Lamentaciones 5:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El pueblo de Dios, abrumado de pesadumbre, da rienda suelta a sus tristezas ante el trono de la gracia, y comienza a hablar como haciéndole a la memoria a Dios sus calamidades pasadas y su oprobio presente (v. Lam 5:1), como si Dios las hubiese tenido en poco (Neh 9:32). La palabra que parece compendiar mejor la desgracia es oprobio: «Acuérdate, oh Jehová, de lo que nos ha sucedido; mira, y ve nuestro oprobio». Puesto que era un oprobio para el pueblo de Dios, era algo que repercutía en el nombre y en el honor del Dios de Israel.

I. Reconocen el oprobio del pecado, el oprobio de la nación. Es una confesión penitente de los pecados de sus padres (v. Lam 5:7), pecados en los que ellos mismos habían persistido y por los que ahora sufrían. Aunque podría pensarse que se refieren a sus próximos antepasados, se alcanza a ver una solidaridad general de la generación presente con las anteriores (v. Éxo 20:5; 2Re 23:26, 2Re 23:27; Jer 16:11-13). Dice Asensio: «No es un recurso a la amarga cantilena de otras ocasiones para descargo propio y acusación de culpas ajenas (Jer 31:19; Eze 18:2), sino confesión de las propias culpas que han convertido en esclavos de pueblos esclavos (v. Lam 5:8), inferiores al Israel escogido, al pueblo hijo de Jehová (Éxo 4:22, Éxo 4:23; Ose 11:1)». De hecho, como advierte Goldman, el propio «Jeremías había negado explícitamente tal doctrina (de que los hijos sean castigados por los pecados de los padres Jer 31:29. ); pero las malas consecuencias del pecado se sienten inevitablemente durante muchas generaciones».

II. Presentan en diversos detalles particulares, que tienden a incrementar su desgracia, el oprobio que soportan:

1. Se les ha desposeído de la buena tierra que les dio Jehová (v. Lam 5:2): «Nuestra heredad ha pasado a extraños; nuestras casas a forasteros; ¿no es un gran oprobio el que ellos vivan en las casas que nosotros edificamos?»

2. Los israelitas se sienten todos ellos (v. Lam 5:3) huérfanos sin padre, esto es, huérfanos de padre, sin el apoyo de la fuerza y del dinero que el padre les proporcionaba. Viven las madres, pero como viudas: «el destierro de los hombres ha completado el cuadro de la muerte en la batalla» (Asensio).

3. Se hallan en situación muy precaria en cuanto al sustento (v. Lam 5:4). Antes disponían de agua abundante; ahora tienen que comprarla; antes tenían también combustible suficiente, pero ahora han de pagar alto precio por cada gavilla de leña. ¿Y qué harán para comer pan? Habían extendido la mano (v. Lam 5:6), es decir, se habían sometido, a Egipto (v. Jer 43:5-7) y Asiria, esto es, a Babilonia (v. Jer 2:18, donde también vemos Asiria en lugar de Babilonia). Así opina Goldman, mientras Asensio dice: «los israelitas evocan antiguas alianzas politicoeconómicas con Egipto y Asiria (Jer 2:18, Jer 2:36; Ose 7:11; Ose 11:5), con que un día creyeron poder asegurar su libertad y su existencia». La dificultad en procurarse el pan de cada día se expresa también en el versículo Lam 5:9, donde, al aludir a los peligros de caer en manos de los babilonios, o de ladrones armados, que ocupaban toda la campiña, leemos: «Con peligro de nuestras vidas nos procuramos nuestro pan (es decir, el alimento, no precisamente el pan) ante la espada del desierto».

4. Han sido puestos en esclavitud, y esto es para ellos el peor de los oprobios (v. Lam 5:5): «Hasta nuestros cuellos somos perseguidos (lit.); nos fatigamos con el trabajo forzado, y no hay para nosotros reposo». La frase que menciona los cuellos no alude a ningún yugo (contra la opinión de algunos, incluido M. Henry), sino «probablemente es una referencia a la práctica bárbara de cabalgar sobre los cuerpos de los enemigos conquistados, como aparece en algunas inscripciones asirias (cf. ls. Isa 51:23)» (Goldman). Los israelitas no querían someterse al gobierno suave de su Dios, y tienen que someterse ahora al riguroso trato que les dan sus nuevos amos y hasta los esclavos de sus amos (v. Lam 5:8).

5. Los que solían banquetear están ahora ennegrecidos por el hambre (v. Lam 5:10), es decir, por la fiebre producida por el hambre; ardientes como un horno dice el original , a causa del calor abrasador del hambre (lit. de la fiebre del ardor del hambre).

6. Todas las clases del pueblo fueron víctima de abusos e indignidades (v. Lam 5:11) «Violaron a las mujeres en Sion, a las doncellas en las ciudades de Judá». «A los príncipes colgaron (v. Lam 5:12), esto es, ahorcaron por sus manos, por las manos de los esclavos mencionados en el versículo Lam 5:8 » (Goldman). A los adolescentes (hebr. nearim, casi niños) les obligaban a acarrear enormes cantidades de leña, bajo cuyo peso se tambaleaban, mientras a los jóvenes algo mayores (hebr. bajurim) les forzaban a hacer girar la piedra de moler el grano, «duro y humillante trabajo» (Asensio), propio de mujeres (v. Jue 16:21).

7. Se puso fin a toda alegría (v. Lam 5:14): «Los jóvenes, acostumbrados a cantar y a toda alegría festiva, dejaron sus canciones». Y lo mismo (v. Lam 5:15) ocurrió al resto del pueblo: «Cesó el gozo de nuestro corazón. Nuestra danza se cambió en luto». La «corona» (v. Lam 5:16), es decir, «el prestigio y la prosperidad nacionales» (Goldman), se le cayó de la cabeza a Israel. Gracias a Dios que la corona que Dios da no cae ni se marchita, pues las coronas terrenas de toda clase son caducas.

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