Versículos Bíblicos

Dos personas estudiando versículos sobre el evangelismo personal

37 Versículos Poderosos Para El Evangelismo Personal

0
Textos Maravillosos de La Biblia Para El Evangelismo Personal Hoy día recordé a un momento en mi vida que marcó un antes y un después...

Árticulos Nuevos

versiculos-biblicos-claves-de-la-biblia-cuadro

66 Versículos Bíblicos Claves Para Cada Libro de la Biblia: Cuadro...

0
Versículos Importantes De Todos Los Libros de La Biblia: Desde Génesis a Apocalipsis (Tabla Informativa) Antes de presentarte el cuadro, dejame contarte una historia: Hace...
Figura en manto azul con texto sobre la traducción de un término asociado con María

María: ¿Una Virgen o Una Mujer Joven? ¿Cuál es la traducción...

0
Hoy quiero hablar e intentar explicar uno de los pasajes más importantes y discutidos de toda la Biblia: Me refiero al versículo de Isaías...


Ester 8 - Biblia Castilian 2003

Decreto de Asuero a favor de los judíos

1.

2. El rey se quitó el anillo del que hab a despojado a Amán y se lo entregó a Mardoqueo. Y Ester puso a Mardoqueo al frente de la hacienda de Amán.

3. Ester volvió para hablar en presencia del rey: cayó a sus pies, se echó a llorar y le suplicó que apartara la maldad y el proyecto que Amán, el de Agag, hab a concebido contra los jud os.

4. El rey extendió hacia Ester el cetro de oro. Ester se levantó, se quedó de pie en presencia del rey,

5. y le dijo: "Si al rey le parece bien y si cuento con su favor, si la petición le parece justa al rey y yo soy agradable a sus ojos, que se escriba para que sean revocadas las cartas y los proyectos que Amán, hijo de Hamdatá, el de Agag, escribió para exterminar a los jud os que se encuentran en todas las provincias del rey.

6. Porque, ¿cómo podré yo contemplar la desgracia que va a caer sobre mi pueblo? ¿Cómo podré yo ver el exterminio de mi raza?".

7. El rey Asuero dijo a la reina Ester y al jud o Mardoqueo: "Ved que he dado a Ester la hacienda de Amán, al que ya han colgado de la horca, por haber extendido su mano contra los jud os.

8. Escribid vosotros mismos sobre el asunto de los jud os como bien os parezca, en nombre del rey, y selladlo con el anillo real; pues documento escrito en nombre del rey y sellado con el anillo real no puede ser revocado".

9. Llamaron, pues, a los secretarios del rey en aquel momento, en el tercer mes, que es el mes de siván, el veintitrés del mismo, y siguiendo las instrucciones de Mardoqueo, escribieron a los jud os, a los sátrapas, a los gobernadores y a los grandes de las provincias, desde la India hasta Etiop a, o sea, a las ciento veintisiete provincias; a cada provincia según su escritura, y a cada pueblo según su lengua, y a los jud os según su escritura y según su lengua.

10. Escribieron en nombre del rey Asuero, lo sellaron todo con el anillo del rey y enviaron las cartas por medio de correos montados en los rápidos caballos de las caballerizas reales.

11. Por estas cartas conced a el rey a los jud os de cualquier ciudad autorización para reunirse y defender sus vidas, para destruir y matar y exterminar a todas las gentes de cualquier pueblo o provincia que los hostigara, incluso a ni os y mujeres y para apoderarse de sus bienes como bot n.

