¿Cual Es La Voluntad De Dios Para Tu Vida?

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La Voluntad De Dios Para Tu Vida

«ENSÉÑAME A HACER TU VOLUNTAD…» (Salmo 143:10)

Al considerar lo que Dios tiene en Su voluntad para tu vida, empecemos con lo que finges ser. Cuando sabes que estás haciendo Su voluntad, te puedes quitar la máscara. Ya no hace falta convencer a la gente de que eres importante mientras que en lo secreto temes no ser así. No hay nada más aburrido o incómodo que alguien que presume de conocer a Tal o a Cual persona para impresionar. Un teniente recién nombrado estaba deseando impresionar a sus subordinados, así que cuando un soldado joven entró en su oficina, el primero simuló estar al teléfono con el general: ‘Sí, mi General, puede contar conmigo’, dijo y colgó. Volviéndose al soldado le preguntó qué quería. ‘Mi teniente, estoy aquí para conectar su teléfono’.

Es duro pretender ser lo que no eres. Por eso te sientes cansado después de una primera cita, o de una entrevista de trabajo, o cuando estás con personas que esperan que des cierta imagen. Dentro de ti hay alguien sin pretensiones. Y es un gran alivio no tener que fingir ser más humilde de lo que eres, ni hacer como que oras más o que sabes más de la Biblia de lo que realmente sabes. Lo bueno es que nunca tienes que fingir con Dios, puesto que la vulnerabilidad sincera le agrada mucho más que la presuntuosidad espiritual. El salmista oró así: «Enséñame a hacer tu voluntad, porque Tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud» (Salmo 143:10). Sé tú mismo. Cuando lo hagas, Dios se encargará del resto.

«…ME AGRADA… HACER TU VOLUNTAD» (Salmos 40:8 CST)

Al descubrir y hacer lo que Dios tiene en Su voluntad para tu vida, debes ser consciente de aquello que piensas que deberías ser. Las comparaciones paralizan el crecimiento espiritual. Por ejemplo, una madre de tres niños pequeños escucha una predicación sobre los cristianos que se levantan al amanecer para estar una hora de quietud con Dios. A ella le encantaría tener una hora de tranquilidad ¡en cualquier momento! pero sus niños no la dejan. Por eso, la conclusión que saca de la predicación es que no da la talla como cristiana. Lo que hace es poner en práctica la «espiritualidad por comparación» y cargar con el peso de la culpa. No se le ocurre pensar que el amor que entrega a sus hijos cuenta como actividad espiritual, o que puede estar sirviendo a Dios con más fidelidad que alguien que descuida a su familia para tener esa hora de quietud cada mañana.

Otro ejemplo: un marido sociable y extrovertido está casado con una mujer a quien le resulta fácil estar sola y lo disfruta. Sin embargo, él se siente como un fracasado en el área de la oración porque no le gusta estar a solas como a su mujer. No tiene en cuenta que su alegría y buena disposición para servir a otros son muy valiosas, o que la forma en que los ama le agrada a Dios y transforma su alma. Cumplir con el deber es importante, pero cuando se trata del crecimiento espiritual, Dios no quiere que Lo obedezcas solo porque es una obligación. Te creó para desear el plan que Él tiene para tu vida, es decir, para estar en condiciones de decir «Me agrada, Dios mío, hacer Tu voluntad» (Salmo 40:8).

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¿Cuál es la voluntad de Dios para mí?

«QUE COMPROBÉIS CUÁL ES LA BUENA VOLUNTAD DE DIOS, AGRADABLE Y PERFECTA» (Romanos 12:2)

Para cumplir Su voluntad para tu vida, tendrás que dejar a un lado lo que otros quieran que seas. Tu jefe quiere que seas más productivo. El gimnasio, que estés más en forma. El banco, que te endeudes más. Parece que todo el mundo tiene un plan para ti y, si te pasas la vida intentando satisfacerlos, nunca serás libre. A veces, amar a la gente incluye defraudarles. Intentar ser la persona que los demás quieren que seas supone vivir de una manera superficial. Nadie te puede decir cómo cambiar, porque sólo Dios lo sabe. Ni siquiera tú sabes cómo cambiar, porque no te creaste a ti mismo.

Amar a alguien es desear lo mejor para su vida y colaborar en el proceso para que logren ser lo mejor. El único ser de todo el universo que tiene la capacidad de hacer eso es Dios. A diferencia de la gente, Dios no tiene segundas intenciones ni necesidades en las que espera que tú le ayudes. Él conoce la mejor versión de ti. Se deleita precisamente en esa idea y está trabajando en ti para que llegue a dar fruto. La Biblia dice: «…Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes Lo aman…» (Romanos 8:28 CST). Eso significa que Dios actúa constantemente para ayudarte a convertirte en alguien extraordinario. Serás plenamente libre sólo cuando decidas ser la persona que Dios quiso que fu eras, ésa que Él está transformando día a día.

«…LA LEY NO SE NUTRE DE LA FE…» (Gálatas 3:12 BLP)

Para cumplir con lo que Dios tiene en Su voluntad para tu vida y convertirte en la persona que Él desea, deberás enfrentarte a la persona que temes que Dios quiere que seas. La mayoría de la gente equipara la madurez espiritual con los esfuerzos realizados para cumplir con las normas de la Biblia. Sin embargo, mientras pienses que el objetivo de Dios es crear seguidores de normas, el crecimiento espiritual parecerá una obligación en lugar de un deseo del corazón. Pablo escribe: «…La ley no se nutre de la fe, sino que quien cumpla estos preceptos, por ellos vivirá» (Gálatas 3:12 BLP). La observancia rígida de las normas y reglamentos hace que la persona apague el deseo, reprima sus emociones y se vuelva arrogante . La Biblia dice: «…La ley es causa de muerte, mientras que el Espíritu lo es de vida» (2 Corintios 3:6 BLP).

Hay una gran diferencia entre seguir las normas y seguir a Jesús, porque no puedes hacer lo segundo sin cultivar un corazón entregado. Jesús no dijo: ‘He venido para que pudierais seguir las normas’, sino «…He venido para que [tengáis] vida, y para que la [tengáis] en abundancia» (Juan 10:10). Hasta que no entiendas que el crecimiento espiritual te encamina a la mejor versión de ti mismo, habrá una pregunta que te intimida, y es ésta: ‘¿Cómo va tu vida espiritual?’. La culpa y la falsedad que te incomodan constantemente te obligarán a responder: ‘Regular. No tan bien como debería’. Se es propenso a utilizar comportamientos externos y prácticas devocionales para medir la salud espiritual. Es decir, ésta se mide en base a lo temprano que uno se levanta para leer y orar, lo largos que son los momentos devocionales o cuánto se asiste a la iglesia. La formación espiritual no es eso. Consiste en tener una relación estrecha con Cristo, ¡no en seguir normas!

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