Hebreos 1:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El autor humano de Hebreos tiene su interés centrado en demostrar que el Nuevo Pacto es superior al Antiguo. Y comoquiera que el Pacto Antiguo fue dado, dice (Heb 2:2), por medio de ángeles, tiene que demostrar que Cristo, el Mediador del Nuevo Pacto (v. Heb 7:22; Heb 8:6; Heb 9:15), es superior a los ángeles. Las citas del Antiguo Testamento con las que corrobora su argumentación están aplicadas según el método tradicional de los rabinos, quienes se extendían en curiosas acomodaciones. Con esta advertencia por delante, podemos ya pasar al estudio de esta porción.

1. La primera cita (v. Heb 1:5) está tomada del Sal 2:7: «Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy». El salmo es claramente mesiánico. No se refiere a la generación eterna del Hijo, sino a su nombramiento «como el Hijo-Mesías para el cumplimiento de su misión de salvación y de juicio» (Trenchard). Es como si un monarca renunciase al trono en favor de su hijo y dijese, en el día de la coronación de éste: «Yo te nombro hoy mi sucesor, puesto que eres mi hijo». Ésta es la idea que se encierra aquí, y se confirma por la multitud de títulos y actividades que el Antiguo Testamento atribuye a Jehová-Dios, y el Nuevo Testamento al Mesías-Hijo (v. por ej., Mat 28:18; Jua 5:19-27, entre muchísimos lugares, que harían una lista interminable). Al principio de las citas (v. Heb 1:5) y al final (v. Heb 1:13), el autor de la epístola dice: «¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás …?»

2. La segunda cita (v. Heb 1:5) está tomada del vaticinio hecho por Dios a David por medio del profeta Natán (2Sa 7:14, que el Sal 89:26 cita también). Es cierto que el vaticinio hace referencia, en primer lugar, a Salomón, pero el «para siempre» de los versículos 2Sa 7:13 y 2Sa 7:16 del mismo vaticinio no pueden aplicarse a Salomón ni a la línea de sus descendientes que se extinguió con la caída de Jerusalén y la deportación a Babilonia del último rey de Judá, sino sólo al Rey-Mesías, como lo expresó el ángel Gabriel en su anunciación a María (v. Luc 1:32, Luc 1:33).

3. La tercera cita (v. Heb 1:6) es el ejemplo más claro de acomodación, al estilo rabínico, que pueda darse. Y ya antes de entrar en el análisis de la cita, es menester advertir que ninguna persona privada puede hacer de la Escritura acomodaciones a su gusto. En cambio, el Espíritu Santo, que es el agente inspirador de la Escritura y el que lleva (v. 2Pe 1:21) al escritor sagrado a redactar lo que vemos en el original de cualquier parte de la Biblia, garantiza su inerrancia en la acomodación que hace. Éste es, aquí, el caso. En efecto, la cita del versículo Heb 1:6 está tomada de Sal 97:7, que dice en el hebreo: «Póstrense a Él (Jehová) todos los dioses», es decir, todas las deidades falsas. Pero los LXX tradujeron: «Adoradle, todos sus ángeles». A esta errónea e imprudente traducción, siguió algo todavía peor: no sólo imprudente, sino deshonesto. En Deu 32:43, entre las líneas del texto vertido del hebreo, intercalaron, por su cuenta y riesgo, otras frases; entre ellas, la siguiente: «Adórenle (a Jehová) todos los ángeles de Dios». ¡Es precisamente de este lugar de donde ha sacado el escritor sagrado su cita al pie de la letra! Le servía para su argumentación, y el Espíritu Santo ha dado por buena la cita. En cuanto a la todavía más difícil frase con que es presentada la cita (v. Heb 1:6): «cuando introduce al Primogénito en la tierra habitada» (lit.), el gran exegeta J. Brown demuestra, con abundancia de razones, que no se trata de la entrada en el mundo mediante la encarnación, sino de la entrada en el reino mesiánico, cuando el Mesías, Príncipe-Primogénito, es puesto en posesión de la herencia de las naciones. Cita lugares como Éxo 15:17; Deu 4:38; Neh 9:23, compárese con Heb 2:5 de esta misma epístola.

4. La cuarta cita (v. Heb 1:7) está tomada del Sal 104:4, donde el sentido del hebreo es el siguiente: «Que hace mensajeros suyos a los vientos, y servidores suyos a las llamas de fuego». La versión de los LXX da pie para entender lo de los ángeles, y así lo acomoda aquí el escritor sagrado, para resaltar en los versículos siguientes (Heb 1:8-12) la superioridad del Hijo. Nótese que el sujeto implícito del verbo «dice», al comienzo del versículo, es Dios (como lo es, en el v. Heb 1:6, del verbo «introduce»), lo cual da a entender que «aunque las palabras que se le hacen decir, las diga el autor inspirado y a él se le atribuyan, sin embargo Dios es el autor de la Escritura y de sus palabras inspiradas, y a Él también se le pueden atribuir» (Bartina).

