Filipenses 1:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Pablo estaba preso en Roma cuando escribía esta Epístola. Esto podía ser un tropiezo para quienes habían recibido el Evangelio por ministerio de él, ya que sentirían la tentación de avergonzarse por compartir sus ideas religiosas, no fuese que también ellos se viesen implicados en la misma aflicción que él padecía. Para que nadie se eche atrás ante «el escándalo de la Cruz», Pablo va a declarar las maravillas de la química divina al extraer de un mal como era su propio confinamiento un bien tan grande como la extensión del Evangelio.

1. Es cierto que padecía a manos de los enemigos jurados del Evangelio, pero esto no debía servir de ningún tropiezo a los creyentes (v. Flp 1:12): «Quiero que sepáis, hermanos, que las cosas que me han sucedido (lit. las cosas concernientes a mí) han redundado más bien para el progreso del evangelio». En ese «quiero (gr. boúlomai, el verbo fuerte para expresar voluntad decidida) que sepáis», se nota el interés del apóstol por quitar a sus lectores toda preocupación por la situación en que él se hallaba; como diciéndoles: «Mirad, lo que me ha ocurrido, lejos de impedir el progreso del Evangelio, lo ha promovido y acelerado». De dos maneras había obtenido su encarcelamiento este resultado favorable:

(A) Primero, hacia los de fuera (v. Flp 1:13): «hasta el punto de que mis cadenas se han hecho manifiestas en Cristo en todo el pretorio y a todos los demás» (lit.). No cabe duda de que habría en Roma otros prisioneros que habrían apelado al César, pero el caso de Pablo era único: él no se hallaba allí por ningún motivo político, ni por ningún crimen ni por alterar la paz del Imperio; era manifiesto, evidente a todos, que sus cadenas se debían a su condición de fiel seguidor de Cristo y de valiente proclamador del misterio. Esto se sabía, no sólo en todo el pretorio, es decir, entre los oficiales del cuartel general de la guardia pretoriana y del ejército (no del palacio del César), sino también entre todos los demás que, en la capital del Imperio, se enteraban del caso del apóstol. Sus mismas cadenas eran el mensaje más elocuente.

(B) Después, hacia los de dentro (v. Flp 1:14): «y (hasta el punto de que) la mayoría de los hermanos, alentados (gr. pepoithótas, el mismo vocablo con que comienza el v. Flp 1:6, aunque ahora en plural y en acusativo) en el Señor por mis cadenas, se atreven más abundantemente a hablar sin miedo la palabra» (lit.). La mayoría de los creyentes que se hallaban en Roma, al ver la forma en que Pablo llevaba aquellas cadenas por amor a Cristo y por la causa del Evangelio, en lugar de avergonzarse, de cesar en la proclamación del Evangelio y en las alabanzas al Señor, se mostraban mucho más valientes y atrevidos para dar a conocer constantemente (el verbo hablar está en presente) el mensaje cristiano. El gozo de Pablo en circunstancias externas tan poco propicias para la alegría les alentaba a ellos a sufrir por el mismo Maestro que tales consuelos otorga a los que padecen por Él. Si llegaba a ocurrir que les llevaban del púlpito a la cárcel, de buena gana irían, pues allí habrían de hallarse en tan buena compañía.

2. También padecía por parte de falsos amigos, lo cual era más triste, pero tampoco esto le arredraba (vv. Flp 1:15-18). Estos versículos son prueba evidente de la extraordinaria magnanimidad y pureza de intención del apóstol.

(A) Entre los que, durante el encarcelamiento de Pablo, se dedicaban a la predicación del Evangelio, no todos obraban con la misma pureza de intención que el apóstol. Dice Lenski: «Todo ese oro que suponía el hablar intrépidamente de la Palabra en Roma no estaba libre de escoria. Ahora debemos recordar el versículo Flp 1:10, la oración de Pablo para que los filipenses pudieran ser puros y sin ofensa ». Comoquiera que Pablo no podía extender mucho el ámbito de su predicación, al estar encarcelado, otros («hermanos», v. Flp 1:14 ) suplían de algún modo la ausencia del apóstol, incluso en Roma, al proclamar también el Evangelio. Pero no todos predicaban con la misma pureza de intención; la NVI da el orden correcto de los versículos Flp 1:16, Flp 1:17.

(a) «Cierto que algunos predican a Cristo por envidia y rivalidad» (v. Flp 1:15). Detalla un poco más el motivo de éstos en el versículo Flp 1:17: «Los primeros predican a Cristo por ambición egoísta, no sinceramente, pensando que aumentan mis dificultades mientras estoy encadenado». Éste es un fenómeno que se ha dado en todas las épocas de la Iglesia. Estos predicadores se aprovechaban de la situación de Pablo para tratar de brillar ellos mismos con el intento de mostrar que Pablo no era el único predicador dotado de las mejores cualidades para ese ministerio. Dice Lenski: «Muchos individuos de este tipo han aparecido en la Iglesia, llenos de envidia porque Dios ha dado a otros mayores dones y puestos de mayor influencia. Sienten como una estocada en su interior, al ver reducirse su autoridad y el número de sus seguidores, y por tanto critican, encuentran fallas y levantan polémicas. No es maravilla que hubiera algunos de ésos en Roma».

