Significado de EZEQUIEL, LIBRO DE Según La Biblia | Concepto y Definición

EZEQUIEL, LIBRO DE Significado Bíblico

¿Qué Es EZEQUIEL, LIBRO DE En La Biblia?

Clasificado junto con los profetas mayores y colocado en el canon del AT a continuación de Lamentaciones, Ezequiel es una serie de oráculos dados a conocer en una cantidad de formas literarias identificables tales como oráculos de aflicción, oráculos de juicio, enigmas, y otros. A diferencia de Jeremías, el orden de Ezequiel es mayormente cronológico.
Debido a la extraña naturaleza de la visión inicial de Ezequiel, con frecuencia personas bien intencionadas abandonan la lectura del libro incluso antes de terminar con los relatos vinculados con el llamado. Si bien se han propuesto muchas teorías para el significado de su visión, esta tiene sentido si se la interpreta en el contexto de la iconografía del antiguo Cercano Oriente. Prácticamente todos los rasgos de la carroza real celestial se han corroborado en imágenes y relieves del mundo antiguo. Aunque las imágenes pueden resultar confusas en nuestros días, en los de Ezequiel tenían pleno sentido. Dios se reveló a una comunidad que había perdido su senda espiritual y su confianza en el Señor, y le declaró que Él seguía siendo absoluta y gloriosamente soberano sobre todas las cosas. La destrucción de Jerusalén por parte de Nabucodonosor no era señal de la superioridad de Marduk sobre Jehová; aquél vino como agente de Jehová. Dios se apartó del templo (caps. 8–11) pero se le apareció a Ezequiel muy lejos, en una tierra extraña, contaminada y pagana.
Debido a que prácticamente todos los oráculos de Ezequiel están en primera persona, pareciera que los lectores tienen acceso a las memorias personales del profeta. Una sola vez, en la nota editorial en Eze 1:2-3, se abandona la primera persona a favor de la tercera. En el resto del libro, al profeta se lo menciona solamente en Eze 24:24, en el contexto de un discurso divino que se inicia en primera persona. Esto establece un contraste con otros profetas, que rara vez utilizan la forma autobiográfica de la primera persona. Irónicamente, aun cuando los oráculos aparecen en estilo narrativo autobiográfico, son raras las ocasiones en que el profeta permite que el lector se introduzca en su mente. Solo en seis oportunidades da a conocer su reacción ante las circunstancias, expresando su reacción o reconociendo lo incomprensible de las acciones de Dios (Eze 4:14; Eze 9:8; Eze 11:13; Eze 21:5 [Eze 20:49]; Eze 24:20; Eze 37:3). En otros pasajes, sus respuestas se presentan como oráculos divinos. Aunque tiene que haber oído lo que hablaba el pueblo, en repetidas ocasiones Dios le recuerda lo que la gente está diciendo (Eze 11:15; Eze 12:22; Eze 12:27; Eze 33:30-33; Eze 37:11), incluso las reacciones ante las señales o acciones realizadas por Él (Eze 12:9; comp. Eze 17:12; Eze 24:19). A pesar de la forma autobiográfica del texto, uno se pregunta si alguna vez se nos muestra al verdadero Ezequiel. Vemos a un hombre totalmente bajo el control del Espíritu del Señor; solo lo que Dios dice y hace tiene importancia.
El mensaje de Ezequiel
Aun cuando muchas de las profecías de Ezequiel están dirigidas a la población de Jerusalén o a naciones extranjeras, sus principales oyentes eran compatriotas exiliados en Babilonia. Antes del 586 a.c. , los ancianos de la comunidad acudían a su casa para oír la palabra pronunciada por Dios (Eze 8:1; Eze 14:1; Eze 20:1), esperando recibir un anuncio del inminente retorno a Jerusalén. Sin embargo, los exiliados se negaron a reconocer que habían sido desterrados debido a su propia rebelión contra Dios. Finalmente llegaron a considerar a Ezequiel, ante todo, como un actor que ofrecía teatro en su casa. Podía declarar palabras procedentes de Dios, pero a ellos no les interesaba el mensaje; deseaban simple distracción (Eze 33:30-33).
