Hechos 3:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Se nos había dicho (Hch 2:43) que muchos prodigios y señales eran hechos por los apóstoles. Aquí tenemos un ejemplo.

1. Las personas mediante las cuales fue llevado a cabo este milagro fueron Pedro y Juan. Ambos tenían cada uno de ellos un hermano en el colegio apostólico; sin embargo, los vemos más unidos entre sí que con sus respectivos hermanos, pues el vínculo de la amistad es con frecuencia más fuerte que el del parentesco. Pedro y Juan parecen haber tenido una amistad más íntima después de la resurrección de Cristo que anteriormente. Ésta era una nueva prueba de que Pedro, tras su arrepentimiento, volvía a ser acepto a Dios, al hacer que el discípulo amado de Jesús fuese el amigo íntimo suyo.

2. Se nos detallan también el tiempo y el lugar del milagro. Fue en el templo, adonde Pedro y Juan habían subido juntos. Allí había bancos de peces entre los que había que echar la red del Evangelio. Bueno es subir al templo para asistir a los servicios religiosos; y todavía mejor cuando subimos juntos, pues la mejor compañía es la que se forma para adorar y alabar a Dios. El tiempo era la hora novena, la de la oración, es decir las tres de la tarde, hora de la oración principal. Así como hay casa de oración, debe haber también hora de oración. Aunque los cristianos han de estar en actitud constante de oración, es bueno separar ciertas horas especiales, no para atar la conciencia, sino para alertarla.

3. El paciente en quien se operó el milagro (v. Hch 3:2) era un cojo de nacimiento, caso triste, que se veía forzado a pedir limosna, ya que no podía ganarse el sustento por medio del trabajo. Lo ponían cada día a la puerta del templo. Los que están en necesidad y no pueden trabajar, no han de avergonzarse de mendigar. Una muestra de nuestra sincera devoción a Dios cuando vamos a su casa es la disposición a ser generosos con quienes pasan necesidad. ¡Lástima que, muchas veces, haya tunantes que se hacen pasar por necesitados cuando no lo están! Pero es mejor dar de comer a diez zánganos que dejar morirse de hambre a una sola abeja. La puerta del templo junto a la que este cojo mendigaba se llamaba la Hermosa, y nada perdía de su belleza por el hecho de que un cojo mendigase a su entrada. Al ver a Pedro y a Juan … les rogaba que le diesen limosna (v. Hch 3:3). Pidió limosna, pero obtuvo curación, que es mucho mejor.

4. Aquí tenemos la forma en que se llevó a cabo dicha curación.

(A) Su esperanza y su fe fueron alertadas. Pedro, en lugar de apartar de él los ojos, los fijó en él (v. Hch 3:4). Lo mismo hizo Juan. Le dijo Pedro: ¡Míranos! Esto le hizo pensar al cojo que iba a recibir de ellos algo (v. Hch 3:5), por lo que les estuvo atento. Hemos de llegarnos a Dios con mente atenta y corazón dispuesto, alzar los ojos al cielo y esperar recibir de allí algo.

(B) Su expectación no quedó decepcionada (v. Hch 3:6). «Pedro dijo. No poseo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda». Lo que los creyentes ponían a los pies de los apóstoles había de distribuirse primero entre los necesitados de la Iglesia, y lo que así se deposita debe ser estricta y fielmente guardado y administrado. Pero Pedro tenía algo mejor que dinero para darle a este pobre cojo: la curación, por medio de la cual quedaría capacitado para ganarse el sustento por sí mismo. Lo que tengo te doy, dijo Pedro. Los que no tienen dinero para las cosas de Dios tienen, al menos, ojos, brazos y pies para el servicio de Dios y de sus hermanos. La curación fue llevada a cabo en el nombre de Jesucristo de Nazaret y mediante un dulce mandato: ¡Levántate y anda! Aunque ya podía hacerlo, Pedro le tendió una mano para ayudarle a levantarse, y al momento se le consolidaron los pies y los tobillos (v. Hch 3:7). Cuando Dios, mediante su Palabra, nos manda caminar en sus mandamientos, también nos da su Espíritu para que nos tome de la mano y nos levante. Cuentan (nota del traductor) que el papa Urbano IV mostró a Tomás de Aquino gran cantidad de dinero que tenía encima de la mesa y le dijo: Ya ves, Tomás, no puedo decir, como Pedro: No poseo plata ni oro. A lo que respondió el de Aquino: Tampoco puedes decirle a un cojo: Levántate y anda.

5. La impresión que la curación hizo en el paciente mismo (v. Hch 3:8): «De un salto se puso en pie y comenzó a andar». Tan pronto como cobró la energía suficiente, la mostró sobradamente, no sólo andando, sino saltando. Los que han experimentado la obra de la gracia de Dios han de dar evidencia de la gracia que han recibido. ¿Ha puesto Dios fuerza dentro de nosotros? Pongámonos en pie resueltamente para servirle y caminemos alegremente con Él. El cojo tenía asidos a Pedro y a Juan (v. Hch 3:11). En un transporte de gozo asía de ellos y no los dejaba, atestiguando así el afecto que les había cobrado. Es natural que quienes han sido curados por Dios cobren afecto hacia los que han sido instrumentos de Dios para su curación, con tal que este afecto no degenere en carnalidad. El cojo recién curado entró con ellos en el templo; allí también fue hallado el lisiado a quien Cristo curó (Jua 5:14). Iba andando, saltando y alabando a Dios (v. Hch 3:8). Las fuerzas, tanto físicas como mentales y espirituales, que de Dios hemos recibido, han de ser usadas para su servicio y alabanza, como hizo este cojo. Estos «saltos» se dan con mayor frecuencia en los recién convertidos.

6. Cómo reaccionaron las personas que presenciaron este milagro. (A) Estaban plenamente convencidos de la realidad del milagro, pues, al verle andar y alabar a Dios (v. Hch 3:9), le reconocían que era el que se sentaba a pedir limosna a la puerta del templo (v. Hch 3:10). Por tanto tiempo se había sentado allí a mendigar que todos le conocían. Ahora clamaba al alabar a Dios con mayor fuerza que lo hacía cuando pedía limosna. La bendición recibida se perfecciona cuando es debidamente agradecida. (B) «Se llenaron de asombro y estupor por lo que le había sucedido» (v. Hch 3:10); todo el pueblo estaba atónito (v. Hch 3:11). Parece ser que uno de los efectos de la efusión del Espíritu Santo fue el que la gente se sintiese mucho más impresionada por los milagros de los apóstoles que como lo habían estado al presenciar los milagros del mismo Cristo. (C) Se reunieron en torno a Pedro y Juan: «Todo el pueblo corrió hacia ellos al pórtico que se llama de Salomón» (v. Hch 3:11). Allá se congregó el pueblo para contemplar este gran milagro.

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