Apocalipsis 4:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Dicen estos versículos en la NVI: «Después de esto, miré y vi ante mis ojos una puerta que estaba abierta en el cielo. Y la voz que había oído primeramente hablándome como una trompeta, me dijo: Sube acá y yo te mostraré lo que ha de suceder después de esto . Al punto fui arrebatado en espíritu (o fui en el Espíritu), y delante de mí había un trono en el cielo, con alguien sentado en él. Y el que estaba sentado allí tenía el aspecto del jaspe y de la cornalina. Un arco iris, semejante a una esmeralda, circundaba el trono».

1. «Después de esto» (gr. metá taúta) significa, obviamente, «después de las cosas que acabo de ver». Ahora bien, tómese como se quiera la historia de la Iglesia representada en las siete iglesias de los capítulos Apo 2:1-29 y Apo 3:1-22 (ya sea en sentido horizontal continuo o en sentido vertical histórico), es cosa segura que la época de la dispensación de la Iglesia ha quedado atrás. Walvoord (ob. cit., pág. 103) hace notar que «el vocablo iglesia, tan prominente en los capítulos Apo 2:1-29 y Apo 3:1-22, no vuelve a salir hasta Apo 22:16, aunque la Iglesia está indudablemente a la vista, como esposa del Cordero, en Apo 19:7». Esto se corrobora con la visión de los veinticuatro ancianos, como veremos luego.

2. Lo que vio entonces Juan fue «una puerta que estaba abierta en el cielo». Esto nos recuerda lugares como Eze 1:1; Mar 1:10; Jua 1:51; Hch 7:56. Recordemos que los antiguos, incluidos los judíos, se imaginaban el cielo como una bóveda inmensa, metálica, por cuyas compuertas bajaban «las aguas de arriba» (v. Gén 1:6, Gén 1:7; Gén 7:11; Gén 8:2). De ahí, el sentido (claro en el original hebreo) de Sal 144:5: «Oh Jehová, inclina tus cielos y desciende …»; es como una puerta que se abre de arriba abajo y por la cual descendía Dios, como desde una rampa de lanzamiento. Pero ahora, esta puerta daba acceso, no al compartimiento superior de las aguas, sino al mismo cielo empíreo, donde se hallaba el trono de Dios.

3. «Y la voz que había oído primeramente (v. Apo 1:10) hablándome como una trompeta, me dijo (lit. decía, puesto que el verbo está en participio de presente)» continúa Juan (v. Apo 4:1). Juan oye una voz que puede reconocer de inmediato: Es la misma que le había hablado al principio de la visión y era tan fuerte que le sonaba como la voz de una gran trompeta (gr. sálpingos, el mismo vocablo de Apo 1:10). Era, pues, la voz del Señor Jesucristo, como en el capítulo Apo 1:1-20.

4. La voz del que hablaba con Juan le dijo (v. Apo 4:1): «Sube acá y yo te mostraré lo que ha de suceder después de esto» (NVI). De nuevo hallamos la expresión griega metá taúta al final del versículo. Juan es invitado a asistir en el cielo al consejo de Dios. Dice Bruce (ob. cit., pág. 1.687): «En la profecía del Antiguo Testamento sólo pueden aprender los propósitos divinos los que son admitidos al consejo de Jehová para ver y oír su palabra; entonces se hallan en posición de proclamar confiadamente lo que Él quiere hacer (Jer 23:18, Jer 23:22). Así es como Juan aprende el curso de los sucesos venideros, al ser arrebatado en éxtasis al cielo».

5. Juan obedece a la voz que le hablaba (v. Apo 4:2): «Al punto fui arrebatado en el espíritu», es decir, cayó en un éxtasis, como había caído anteriormente (Apo 1:10). Dos veces más (Apo 17:3; Apo 21:10) se menciona este éxtasis en este libro y cada vez parece ser más profundo el éxtasis a que Juan se refiere. Por tanto, el de este versículo es más profundo que el de Apo 1:10, por cuanto son también más profundas (escatológicas) las cosas que a Juan se le van a revelar ahora. La misma localización corrobora esto, pues en Apo 1:10 el apóstol se sentía todavía en Patmos, pero ahora se contempla a sí mismo, en la visión del éxtasis, en la presencia misma de Dios.

6. Lo primero que Juan vio, en su éxtasis, en el cielo fue «un trono … con alguien sentado en él» (v. Apo 4:2). Esto merece un análisis especial:

(A) De las 62 veces en que sale en el Nuevo Testamento el vocablo «trono», 47 son salidas de la pluma de Juan. Es curioso que el libro comienza ya con el trono (Apo 1:4); las cartas a las iglesias terminan con el trono (Apo 3:21 dos veces ); ahora, la nueva visión comienza también con el trono (¡y se halla nada menos que 17 veces en los caps. Apo 4:1-11 y Apo 5:1-14!)