En el aspecto económico, la comunidad del exilio no tenía problemas. Sin embargo, espiritualmente se encontraban en estado de conmoción y amargados por la “traición” de Dios. Cuando estaban en Jerusalén, basaron su seguridad en cuatro promesas divinas inmutables:
(1) Dios había hecho un pacto eterno con Israel que no permitía divorcio alguno;
(2) les había dado Canaán como posesión eterna;
(3) había establecido el reino davídico y les había prometido el título eterno al trono de Israel;
(4) había elegido Sión como el lugar de Su morada eterna. Tomando como base estas promesas, incluso cuando el enemigo acampaba alrededor de Jerusalén, los israelitas se sentían absolutamente seguros. Con el pacto, Dios se había comprometido en forma irrevocable e incondicional con ellos, con la tierra, con el rey y con el templo. Sin embargo ellos olvidaron que las bendiciones asociadas con estas promesas dependían de una activa demostración de fidelidad mediante vidas caracterizadas por la obediencia a Dios, como respuesta al privilegio de ser Su pueblo del pacto. Pero Dios los había abandonado; ellos pensaban que les había sido infiel; había dejado entrar a la ciudad a Nabucodonosor, aceptando que Marduk, el dios babilónico, era más fuerte. Desilusionados y deprimidos, siguieron con las prácticas idolátricas que fueron inicialmente el motivo de su exilio.
La estrategia retórica de Ezequiel en los capítulos 4–24 consistía en demoler las ilusiones de seguridad poniendo de manifiesto los delitos del pueblo. Declaraba que, lejos de ser inocentes en este “divorcio”, eran culpables y habían provocado la calamidad que les había tocado. Si bien el orden en que están presentados estos temas principales da la impresión de ser algo casual, todos sus oráculos tenían el deliberado objeto de demoler los cuatro pilares en los que habían basado su seguridad. Sistemáticamente fue socavando la validez de la confianza del pueblo en las eternas promesas de Dios de un pacto inmutable e incondicional (por ej., Eze 15:1-8; Eze 16:1-60), en un título eterno e incondicional sobre la tierra (Eze 4:1-3; Eze 6:1-14; Eze 7:1-27; Eze 11:1-23), en los reyes davídicos como símbolo irrevocable de Su compromiso para con ellos (Eze 12:1-16; Eze 17:1-24; Eze 19:1-14), y en Jerusalén como la eterna morada de Dios (Eze 8:1-18; Eze 9:1-11; Eze 10:1-22; Eze 24:16-27). Valientemente declaraba que no podían pecar con impunidad. Todo lo contrario, ya que el pacto incluía advertencias de juicio si persistían en su rebelión (Lev 26:1-46; Deu 28:1-68). Esta era la eterna palabra que Dios ineludiblemente cumpliría. No solo las promesas eran eternas, también lo era el juicio por la ingratitud y la desobediencia.
Cuando Israel cayó en el 586 a.c. , el mensaje de Ezequiel cambió. El juicio había ocurrido, y él fue vindicado como profeta fiel. Con pocas excepciones, de allí en más en sus mensajes proclamó esperanza. Pero Ezequiel siempre enfatizó que la futura restauración de Israel sería obra de la gracia divina. Primero, declaró que Dios iba a tratar a Israel con benevolencia, eliminando la amenaza de todos sus enemigos (caps. 25–32) y, finalmente, la conspiración mundial bajo el liderazgo de Gog y Magog (caps. 38–39). Segundo, declaró que Dios restablecería a Israel a un estado de plenitud y bienestar como Su pueblo del pacto. Irónicamente, basó esa esperanza en las mismas promesas de Dios que él, como profeta, de manera tan sistemática había demostrado eran bases falsas de seguridad (caps. 1–24). Sus profecías de restauración muestran que esas antiguas promesas realmente eran eternas. Las deportaciones no constituían la última palabra: Israel tenía que volver a la Tierra Prometida a sus padres, el reinado davídico sería restablecido y Dios moraría nuevamente entre ellos y jamás volvería a abandonarlos (caps. 40–48). Eze 36:22-38 es el corazón teológico de los oráculos de restauración. Ezequiel sintetizó el proceso. Después que el Señor limpiara y purificara la tierra, volvería a reunir al pueblo y lo trasladaría nuevamente a la Tierra Prometida. Entonces remplazaría el corazón de piedra con un corazón de carne, y pondría Su Espíritu en ellos a fin de que pudieran caminar por Sus sendas y experimentar Su generosa bendición.
