Daniel 7:9 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Para que los siervos de Dios no tiemblen ante la perspectiva que la cuarta bestia presenta, los versículos que siguen tienen por objeto consolarles con el pensamiento de que Dios está sentado en Su trono, y llegará un día en que el Mesías derrotará a todos sus enemigos (comp. con Apo 19:11-21). Tres cosas se nos dicen aquí que sirven de ánimo a todos los hijos de Dios en general, pero muy especialmente a los que vivan en el tiempo de la Gran Tribulación:

1. Que hay un gran Juicio por venir, y Dios será el Gran Juez (vv. Dan 7:9, Dan 7:10). Ahora los hombres tienen su día. Al fin de los tiempos, el dominio del mal, con el imperio del Anticristo, que habrá recibido su poder del propio Satanás (siempre bajo el control directo de Dios), se hará sentir con mayor fuerza y extensión todavía, pero tenemos al comienzo del versículo Dan 7:9 un «hasta» que acaba con dicho poder. El plural «tronos» da idea de «una corte celestial en sesión» (Young). Los autores de la obra Search the Scriptures son más explícitos: «Son los tronos de los ángeles que asisten en el juicio (cf. Apo 4:4)». En el trono central se sienta Dios. Véase cómo se le describe:

(A) «Anciano de (muchos) días» es una expresión que designa a Dios como Juez Eterno (comp. con Isa 57:15); el mismo simbolismo ofrece la expresión (v. Dan 7:9), «y el pelo de su cabeza como lana limpia», es decir, blanca (comp. Isa 1:18, al final).

(B) «Cuyo vestido era blanco como la nieve», lo que simboliza su santidad y pureza infinitas (comp. con 1Jn 1:5).

(C) «Su trono, llama de fuego; y las ruedas del mismo, fuego ardiente» son frases que nos recuerdan inmediatamente la visión de Ezequiel (Eze 1:15, Eze 1:16. Comp. también con Éxo 3:2; Deu 4:24; 1Ti 6:16; Heb 12:29; Apo 1:14, Apo 1:15).

(D) «Un río (v. Dan 7:10) de fuego procedía y salía de delante de Él» (comp. con Sal 18:8; Sal 50:3; Sal 97:3; Isa 30:27, Isa 30:33); es el fuego que destruye a sus enemigos: «Fuego irá delante de Él, y abrasará a sus enemigos alrededor» (Sal 97:3).

(E) «Millares (v. Dan 7:10) de millares le servían, y miríadas de miríadas asistían delante de Él». Este ejército celestial, tan numeroso, nos trae a la memoria el pasaje de 1Re 22:19, así como el de 2Re 6:16, 2Re 6:17. La numeración que aquí se nos da de los ángeles es la misma de Apo 5:11, con la única diferencia de que en Apocalipsis el orden está a la inversa: primero figuran las miríadas y después los millares.

(F) Las frases finales del versículo Dan 7:10 dicen así, conforme al original: «La corte se sentó, y los libros fueron abiertos» (comp. con Apo 20:11-15). Leupold (citado por Carballosa) da de la primera frase una excelente traducción, que aclara el sentido: «El tribunal entró en sesión».

2. Que los crueles enemigos del pueblo de Dios serán abatidos a su debido tiempo (vv. Dan 7:11, Dan 7:12). Esto es representado aquí:

(A) En la destrucción de la cuarta bestia. Dios contiende con ella con toda justicia (v. Dan 7:11) por «las grandes palabras que hablaba el cuerno» (comp. con los vv. Dan 7:8, Dan 7:20), en desafío a Dios. Antíoco IV Epífanes, Julián el Apóstata, Agripa I y otros monarcas han tenido una muerte miserable por hablar grandes cosas, ya por haber blasfemado de Dios o por tenerse a sí mismos por iguales a Dios; pero aquí se trata específicamente del Anticristo, como aclara todo el contexto posterior, comparado con Apocalipis Apo 13:5-7; Apo 19:20; Apo 20:10. Estos dos últimos lugares confirman, en efecto, que ésta es la bestia-cuerno que se menciona en el versículo Dan 7:11: «hasta que mataron a la bestia, y su cuerpo fue destrozado y arrojado al fuego para que se quemase».