12. Y esto en un mismo d a, en todas las provincias del rey Asuero, el trece del mes duodécimo, que es el mes de Adar. (12a) La copia de la carta es como sigue: (12b) El gran rey Asuero, a los sátrapas de las ciento veintisiete provincias comprendidas desde la India hasta Etiop a, y a cuantos sienten afecto por nuestras cosas, salud. (12c) Hay muchos hombres que, cuanto más singulares honores reciben de la extremada benevolencia de sus bienhechores, tanto más se ensoberbecen. Y no sólo buscan hacer da o a nuestros súbditos, sino que, incapaces de sobreponerse a su insolencia, intentan conspirar contra sus mismos bienhechores. (12d) Y no sólo hacen que desaparezca la gratitud de entre los hombres, sino que, engre dos por la presunción, como la de aquellos que no tienen sentimiento del bien, piensan que podrán escapar a la justicia de Dios, que todo lo ve y que aborrece el mal. (12e) Con frecuencia, incluso a muchos de los constituidos en autoridad, el consejo de amigos a quienes confiaron la administración de los negocios los hizo cómplices de sangre inocente y los envolvió en desgracias irreparables, (12f) por haber enga ado estos amigos, con mentirosos y perversos razonamientos, la sincera nobleza de sentimientos de los soberanos. (12g) As podemos comprobarlo, no sólo por las historias antiguas a las que hemos aludido, sino también con lo que sucede en el presente, viendo las impiedades que cometen esa peste de los que ejercen indignamente el poder. (12h) Por consiguiente, procuraremos mirar en lo sucesivo por la tranquilidad y la paz del reino en favor de todos los hombres, (12i) recurriendo a cambios oportunos y juzgando siempre con discreta benevolencia los asuntos que se nos presenten. (12k) Amán, hijo de Hamdatá, macedonio, extra o realmente a la sangre de los persas, y muy indigno de nuestra benignidad, después de haber sido acogido como huésped por nosotros, (12l) fue objeto de la benevolencia que tenemos para con todas las gentes, y en tanto grado que fue proclamado como padre nuestro, jefe reverenciado por todos con la postración, llegando a ser el segundo personaje del trono real. (12m) Pero cegado por su encumbramiento, trató de privarnos del poder y de la vida; (12n) y, además, con toda suerte de falacias e intrigas, pidió la muerte de nuestro salvador y constante bienhechor Mardoqueo, la de la irreprochable consorte de nuestra realeza, Ester, y la de todo su pueblo. (12o) Con estos manejos, después de privarnos de ellos, pretend a apoderarse de nosotros y transferir el imperio de los persas a los macedonios. (12p) Pero nosotros hemos averiguado que los jud os, entregados al exterminio por este tres veces criminal, no sólo no son malhechores, sino que se gobiernan por leyes just simas; (12q) que son hijos del Alt simo, del gran Dios vivo, que dirige el reino en provecho nuestro y en el de nuestros padres en el más floreciente estado. (12r) As que haréis muy bien no dando cumplimiento a las cartas enviadas por Amán, hijo de Hamdatá, por cuanto que su autor ha sido colgado de un madero con toda su familia a las puertas de Susa: merecido castigo que as, sin tardanza, le ha dado el Dios que domina todas las cosas. (12s) Fijad en público en todo lugar una copia de esta carta, y dejad que los jud os se rijan libremente por sus propias leyes; prestadles vuestro apoyo para que rechacen a los que se lanzaren contra ellos en el tiempo de la tribulación, que será el d a trece del duodécimo mes de adar en ese mismo d a. (12t) Porque el Dios que todo lo domina, ha hecho de él, en vez de d a de exterminio de la raza elegida, un d a de alegr a para ellos. (12u) Por lo mismo, también vosotros, jud os, entre vuestras fiestas oficiales celebrad con toda clase de regocijos este d a se alado, de suerte que ahora y en el futuro ese d a sea salvación para nosotros y para quienes se muestran afectos a los persas; y sea a la vez recuerdo del exterminio de quienes conspiran contra nosotros. (12x) Toda ciudad o provincia entera que no actúe en conformidad con esto será devastada con todo rigor a lanza y fuego. Y no sólo quedará inhabitable para los hombres, sino que aun para las fieras y para las aves será detestable para siempre.

13. Una copia de este escrito deb a ser promulgada como ley en cada provincia y dada a conocer a todos los pueblos. Los jud os deb an estar preparados en aquel d a para vengarse de sus enemigos.

14. Los correos, montados en los rápidos caballos de las caballerizas reales, salieron a toda prisa y a toda velocidad en virtud del mandato del rey. La ley fue promulgada también en la ciudadela de Susa.

15. Mardoqueo salió de la presencia del rey con vestidura real, morada y blanca, con una gran corona de oro y un manto de lino y de púrpura; y la ciudad de Susa se alegró y se regocijó.

16. Para los jud os hubo felicidad y júbilo, alegr a y gloria.

17. En cada provincia y en cada ciudad, dondequiera llegaba la orden del rey y su edicto, hab a entre los jud os regocijo y alegr a, banquete y d a de fiesta. Muchos de los habitantes del pa s se hicieron jud os, porque el temor a los jud os se hab a apoderado de ellos. En el duodécimo mes, que es el mes de Adar, el d a trece del mes, cuando deb an ser ejecutados la orden del rey y su edicto, en ese d a en que los enemigos de los jud os esperaban adue arse de ellos, la situación experimentó un vuelco radical, pues fueron los jud os quienes se adue aron de los que los odiaban.