El método de Ezequiel
En el pasado, Ezequiel fue descrito como emocionalmente inestable, víctima de anormalidades neuróticas y psicóticas. Hoy los eruditos reconocen que no era un hombre al borde de la locura sino que usaba tácticas retóricas deliberadas para que su mensaje hiciera eco en oyentes endurecidos y resistentes. No hubo profeta tan creativo como Ezequiel en cuanto a las estrategias empleadas para comunicar su mensaje. Inspirado por Dios, creó impactantes cuadros descriptivos (Eze 17:1-24; Eze 19:1-14; Eze 27:1-9), destruyó estribillos populistas con impecable lógica (Eze 11:1-21; Eze 18:1-32), representó el papel de abogado acusador (Eze 16:1-63; Eze 23:1-49) y, como vigía en el muro, advirtió al pueblo sobre la inevitable catástrofe (Eze 3:16-21; Eze 7:1-27; Eze 33:1-9). Una vez que se produjo el juicio, adoptó una postura compasiva, semejante a un pastor (Eze 34:1-31), a un portador de buenas nuevas (Eze 6:8-10; Eze 36:16-38; Eze 37:1-14), y como un segundo Moisés, anunció una nueva constitución (40–48). También llevó a cabo acciones simbólicas para demostrar la condición de la nación y de sus reyes (caps. Eze 4:1-17; Eze 5:1-17; Eze 12:1-20). Más tarde se valió de la misma estrategia para declarar su mensaje de esperanza (Eze 37:15-28), pero era mucho más que “teatro callejero”. Ezequiel llevó el mensaje del juicio en su propio cuerpo (Eze 2:8-10; Eze 3:1-3; Eze 3:22-27; Eze 24:15-27; Eze 33:21-22).
La importancia de Ezequiel en la historia y la tradición
Ezequiel ofrece pocas pruebas de frutos positivos por sus labores. Más bien, el Señor le dice lo contrario (Eze 3:4-11). El único aliento que recibió fue que, por más endurecido que fuera su público, Dios lo haría a él más fuerte. Dios prometió que lo vindicaría, declarando que cuando ocurriera el desastre, el pueblo reconocería que en medio de ellos hubo un profeta fiel y verdadero (Eze 2:5; Eze 33:33).
Para evaluar la efectividad de Ezequiel debemos recordar los acontecimientos posteriores a su libro. De conformidad con evidencias internas, Ezequiel pronunció su último oráculo en el 571 a.c. (Eze 29:1), más de dos décadas después de su llamado. Incluso entonces, no había indicio alguno de una respuesta positiva entre los exiliados. Con todo, las tres décadas siguientes fueron testigo de un notable desarrollo: cuando Ciro dictó un decreto en el 538 a.c. por el que permitía que los judíos regresaran a su tierra y reedificaran el templo, más de 40.000 personas regresaron, totalmente apartados de la idolatría y entusiasmados con la idea de la reedificación (Esd 2:64). Lo más probable es que hayan regresado por influencia del ministerio de Ezequiel, por haber experimentado un amplio despertar espiritual. No sabemos si el profeta vivió lo suficiente como para ser testigo de estos cambios. La conservación de sus profecías da testimonio de su impacto sobre los exiliados.
La influencia de Ezequiel se hizo sentir mucho más allá de su propio siglo. Las alusiones a su libro son frecuentes en el NT, comenzando con cómo Jesús se apropió del título “Hijo del Hombre”. Esta es la forma mediante la cual Dios se dirige a Ezequiel en el libro (más de 90 veces) presumiblemente para recordarle que, aunque fue llamado al servicio divino, seguía perteneciendo al mismo género humano al que pertenecían sus oyentes. Haciendo eco de Eze 34:1-31, en Jua 10:1-42 Jesús se identifica explícitamente como el Buen Pastor, en contraste con los pastores malvados. Los intentos de apedrearlo por reclamar este título para sí refleja el reconocimiento de que se trataba de un título de la Deidad (comp. Jua 10:31-33). La parábola de Jesús sobre la vid y el viñador en Jua 15:1-27 tiene sus raíces en Eze 15:1-8. Apocalipsis contiene muchas alusiones a Ezequiel, en algunos casos apropiándose de oráculos enteros y adaptándolos. Los seres vivientes de Eze 1:1-28 y Eze 10:1-22 reaparecen en Apo 4:6-9, y el cuadro del trono de Dios en Eze 1:26-28 se retoma en Apo 4:2-3. Apo 20:1-15 usa la profecía de Ezequiel contra “Gog, en tierra de Magog” (Eze 38:2). La visión de la ciudad celestial de Jerusalén en Apo 21:1-27; Apo 22:1-21 se basa en la visión de Ezequiel del templo (40–48). En este sentido, la referencia al río que parte del trono de Dios es particularmente llamativa.
