntos.
Hicimos una oración, pero le aclaré que nada milagrosamente
instantáneo iba a suceder. Ese es el gran problema que tenemos los
predicadores cuando le decimos a la gente que crea que una oración
del evangelista lo cambiará como por arte de magia.
No es que ponga en tela de juicio el inconfundible Poder del Señor,
pero en muchas ocasiones, se requiere mucho más que una imposición de
manos. Se necesita un trabajo duro, un esfuerzo diario, entrenamiento.

No puedes "intentar" dejar la pornografía o ese hábito oculto que te
derrota en la intimidad. No puedes creer que con pasar al altar del
domingo, ya no te enfrentarás a tu gigante el lunes por la mañana. Te
costará tu mayor esfuerzo diario, todos los días de tu vida.

Le dije a este hombre, que cada vez que se sintiera tentado a
consumir pornografía, aunque le diera mucha vergüenza, me llamara por
teléfono, que íbamos a entrenar hasta reducir el hábito al mínimo.
Que tenía que esforzarse al máximo. Que le esperaba un trabajo muy
duro por delante.
Como sintió un gran alivio al confesarle a alguien su pecado, el
consideraba que ya no tendría que luchar para vencer el hábito. O que
llegaría un momento, a cierto nivel espiritual, donde ya no tendría
que hacerle frente a las tentaciones. El también pensaba que Dios
tenía favoritos. Intocables e inmunes a las ofertas del enemigo.

Hace unos años, en una importante convención de las Asambleas de Dios
de cierto lugar de Estados Unidos, un reconocido evangelista, cuyo
ministerio ha dado la vuelta al mundo entero, dijo:
-Tengo una palabra para los hombres de este lugar. Quiero que esto
que voy a decirles, les quede bien claro a todos los ministros. Tengo
ochenta y tantos años, y debo decirles que muchas veces, me siento
tan tentado como cuando era un joven adolescente. Nuca te distraigas,
jamás bajes la guardia. Vas a pelear con tu carne hasta el último
aliento de tu vida.

Dicen que la multitud de pastores y líderes que colmaban el lugar se
miraban asombrados, porque creían que teniendo un ministerio tan
renombrado y con cierta edad, ya no tendría las presiones que los
afectaban en el presente.

El gigante de la debilidad no suele aparecer los domingos por la
mañana. Tampoco luego que acabaste de orar. El esperará pacientemente
a que estés un tanto deprimido, solo, o cuestionándote algunas cosas.
Entonces, como Goliat, hará su entrada triunfal en tu valle privado
de Ela.
Te dirá que nadie se enterará si miras una película para adultos en
la soledad del hotel. Es tan sencillo, el nombre de la película no
aparecerá en la factura, y nadie se enterará.
Te susurrará que un hombre debe estar medianamente informado, y que
un vistazo en un tour por algunas páginas pornográficas te pondrán al
tanto de lo que afecta al mundo.
Mencionará que como eres maduro, hay cosas que a ti no te producirán
ningún daño. Luego, cuando te sientas por tierra, te dirá que no te
atrevas a volver a orar o pedir perdón al Señor. Que ya lo intentaste
y fracasaste. Que obviamente no has nacido para ser íntegro.
Y cuando te das cuenta, te encuentras en medio de tu propio desierto.

Es por esa misma razón, que comenzamos una saludable terapia, para
ayudar al hombre que me confesó su lucha privada. Convenimos que de
alguna manera, le pediría ayuda a su esposa. Que buscaría la forma de
confesarle su debilidad, para que sea ella, quien lo supervise en los
momentos de mayor presión. Y luego, que cuando se sintiera solo, me
llamara por teléfono para que oráramos juntos. Además, no olvidé
mencionarle, que aún a pesar de todos los recaudos que estaba
tomando, era muy probable que volviera a caer en la trampa.
Pero que debía seguir luchando, que se trataba de una guerra
mortalmente seria para su vida espiritual. Que ésta, iba a ser su
batalla diaria. Y que cada noche que llegara a la cama, sin haber
cedido a la tentación, debía agradecer al Señor por haberle dado
fuerzas, pero que debía pedir una nueva dosis de esfuerzo para el
siguiente día.

Hace poco, me lo encontré en una reunión de pastores. Y me mencionó
que estaba luchando todos los días, y que hasta el momento, no había
fracasado. Que comprendió que la tentación lo espera a la vuelta de
la esquina, y es por eso, que no permite que el enemigo lo acuse,
cuando se siente tentado. Pero que ofrece resistencia a cualquier
tipo de pensamiento impuro.

-Desde que tomé esta decisión de practicar esta "terapia de
santidad" -dijo- parece como si una suelta de demonios hubiese venido
en mi contra. Me han sucedido las cosas más atípicas. Me he
encontrado con revistas para adultos "olvidadas" casualmente por
alguien en un baño público. Me aparecen correos electrónicos que
pasan todos los filtros de mi computadora, con invitaciones a navegar
en sitios inapropiados. A veces, estoy mirando un inofensivo programa
de televisión, y algún comercial erótico intenta contaminarme en los
cortes. Pero estoy dispuesto a redoblar mi pelea. Voy a ganar esta
batalla de la mente.
Gracias al Señor, mi amigo ya no intenta luchar, está entrenando para
ganar. Y por lo que me cuenta, el infierno ya se ha enterado de ello.

Dante Gebel
Adaptado de "Las arenas del alma"
(Editorial Vida-Zondervan)
Mas informacion en www.dantegebel.com

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