(b) «Pero otros de buena voluntad. Estos últimos lo hacen en amor sabiendo que estoy puesto aquí para defensa del Evangelio» (vv. Flp 1:15, Flp 1:16). No todos predicaban llevados de la ambición personal y de la envidia. Había también quienes predicaban el Evangelio de buena voluntad, con rectitud de intención y de buen grado, por amor a Cristo y por amor, también, al apóstol, sintiéndose santamente orgullosos de ser sus colaboradores en la misma viña del Señor (1Co 3:5-9). Éstos se percataban de que Pablo estaba puesto por Dios para defensa (gr. apologuían, el mismo vocablo de 1Pe 3:15) del Evangelio. Hay quienes opinan que «puesto» indica «puesto en cadenas» (comp. con el v. Flp 1:7, que reúne ambos aspectos), pero es más probable la primera interpretación.

(B) La reacción de Pablo es digna del gran apóstol (vv. Flp 1:18-20). Los que predicaban a Cristo por envidia se equivocaban de puerta, como solemos decir. «Comprendían mal al hombre que intentaban afligir» (Lenski). Veamos esos tres versículos en la NVI: «Pero, ¿qué importa? Lo importante es que en cualquier caso, ya sea por motivos falsos o verdaderos, Cristo es predicado, y yo me regocijo a causa de esto. Sí, seguiré regocijándome, porque sé que por vuestras oraciones y la ayuda del Espíritu de Jesucristo, lo que me ha ocurrido desembocará en mi libertad. Anhelantemente espero que en ninguna manera seré avergonzado, sino que tendré el valor suficiente para que, ahora como siempre, Cristo sea exaltado en mi cuerpo, ya sea por vida o por muerte». La reacción de Pablo muestra la grandeza de su alma. Varios detalles son dignos de análisis:

(a) A Pablo le interesa únicamente que Cristo sea predicado y, por lo que él insinúa, se ve que los que predicaban por envidia, predicaban, no obstante, de forma correcta el Evangelio. Al apóstol le tienen sin cuidado las intenciones en comparación con el resultado, no en sí mismas (¡no lo entendamos mal!)

(b) A. Segovia halla una «fina ironía» en las frases del versículo Flp 1:18. «Y yo me regocijo a causa de esto. Sí, seguiré regocijándome …». Los que predicaban el Evangelio por envidia y ambición, pensaban aumentar la aflicción (gr. thlipsin) de Pablo. ¡Y lo que estaban aumentando era su regocijo! De donde el áspid saca veneno, la abeja saca miel.

(c) El apóstol abriga la esperanza (v. Flp 1:19) de que «esto», la prisión que está sufriendo (Lenski), no la predicación de sus émulos (Segovia) resultará (tendrá como resultado, cuando ante el tribunal de César se compruebe su inocencia) en su liberación. Éste es, aquí, el significado de sotería. Pablo parece aludir a Job 13:16. Pablo tiene de esto una esperanza segura, pues dice: «Porque sé (gr. óida) …». Esta seguridad se funda en dos motivos complementarios: primero, la eficacia de la oración de los buenos hermanos de Filipos (v. Stg 5:16); segundo, la suministración (el mismo vocablo de Efe 4:16) del auxilio divino mediante la agencia del Espíritu Santo (comp. con Rom 8:26, Rom 8:27).

(d) En todo caso, el apóstol se somete a la voluntad de Dios, pues su interés último está cifrado en que Cristo sea glorificado en su cuerpo, ya sea por vida o por muerte, como lo va a explicar a continuación. Lo mismo si la sentencia es de liberación como de condenación, Cristo será magnificado (gr. megalunthésetai) en Pablo, si Pablo magnifica a Cristo, no sintiéndose avergonzado de sufrir por Él, sino lleno de santa audacia (gr. en páse parrhesía) para confesarle delante de los hombres. Mediante esta santa osadía, y no mediante cobardes subterfugios, espera obtener el resultado que mejor glorifique al Señor. Lenski hace a este propósito una consideración muy práctica para todos los predicadores del Evangelio: «Suponed que tuvierais que presentaros como predicadores delante de la Corte Suprema de vuestro país, y suponed que esta corte estuviera compuesta enteramente de gentes paganas. ¿Sería fácil para vosotros hablar con perfecta libertad, como siempre en vuestro púlpito en vuestra propia parroquia?»

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