Josué 2:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ahora llegamos al pacto entre Rahab y los espías con respecto al servicio que ella les iba a prestar y el favor que ellos, a su vez, le habían de hacer.

I. Después de despedir mal informados a los oficiales del rey subió Rahab al terrado de su casa, en el que había escondido a los espías, y allí: 1. Les dio a conocer que el informe de las grandes cosas que Dios estaba haciendo por ellos había llegado a Jericó (v. Jos 2:10), y que había asombrado a toda la gente. 2. Les declara la impresión que las noticias de todas estas cosas habían hecho en los cananeos: El temor de vosotros ha caído sobre nosotros (v. Jos 2:9); ha desmayado (lit. se ha derretido) nuestro corazón v. Jos 2:11). El oficio pecaminoso que ella desempeñaba le daba muchas oportunidades para percibir el estado de ánimo de los que acudían a ella y para enterarse de lo que pasaba en otras partes del país. El israelita más cobarde habría de cobrar ánimos oyendo cuán desmayado se hallaba el espíritu de sus enemigos, pues era fácil concluir que quienes así desmayaban antes de que ellos llegasen, infaliblemente habían de caer delante de ellos, y esto sería un anticipo del cumplimiento de todas las demás promesas que Dios les había hecho. Ni el Israel de Dios ni la Iglesia de Cristo tienen por qué temer ante sus más poderosos y formidables enemigos. 3. Sobre esta base, Rahab hace profesión de fe en Dios y en sus promesas. (A) Cree en el poder de Dios y en su dominio sobre todo el mundo (v. Jos 2:11): «Jehová vuestro Dios, a quien adoráis e invocáis, está por encima de todos los otros dioses, pues es el único Dios verdadero; porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra, y es servido por los ejércitos de ambos lugares». (B) Cree la promesa hecha a Israel (v. Jos 2:9): Sé que Jehová os ha dado esta tierra. Los más poderosos medios de convicción carecerán de fuerza sin la divina gracia, pero con esta gracia, Rahab la ramera, que sólo de oídas conocía las maravillas de Dios, habla de la verdad de esas promesas con mayor seguridad que todos los ancianos de Israel juntos, a pesar de que estos eran testigos de vista de las maravillas de Dios, pues la inmensa mayoría de ellos había caído en el desierto a causa de su incredulidad en la promesa de Dios.

II. A continuación, Rahab pacta con los espías ciertas estipulaciones a fin de que los israelitas tomen bajo su protección a ella y a sus familiares (vv. Jos 2:12, Jos 2:13). 1. Esto era una evidencia de la sinceridad y de la fuerza de su fe. Quienes de veras creen lo que Dios nos ha revelado sobre la inminente ruina de los pecadores y sobre la garantía del cielo otorgada a los creyentes arrepentidos, por fuerza han de ser diligentes en huir de la ira venidera y echar mano de la vida eterna, uniéndose al Dios verdadero y al pueblo de Dios. 2. La provisión que ella hizo para la preservación de sus parientes, así como de sí misma, es un ejemplo laudable de afecto natural y una invitación que se nos hace a los creyentes a que hagamos cuanto esté de nuestra parte para la salvación de las personas que nos son más queridas. 3. Su requisitoria de que se lo jurasen por Jehová (v. Jos 2:12) es una señal de su reconocimiento del único Dios verdadero y de su fe en Él. 4. Su petición era muy justa y puesta en razón, ya que, si ella les había protegido a ellos, era obligado que ellos la protegieran a ella. Nótese que los que hacen misericordia pueden esperar misericordia. Rahab llegó a ser después una mujer notable en Israel, la mujer de Salmón, contándose así entre los antepasados de Cristo (Mat 1:5).

III. La solemnidad de la promesa que le hacen de preservarla de la común destrucción: «Nuestra vida responderá por la vuestra» (v. Jos 2:14). Ella había arriesgado por ellos su vida, y ahora ellos, a la recíproca, arriesgan su vida por la de ella. Más aún, al ser representantes oficiales del pueblo de Israel ponen en ese riesgo todo el peso de la fe y del crédito de la nación israelita. La ley de la gratitud es una de las leyes naturales. 1. Las promesas que le hicieron los espías a Rahab. En general: «Nosotros haremos contigo misericordia y verdad (v. Jos 2:14). Te haremos misericordia, no sólo en prometerte, sino también en cumplirte todas tus demandas y expectaciones». 2. Las cláusulas y limitaciones de tales promesas. Aun cuando tenían mucha prisa tomaron toda clase de precauciones antes de llegar a un acuerdo, a fin de no obligarse a más de lo que podían cumplir. Nótese que los pactos han de hacerse con mucha precaución. Quienes hayan de ser hombres de conciencia en el cumplimiento de las promesas, han de ser también cautos a la hora de hacerlas. La promesa de los espías va acompañada aquí de tres estipulaciones. Protegerán a Rahab y a sus familiares, a condición de que: (A) Ella ate un cordón de grana a la ventana por la que iba a descolgarlos (v. Jos 2:18. De ahí que el v. Jos 2:16 haya de traducirse: «Y ella les había dicho …», como lo hace la Nueva Versión Internacional. Nota del traductor). Así, ningún soldado israelita cometería ninguna violencia en la casa que de este modo estaba señalada. Era algo parecido a la sangre rociada sobre la puerta, la cual preservaba la vida de los primogénitos de Israel de la ira del ángel exterminador. La misma cuerda o cordón de grana, puesta inmediatamente sería una pública proclamación de la fe de Rahab, así como lo había de ser de su seguridad personal y de la de sus familiares. (B) Que había de guardar consigo dentro de su casa a todos aquellos cuya preservación había requerido ella, de forma que, al tiempo de ocupar la ciudad los israelitas, ninguno de ellos se atreviese a salir por sus puertas (vv. Jos 2:18, Jos 2:19). (a) Era una cláusula muy razonable, puesto que, al ser ellos salvos en atención a Rahab, su casa había de tener el honor de ser también su castillo de refugio. (b) Era también una cláusula muy significativa, dándonos a entender que los que son añadidos a la iglesia siendo salvos, han de mantenerse unidos en la congregación de los creyentes. (C) Que había de guardar secreto acerca de todo esto (vv. Jos 2:14, Jos 2:20): «Si tú denuncias este nuestro asunto, esto es, si tú nos traicionas cuando nos hayamos ido, quedaremos libres de este tu juramento». Son indignos de recibir los secretos del Señor quienes no saben cómo guardárselos cuando hay ocasión.

IV. Ella se esmeró en prestar seguridad a sus nuevos amigos, y los envió por otro camino (Stg 2:25), como vemos en el v. Jos 2:15. La ubicación de la casa en los muros mismos de la ciudad facilitó la operación. De un modo semejante pudo escapar Pablo de Damasco (2Co 11:33). También les indicó por dónde habían de marchar para su seguridad (v. Jos 2:16). Habían de dejar el camino real y marchar directamente al monte hasta que regresaran los perseguidores. Los que van por el camino que Dios les señala, pueden esperar que la Providencia les proteja, pero ello no les excusa de tomar todas las medidas que sean necesarias para su seguridad. Hay que confiar en la Providencia, pero no hay que tentarla.

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