(B) En la destrucción conjunta de las otras tres bestias (v. Dan 7:12, comp. con Dan 2:34, Dan 2:35). La segunda parte de dicho versículo Dan 7:12, «pero les había sido prolongada la vida hasta cierto tiempo», ha causado perplejidad a muchos autores. Por ejemplo, dice Alonso Díaz: «Las otras bestias siguen con vida hasta un tiempo determinado. Hay una diferencia respecto a la visión análoga del capítulo Dan 2:1-49, donde los reinos representados por metales eran totalmente destruidos a la aparición de la piedrecilla desprendida del monte». Es precisamente esta analogía la que nos obliga a examinar con precaución el versículo Dan 7:12, a la luz de los lugares paralelos de Apocalipsis capítulos Apo 13:1-18, Apo 19:1-21 y Apo 20:1-15. La única explicación válida es que, como dice Walvoord, «evidentemente, las tres primeras (bestias) continúan sobreviviendo, en otra forma, en el reino que las sustituye. De aquí lo de habían quitado también a las otras bestias su dominio, pero les había sido prolongada la vida por una sazón y un tiempo . Esto es corroborado por la imagen del capítulo Dan 2:1-49, como afirma Driver: la imagen entera permanece intacta hasta que la piedra cae en los pies (que representa el cuarto y último reino), cuando toda ella es abatida juntamente ».

3. Que el reino del Mesías será establecido tras de la derrota de la cuarta bestia. Daniel ve esto en la visión, para consuelo suyo y de sus amigos.

(A) El Mesías es llamado aquí «hijo de hombre» (no «el Hijo del Hombre»). Dice Alonso Díaz: «A las bestias que proceden del abismo se contrapone una especie de figura humana que viene con las nubes del cielo». Sin embargo, basta repasar una buena Concordancia para percatarse de las muchísimas veces que el propio Señor Jesucristo se atribuye a sí mismo el título el Hijo del Hombre. Hay dos lugares especialmente notables por la conexión que guardan con Dan 7:13, Dan 7:14: (a) Jua 5:27, donde Jesús dice que «también le dio (el Padre a Él) autoridad de ejecutar juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre». Recordemos que, en esta porción del capítulo Dan 7:1-28 de Daniel, estamos ante un juicio (v. Dan 7:10), y veremos que en los versículos Dan 7:13 y Dan 7:14 es el Padre (el «Anciano de muchos días») el que otorga al «hijo de hombre» dominio, gloria, etc. (b) En Mat 26:64, el Señor declara ante el sanedrín: «… veréis al Hijo del Hombre … viniendo sobre las nubes del cielo» (comp. con Hch 1:9, Hch 1:11).

(B) El reino del Mesías, del hijo de hombre, es descrito (v. Dan 7:14) como un «dominio eterno, que nunca pasará, y su reino, un reino que no será destruido jamás». El Dr. Pentecost (citado por Carballosa) dice a este respecto: «El amileniarista ve un conflicto aquí e insiste en que la eternidad del reino de Cristo no permite sitio alguno para un reinado terrenal de mil años. La razón por la que Calvino rechazó el punto de vista premilenial fue su concepto de que un reinado de mil años anularía el reino eterno de Cristo». Dos observaciones bastarán para hacer notar la equivocación sufrida por Calvino en este punto:

(a) La primera intención del versículo Dan 7:14 es hacer notar que, al contrario que todos los reinos anteriores que han sido dominados por un poder más fuerte que los ha subyugado, los ha destruido como tales reinos y se ha constituido en sucesor de ellos, este reino del hijo de hombre no será destruido ni dominado por ningún otro poder y, por tanto, no será sucedido ni sustituido por ningún otro reino en este mundo. En este sentido permanece para siempre un reino, o cualquier otra cosa, que dura mientras dure el presente cosmos u orden de cosas, «hasta la consumación de los siglos».

(b) Como el mismo Dr. Pentecost hace, un repaso a 1Co 15:24-28 nos aclara definitivamente las dudas que respecto a esto puedan surgir. En efecto, el apóstol dice allí que Cristo «entregará el reino al Dios y Padre». Ese día será el fin del reino mesiánico milenario en la tierra y el comienzo del reinado eterno de Cristo por toda la eternidad. En efecto, mientras no se haya librado la última batalla contra el mal y Satanás no haya sido definitivamente derrotado (¡después del Milenio! v. Apo 20:7-10), Cristo no entregará el reino al Padre (v. de nuevo 1Co 15:24-28), pues todavía estará el mal actuando en el corazón de los hombres y en los propósitos de Satanás. Una vez congregados en el cielo los frutos del reino histórico de Cristo, Dios será todo en todos sin la necesidad de que actúe todavía el Mediador. Cristo no necesitará regir, pues ya no habrá nada que corregir; más bien que el reino de Cristo, lo que permanecerá por toda la eternidad es la realeza de Cristo. En cuanto a dos lugares que se citan en apoyo del reino eterno del Mesías (Apo 11:15 y 1Ti 1:17), la opinión de este traductor es que el primero se refiere al reinado mesiánico milenario, según la explicación que acabo de hacer en el punto anterior (a); en cuanto al segundo, el «Rey de los siglos» no es Jesucristo, sino Dios el Padre (comp. con Rom 16:27; 1Ti 6:16 y Jud. v. Jud 1:25), el que, como dice Alan G. Nute, «en Su soberanía, está llevando a cabo Sus designios redentores a lo largo de todas las edades».

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