Los eruditos no logran ponerse de acuerdo en cuanto al significado de las profecías de Ezequiel sobre la restauración de Israel. Los teólogos del pacto tienden a ver que dichas profecías se cumplieron en sentido espiritual en la iglesia, mientras que los dispensacionalistas entienden que las profecías de Ezequiel sobre Gog y Magog (caps. 38–39) y la visión del templo y la tierra (caps. 40–48) se deben interpretar literalmente. Es probable que la verdad se encuentre en un punto medio entre ambos extremos.
Dificultades para interpretar el libro de Ezequiel
Si bien su lenguaje y sus temas están arraigados en la revelación del Sinaí y en Deuteronomio, muchos de sus oráculos reconocen otras influencias, tanto en su lenguaje como en sus motivos. Sus profecías contra Tiro y Egipto (caps. 27–32), por ejemplo, presentan motivos mitológicos y ambientales cananeos y egipcios. En otros momentos, el lenguaje es hebreo simple, pero su elección de expresiones es desconcertante, y casi llega a impúdico (caps. Eze 16:1-63 y Eze 23:1-49). Aparentemente, la única forma de llegar a sus oyentes y despertarlos de su letargo era el uso de lenguaje escandaloso y la reconstrucción de la historia de Israel como la veía Dios en términos asombrosos y hasta repugnantes. Más que en el caso de otros libros proféticos, para comprender a Ezequiel tal vez sea preciso preguntarse no solamente “¿Qué dice el texto?” (la cuestión de la crítica textual) o, “¿Qué significa el texto?” (la cuestión hermenéutica), sino también, “¿Por qué lo dice de ese modo?” Después de explorar su mundo y su auditorio, las respuestas a las tres preguntas se aclaran.
Bosquejo
I. Mensajes de infortunio y abatimiento para Judá/Israel (Eze 1:1-28; Eze 2:1-10; Eze 3:1-27; Eze 4:1-17; Eze 5:1-17; Eze 6:1-14; Eze 7:1-27; Eze 8:1-18; Eze 9:1-11; Eze 10:1-22; Eze 11:1-25; Eze 12:1-28; Eze 13:1-23; Eze 14:1-23; Eze 15:1-8; Eze 16:1-63; Eze 17:1-24; Eze 18:1-32; Eze 19:1-14; Eze 20:1-49; Eze 21:1-32; Eze 22:1-31; Eze 23:1-49; Eze 24:1-27)
A. El llamado y la comisión de Ezequiel al ministerio profético (Eze 1:1-28; Eze 2:1-10; Eze 3:1-27)
B. Señales y visiones de aflicción para Israel/Judá (Eze 4:1-17; Eze 5:1-17; Eze 6:1-14; Eze 7:1-27; Eze 8:1-18; Eze 9:1-11; Eze 10:1-22; Eze 11:1-25)
1. Dramatización de la caída de Jerusalén (Eze 4:1-17; Eze 5:1-17)
2. Proclamación de juicio contra los montes de Israel (Eze 6:1-14)
3. Sonido de la alarma para la tierra de Israel (Eze 7:1-27)
4. Visión de la profanación del templo (Eze 8:1-18; Eze 9:1-11; Eze 10:1-22; Eze 11:1-25)
C. Colección de oráculos de juicio contra Israel (Eze 12:1-28; Eze 13:1-23; Eze 14:1-23; Eze 15:1-8; Eze 16:1-63; Eze 17:1-24; Eze 18:1-32; Eze 19:1-14; Eze 20:1-49; Eze 21:1-32; Eze 22:1-31; Eze 23:1-49; Eze 24:1-27)
1. Señales de los tiempos (Eze 12:1-20)
2. Profecía: Lo verdadero y lo falso (Eze 12:21-28; Eze 13:1-23; Eze 14:1-11)
3. El alto precio de la traición (Eze 14:12-23; Eze 15:1-8)
4. La esposa adúltera: Pisotear la gracia de Dios (Eze 16:1-63)
