Reflexión – ¿Quién Esté Batiendo A la Puerta?

Reflexiones Cristianas – ¿Quién Esté Batiendo A la Puerta?

«Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo» (Mateo 22:37-39).

Un líder religioso tuvo un sueño espantoso. Soñó que ascendió una escalera que ligaba la Tierra al cielo. Con gran excitación él toco en la puerta. Alguien atendió y preguntó: «¿Quién está tocando?» Orgullosamente el hombre dijo bien alto su nombre. «¿Quién esta con Usted?» preguntó la voz por detrás del portón. «Nadie», contestó el hombre, «estoy solo.» «Disculpe», dijo el ángel, «pero, somos instruidos a nunca abrir estos portones para personas desacompañadas». Triste y de cabeza baja , volvió a la tierra.

Muchos de nosotros caminamos en este mundo de la misma forma que el hombre de nuestra ilustración. Estamos siempre solos, porque el orgullo y la vanidad no nos permiten estar al lado de nadie. Pensamos apenas en nosotros mismos y todo lo que hacemos tiene siempre el propósito de un beneficio personal.
Lo qué importa somos nosotros; quien deba ganar un algo mas somos nosotros; quien deba crecer o ser promovido somos nosotros; nadie tiene nuestro valor. Vivimos exclusivamente para alimentar nuestro ego y nada más nos interesa.

Si no tenemos al Señor con nosotros, ¿como podremos entrar por los portones de la ciudad celestial? Si no extendemos las manos a los hermanos, si no unimos nuestras manos y corazones, ¿que podremos decir al llegar delante de Diosí Si nos presentamos solos, ¿que testimonio tendremos a mostrar al Rey de los reyes y Señor de los señoresí

Aprendemos en las Sagradas Escrituras que debemos amar a Dios y al prójimo. ¿Como entonces podremos estar solos sin que estemos fuera de los propósitos del Señor? Yo no quiero estar solo. Quiero estar con mi Dios; quiero estar con mis hermanos; quiero estar con los perdidos hablando del amor de Cristo; quiero estar rodeado de una multitud, alumbrando el local por donde paso.

Es claro que nuestra historia es apenas una ilustración, sin embargo, si algún día yo tuviese que tocar a las puertas del cielo, me gustaría de contestar àquela pregunta con las palabras: «Estoy con todos aquéllos que me confiaste y que me diste la oportunidad de compartir del amor de mi amado Señor».

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