Efesios 6:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En esta porción, brevemente condensada en Col 3:20Col 3:20, Col 3:21, el apóstol pasa de las relaciones conyugales a las familiares entre padres e hijos.

I. Comienza por los «hijos» (gr. tékna, prole de ambos sexos). La construcción griega del comienzo del versículo Efe 6:1 equivale a: «Vosotros, los hijos», como alertando a las personas a quienes se dirige. El apóstol les dirige una exhortación, la fundamenta bíblicamente, y les presenta las bendiciones, incluso de orden temporal, que la obediencia a tal precepto comporta.

(A) «Hijos, dice (v. Efe 6:1), obedeced en el Señor a vuestros padres (gr. gonéusin, progenitores; es decir, tanto al padre como a la madre), porque esto es justo». Tres, pues, son las ideas que encierra este versículo: el hecho, el modo y el motivo de tal obediencia. El hecho es que los hijos deben obedecer a los padres. El modo es que han de obedecerles «en el Señor», aunque esta frase falta en algunos MSS notables. Significa «como corresponde a los que viven unidos en el Señor» (Leal), por respeto al Señor y, según ayuda a entenderlo Col 3:20Col 3:20, «porque esto agrada al Señor» El motivo que Pablo aduce aquí es «porque esto es justo», esto es, la obediencia a los padres entra dentro de la justicia que el creyente cristiano debe practicar.

(B) El apóstol (v. Efe 6:2) apoya su exhortación en el quinto mandamiento del Decálogo (Éxo 20:12; Deu 5:16), e intercala la frase «que es el primer mandamiento con promesa». Esta frase ha dado lugar a disquisiciones sin cuento, ya que, por una parte, también el primer mandamiento del Decálogo llevaba aneja una promesa (v. Éxo 20:6; Deu 5:10); y, por otra parte, no aparece ninguna otra promesa en el resto del Decálogo, por lo que no podría entenderse por qué dice que «es el primer mandamiento con promesa». La única solución está en entender «primero» en sentido de «primordial» (comp. con Lev 19:3, donde aparece en primera línea). También «Mat 23:23 y Mar 12:28 hablan así en términos de mandamientos de importancia primordial» (Foulkes).

(C) La promesa que Pablo menciona se halla en la última parte de los versículos citados (Éxo 20:12; Deu 5:16, especialmente en este último): «para que (v. Efe 6:3) te vaya bien y seas de larga vida sobre la tierra»; es decir, para que prosperes y vivas muchos años. Una promesa de esta clase tenía, como es obvio, importancia primordial para un israelita, no tanto por los bienes materiales con que la obediencia filial era bendecida, como por la bendición espiritual que comportaba una vida larga y en paz en orden a una prolongada comunión con Jehová, el Dios de Israel y único Dios vivo y verdadero.

2. Se dirige luego el apóstol (v. Efe 6:4) a los padres (gr. patéres; no se incluyen las madres). Advirtamos los siguientes interesantes detalles:

(A) La razón por la que Pablo se refiere aquí a los padres, no a las madres, es porque va a centrar su exhortación en la corrección y la disciplina que, según la Escritura (Pro 1:8 a es lugar notable. Véase el comentario a dicho lugar), es a los padres a quienes compete administrarlas. El cometido de las madres con respecto a los hijos se halla en Pro 1:8 b y 1Ti 2:15. Véase comentario en sus lugares correspondientes.

(B) En la administración de esta disciplina han de tener los padres mucho cuidado en no excederse, porque los efectos psicológicos en el hijo o la hija pueden ser desastrosos (v. Col 3:21). Aquí (v. Efe 6:4) dice: «No provoquéis a ira a vuestros hijos». El verbo (v. en Efe 4:26 el nombre enojo de la misma raíz) está en presente, lo cual indica que si alguna vez se les escapa alguna explosión de mal genio (a los padres), no insistan en causar un enojo desmedido a los hijos, sino que se dominen a sí mismos. Una obediencia que se impone a base de «palo y tente tieso» no puede producir buenos efectos, pues los niños tienen gran sentido de la justicia y del amor y saben cuándo a los mayores se les va la mano, con lo que se les provoca a enojo, resentimiento, pérdida del necesario afecto y, con frecuencia, a la rebeldía descarada.

(C) El aspecto positivo de la exhortación se halla en la segunda parte del versículo Efe 6:4: «sino criadlos en la disciplina e instrucción del Señor». Nótense aquí cuatro detalles:

(a) El verbo griego es ektréphete, el mismo de Efe 5:29 (ektrépíhei, nutre, sustenta), compuesto del prefijo ek (de, en sentido de origen) y el imperativo de presente del verbo trépho, que significa alimentar (v. en Mat 6:26; Mat 25:37; Luc 4:16; Luc 12:24; Luc 23:29; Hch 12:20; Stg 5:5; Apo 12:6, Apo 12:14). Indica, pues, aquí algo así como «nutrir a los hijos de la propia sustancia de los padres», lo cual puede entenderse por haberlo sudado ellos con su trabajo y hasta por «quitarlo de la propia boca», como suele decirse, para que a los hijos no les falte el sustento necesario para que se desarrollen con salud y energías.

(b) El vocablo griego para disciplina es paidéia, instrucción (que corresponde al hebreo musar de lugares como Pro 1:8) y del que se derivan vocablos castellanos como «pedagogo» y «pedagogía» (V. un ejemplo notable del uso del verbo correspondiente en 1Co 11:32). Aunque los niños no suelen hallar mucho gusto en esta disciplina (comp. con Heb 12:11), es, sin embargo, necesaria para que aprendan sabiduría práctica.

(c) El vocablo para «instrucción» (mejor, «corrección», correspondiente al hebreo tokhájat de lugares como Pro 3:11) es nouthesía, compuesto de nou, mente, y thesía, colocación o fijación (de la misma raíz que el verbo títhemi, poner, colocar). Su etimología indica, pues, fijación de la mente, es decir, provisión de criterios sanos acerca de las cosas, que se queden bien fijos en la mente de los niños como «clavos plantados» (Ecl 12:11, literalmente) en forma de convicciones arraigadas.

(d) Al decir «la disciplina y corrección del Señor», Pablo da a entender, como muy bien comenta Foulkes, que se trata de «las que el Señor puede introducir en la vida de un hijo, si los padres llevan a cabo su labor de enseñar y entrenar en la Palabra del Señor». Y añade el mismo autor: «Éste es el más alto deber de los padres cristianos».

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