5. Mensaje de pecado y castigo (Eze 17:1-24; Eze 18:1-32; Eze 19:1-14; Eze 20:1-49; Eze 21:1-32; Eze 22:1-31)
A. El águila y la vid: Fábula (Eze 17:1-24)
B. Discusión sobre la justicia de Dios (Eze 18:1-32)
C. Lamento por la dinastía davídica (Eze 19:1-14)
D. Nuevo relato de la historia sagrada (Eze 20:1-44)
E. La espada vengadora del Señor (Eze 20:45-49; Eze 21:1-32)
F. ¡Ay de la sanguinaria ciudad! (Eze 22:1-31)
6. ¡Oh, Ahola! ¡Oh, Aholiba! (Eze 23:1-49)
7. La olla hirviente (Eze 24:1-14)
8. El fin de una era (Eze 24:15-27)
II. Mensajes de esperanza y restauración para Judá/Israel (Eze 25:1-17; Eze 26:1-21; Eze 27:1-36; Eze 28:1-26; Eze 29:1-21; Eze 30:1-26; Eze 31:1-18; Eze 32:1-32; Eze 33:1-33; Eze 34:1-31; Eze 35:1-15; Eze 36:1-38; Eze 37:1-28; Eze 38:1-23; Eze 39:1-29; Eze 40:1-49; Eze 41:1-26; Eze 42:1-20; Eze 43:1-27; Eze 44:1-31; Eze 45:1-25; Eze 46:1-24; Eze 47:1-23; Eze 48:1-35)
A. Mensajes de esperanza negativos: Los oráculos contra las naciones extranjeras (Eze 25:1-17; Eze 26:1-21; Eze 27:1-36; Eze 28:1-26; Eze 29:1-21; Eze 30:1-26; Eze 31:1-18; Eze 32:1-32)
1. Oráculos de juicio: Sobre las seis naciones (Eze 25:1-17; Eze 26:1-21; Eze 27:1-36; Eze 28:1-23)
A. Oráculos breves contra los vecinos de Israel (Eze 25:1-17)
B. Oráculos de Ezequiel contra Tiro (Eze 26:1-21; Eze 27:1-36; Eze 28:1-19)
2. El plan del Señor para las naciones (Eze 28:20-26)
3. Oráculos de juicio sobre Egipto (Eze 29:1-21; Eze 30:1-26; Eze 31:1-18; Eze 32:1-32)
B. El fin de una era (Eze 33:1-33)
1. La convocación final (Eze 33:1-20)
2. La palabra final (Eze 33:21-22)
3. La disputa final: Afirmación de nuestros reclamos (Eze 33:23-29)
4. La vindicación final (Eze 33:30-33)
C. Mensajes positivos de esperanza para Israel: El evangelio según Ezequiel (Eze 34:1-31; Eze 35:1-15; Eze 36:1-38; Eze 37:1-28; Eze 38:1-23; Eze 39:1-29; Eze 40:1-49; Eze 41:1-26; Eze 42:1-20; Eze 43:1-27; Eze 44:1-31; Eze 45:1-25; Eze 46:1-24; Eze 47:1-23; Eze 48:1-35)
1. Proclamación de las buenas nuevas: “¡Estad quietos y ved la salvación del Señor!” (Eze 34:1-31; Eze 35:1-15; Eze 36:1-38; Eze 37:1-28; Eze 38:1-23; Eze 39:1-29)
A. La salvación del rebaño del Señor (Eze 34:1-31)
B. La restauración de la tierra del Señor (Eze 35:1-15; Eze 36:1-15)
C. La restauración del honor del Señor (Eze 36:16-38)
D. La resurrección del pueblo del Señor (Eze 37:1-14)
E. La renovación del pacto del Señor con Israel (Eze 37:15-28)
F. La garantía de la protección del Señor sobre Israel (Eze 38:1-23; Eze 39:1-29)
2. Contemplando las buenas nuevas: “¡Estad quietos y ved el regreso del Señor!” (Eze 40:1-49; Eze 41:1-26; Eze 42:1-20; Eze 43:1-27; Eze 44:1-31; Eze 45:1-25; Eze 46:1-24; Eze 47:1-23; Eze 48:1-35)
A. El nuevo templo (Eze 40:1-49; Eze 41:1-26; Eze 42:1-20; Eze 43:1-11)
B. La nueva Torá (Eze 43:12-27; Eze 44:1-31; Eze 45:1-25; Eze 46:1-24)
C. La nueva tierra (47:1–48:29)
D. La nueva ciudad (48:30-35)

Daniel I. Block

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