5. La quinta cita (vv. Heb 1:8, Heb 1:9) es del Sal 45:6, Sal 45:7, que dice así en el texto hebreo: «Tu trono (es) Dios eternamente y para siempre; cetro de rectitud (es) el cetro de tu reino; amaste justicia y aborreciste maldad; por lo cual te ungió Dios, tu Dios, (con) óleo (o perfume) de alegría más que a tus compañeros». Los LXX tradujeron en vocativo (oh Dios) la mención de Dios en el comienzo del versículo Heb 1:6, a pesar de ser esto completamente incorrecto, tratándose de un salmo mesiánico, donde el centro directo de las frases es el Mesías, no Dios, como se ve por la doble mención de Dios en el versículo Heb 1:7, como el Dios que unge al Mesías y que es el Dios del Mesías. El escritor sagrado de Hebreos hace uso de la versión de los LXX, puesto que le sirve para confirmar la tesis que viene defendiendo, y en esa cita de la acomodación de los LXX tiene la garantía de la divina inspiración. Destaca la mención del Hijo como «el Ungido de Dios».

6. La sexta cita (vv. Heb 1:10-12) está tomada del Sal 102:25-27. Tanto el texto hebreo como la versión de los LXX aplican estos versículos a Dios. En el versículo Sal 102:25, los LXX (Sal 101:1-8, v. Sal 102:26) han intercalado en vocativo el término «Señor». El autor de Hebreos recoge la cita conforme a los LXX y aplica a Cristo, no sólo esa invocación de «Señor» (comp., por ej., con 1Co 12:3), sino también el poder creador (comp. con Jua 1:3; Col 1:16) y la eternidad de Dios (comp. con Heb 13:8). Como dice J. Brown, «el Hijo es representado, no sólo como el Creador de todas las cosas, sino también como el Autor de todos los cambios por los que han de pasar».

7. La séptima y última cita (v. Heb 1:13) está tomada del Sal 110:1, y va precedida, por segunda vez (comp. con el v. Heb 1:5), de la pregunta: «¿A cuál de los ángeles dijo Dios jamás …?» Dentro de los salmos mesiánicos, éste es el más mesiánico de todos, por lo que, como observa Trenchard, «se cita unas quince veces en el Nuevo Testamento». El propio Señor (Mat 22:42-46) lo usó para confundir a sus enemigos. El cumplimiento de lo profetizado en dicho salmo puede verse en Heb 1:3; Heb 10:12, Heb 10:13, así como en 1Co 15:24-28.

8. Termina el autor sagrado (v. Heb 1:14) este capítulo, recogiendo la idea del versículo Heb 1:7, donde se dice de los ángeles que son ministros de Dios (gr. leitourgoús, los que ofician en los servicios del culto divino. Es el mismo concepto de Hch 13:2, donde tenemos el verbo de la misma raíz); son, pues, servidores, no señores; adoradores, no objeto de adoración (v. por ej. Apo 19:10; Apo 22:8, Apo 22:9) como es el Hijo (v. Heb 1:6, comp. con Jua 9:38). En este versículo Heb 1:14, el autor sagrado dice de los ángeles que son «espíritus servidores (gr. leitourguiká, el adjetivo de la misma raíz que el sustantivo del v. Heb 1:7 y el verbo de Hch 13:2), enviados para servicio (gr. eis diakonían) por causa de los que están a punto de heredar la salvación» (lit.). Notemos lo siguiente:

(A) Los ángeles tienen por oficio dar culto a Dios (comp. con Isa 6:3.; 1Co 11:10; Apo 22:9 «consiervo» ), y son enviados por causa de los salvos; no sólo para asistirles (v. Hch 12:7.), sino también para servirles, como servían al Señor (Mat 4:11; Mat 26:53; Luc 22:43), pues están «unidos vitalmente con el gran Hijo y heredero de todas las cosas» (Trenchard).

(B) Los ángeles son servidores de los creyentes, pues, aunque son superiores a ellos en naturaleza (Sal 8:4, Sal 8:5), son, sin embargo, inferiores en gracia (v. Efe 3:10; 1Pe 1:12, al final). Es en este plano sobrenatural de la gracia en el que los ángeles prestan sus servicios a los creyentes (v. también Sal 91:11, Sal 91:12).

(C) La última frase, «que están a punto de heredar la salvación», no contradice a Rom 8:17 ni a Efe 2:8, ya que aquí el verbo heredar no significa adquirir el derecho a la herencia (como es el caso de Rom 8:17), sino de entrar en plena posesión de la herencia; por otra parte (y esto es paralelo a lo anterior), «salvación» no significa aquí la salvación inicial o justificación (como es el caso de Efe 2:8), sino (como en Heb 9:28) la salvación final o glorificación (consumación de la salvación).

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