(B) Esta idea del «trono» de Dios arranca especialmente de Dan 7:9. El trono es símbolo de gobierno y de poder. Esto asemeja la visión de Juan a la de Moisés (Éxo 19:9, Éxo 19:19), a la de Isaías (Isa 6:5) y a la de Ezequiel (Eze 1:26-28), aunque las mayores semejanzas son con esta última. El trono ocupa el lugar que la shekinah ocupaba en el Lugar Santísimo y, en el contexto de los capítulos Apo 4:1-11 y Apo 5:1-14, es símbolo del poder absoluto con que Dios gobierna y controla, aun durante la Gran Tribulación, todo lo que en la tierra está ocurriendo. La visión de la gloria majestuosa de Dios precede así a la visión de todo lo que va a suceder desde Apo 6:1 en adelante. A continuación, Juan va a describir (v. Apo 4:3) al que estaba sentado en el trono.

7. Dice el versículo Apo 4:3: «Y el que estaba sentado allí tenía el aspecto del jaspe y de la cornalina. Un arco iris, semejante a una esmeralda, circundaba el trono» (NVI).

(A) Aunque la visión de Juan es semejante a la de Ezequiel, hallamos ya una de las diferencias más significativas: Eze 1:26-28 presenta a Jehová en el trono como «una semejanza que parecía de hombre sentado sobre él etc.». Pero Juan evita atribuir a Dios forma alguna humana, y dice que «el que estaba sentado allí tenía el aspecto del jaspe y de la cornalina». En vez de compararlo a una figura humana, Juan lo compara a dos piedras preciosas de profundo simbolismo en su color y en su forma:

(a) La primera y última de las doce piedras preciosas que llevaba el sumo sacerdote en el pectoral era una piedra sárdica y un jaspe (Éxo 28:17-20). El jaspe, que aquí se menciona en primer lugar, es una piedra preciosa translúcida, de dureza diamantina, como el cristal de roca; transparente, como símbolo de santidad y clarividencia; duro, hasta el extremo de quebrar todas las resistencias, y parecido en esto al «fuego consumidor» (Heb 12:29).

(b) La piedra sárdica o cornalina es roja, símbolo aquí de la ira de Dios en el juicio que se prepara contra los rebeldes. En Éxo 28:17 figuraba en primer lugar, y representaba la tribu de Rubén, mientras que el jaspe figuraba en último lugar, y representaba la tribu de Benjamín. Como observa Walvoord (ob cit., pág. 104), «aunque el jaspe podría referirse a la pureza de Dios y la cornalina a Su propósito redentor, según el Antiguo Testamento, estas piedras estaban relacionadas con las tribus de Israel». También en los sellados de Apo 7:3-8, la tribu de Rubén aparece en cabeza (aunque detrás de Judá), y la de Benjamín en último lugar; por lo que puede deducirse que la colocación del jaspe delante de la cornalina en este versículo no tiene ninguna significación de precedencia entre las tribus, sino, probablemente, la conjunción de ambas piedras bajo un solo denominador común de lítho (piedra) que las precede.

(B) Lo mismo que en Eze 1:28, el arco iris que se menciona en la segunda parte del versículo Apo 4:3, se diferencia del arco iris natural en dos detalles:

(a) El arco iris natural consta de siete colores; en cambio, éste es comparado a la esmeralda, piedra de color verde (símbolo de la esperanza), que nos habla de la misericordia divina. En Gén 9:13, el arco iris era la señal del pacto de Dios con la humanidad, después del tremendo castigo infligido por medio del Diluvio. En la ira, Dios se acuerda de la misericordia (Hab 3:2).

(b) El arco iris natural forma una media circunferencia, cerrada por arriba abierta por abajo, porque Dios nunca quebranta sus pactos, pero los hombres sí. En cambio, este otro arco iris forma una completa circunferencia, para dar a entender que la fidelidad inquebrantable de Dios domina todas las resistencias, rebeldías e infidelidades.

(C) Para corresponder en adoración a esta visión de santidad y de misericordia (precisamente como preludio a los juicios de Dios), nada mejor que entonar todo el Salmo 97, así como el comienzo del 99: «Jehová reina; temblarán los pueblos; Él está sentado sobre los querubines, se estremecerá la tierra …».Va a ser ahora cuando se manifestará que Dios y no el diablo, va a dominarlo todo en el Universo (v. el comentario a dichos salmos).

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