Lucas 17:20 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Pregunta que los fariseos hacen a Cristo sobre el tiempo en que «había de venir el reino de Dios» (v. Luc 17:20). Por la predicación de Cristo de que el reino de Dios estaba cerca (Mar 1:15), y al saber quizá que había enseñado a sus discípulos a orar por la venida del Reino, se atrevieron a preguntarle sobre ello, como si dijesen: «¿Cuándo se van a cumplir esas gloriosas realidades?»

II. Cristo contesta a esta pregunta, dirigiéndose primero a los fariseos, y después a sus discípulos (v. Luc 17:22). Y lo que dijo a ellos, nos lo dice también a nosotros:

1. Que el reino mesiánico había de ser principalmente un reino espiritual. Y en cuanto al tiempo en que había de venir, les dice que «no viene con advertencia» (v. Luc 17:20); es decir no ha de venir con gran despliegue de aparato externo, como pasa con los reinos de este mundo, los cuales son precedidos de cambios y revoluciones que ocupan con grandes letras las primeras planas de los periódicos. Cuando el Mesías-Rey venga a inaugurar su reino, no se dirá: «Aquí está, o: Allí está», como cuando un príncipe viene a visitar sus territorios. El reino de Cristo no está confinado a un lugar. Del mismo modo, el cristianismo no está confinado a un lugar; y los que intentan hacer de su propia iglesia o denominación un monopolio o un reducto, lo mismo que quienes pretenden que se reconozca a la verdadera Iglesia por medio de la pompa y de la ostentación, cometen un grave error y un gran desacato al Rey. El reino de Dios se abre paso por medio de una influencia espiritual, pues no es de este mundo (v. Jua 18:36). «El reino de Dios está en medio de vosotros» (v. Luc 17:21); es decir, no dentro de los fariseos, quienes rechazaban la predicación de Jesús, sino en la esfera o cercanía de ellos, donde el Rey se movía y ponía los fundamentos espirituales del reino mesiánico, sin los cuales el disfrute de las promesas temporales no tendría efecto. Por eso la recepción del reino ha de comenzar por un cambio de mentalidad o arrepentimiento, el cual se lleva a cabo en el interior del corazón, no en fenómenos externos destinados a excitar la fantasía de los hombres. Para recibir el reino es preciso cumplir las condiciones que tan admirablemente se exponen y resumen en Sof 3:12-13.

2. Que la iniciación de este reino era una obra que había de encontrar mucha oposición por parte de los hombres (v. Luc 17:22): «Vendrán días en que ansiaréis ver uno de los días del Hijo del Hombre, y no lo veréis». Los discípulos de Cristo han de pasar por muchas pruebas y tribulaciones que les hagan suspirar por la Venida del Señor. La Iglesia iba a cosechar al principio grandes triunfos; incluso tres mil personas serían añadidas en un solo día (Hch 2:41); pero pronto comenzarían las persecuciones. Los ministros de Jesucristo y las iglesias cristianas pasan muchas veces por momentos de gran apuro; es precisamente entonces cuando más propicia se presenta la ocasión para elevar los ojos al Cielo y esperar de allí a nuestro Salvador. Dios nos enseña así a dar el debido valor a sus gracias, pues es en la necesidad cuando mejor se aprecian los verdaderos valores de las cosas: en la enfermedad se aprecia mejor el valor de la salud; en la pérdida de la madre, se echa de menos lo que ella era para nosotros. Lo peor que le puede pasar a un creyente o a una iglesia, no son las aflicciones que vienen de fuera, sino la decadencia que se apodere del interior. Es entonces cuando hemos de suspirar y orar por tiempos mejores en que el Señor nos de la victoria por medio de su Espíritu Santo.

3. Que Cristo y su reino no se han de esperar en éste o aquel lugar concreto, pues su aparición será general y en todos los lugares a la vez (vv. Luc 17:23-24), de la mima manera que «el relámpago al fulgurar, resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro». Todos deben, pues, estar apercibidos, porque el día en que Cristo venga, va a estar cercano a todos.

4. Que, antes de que el Hijo del Hombre venga de nuevo, «es necesario que padezca mucho y sea desechado por esta generación» (v. Luc 17:25). Y, si Él ha de ser tratado así, sus discípulos no han de esperar mejor trato (v. Jua 15:18-20). A la corona y a la luz, hemos de ir pasando por la cruz.

5. Que la venida del reino mesiánico será precedida de una catástrofe sin precedentes. Obsérvese:

(A) Lo que ocurrió en épocas de corrupción general, como lo fue universalmente cuando el diluvio, y regionalmente en la Pentápolis. En ambos casos, los seres humanos fueron advertidos del castigo que les sobrevendría si no se arrepentían, pero no hicieron caso ni de Noé cuando el diluvio, ni de Lot cuando la destrucción de Sodoma y Gomorra. Sólo se preocupaban de lo material: comer, beber y divertirse. Y así continuaron, hasta que el castigo les tomó por sorpresa.

(B) Lo mismo ocurrirá en los días que precedan a la Venida del Señor Jesucristo (v. Luc 17:30). Los pecadores tienen aquí la advertencia de Jesús y de sus Apóstoles, como consta en el Nuevo Testamento, y aun en las profecías del Antiguo; pero será en vano. Todo lo que ocurre en estos últimos años del siglo XX nos hace ver que la Venida del Señor está cerca, pues la humanidad está, en general, comportándose de manera parecida a los tiempos previos al diluvio y a los días de Sodoma y Gomorra; y ¿cuántos son los que atienden al mensaje del Evangelio? Muy pocos, especialmente en los países que gozan de la mayor prosperidad material.

6. Que los discípulos de Cristo han de distinguirse de todos los incrédulos de su generación. Al contrario que la mujer de Lot, que perdió la vida por su lentitud en escapar del fuego que devoró a las ciudades nefandas, los creyentes tendrán que escapar por su vida. La tentación de volverse a mirar atrás es un peligro que siempre asedia al creyente. Y el mirar atrás conduce muchas veces a volverse atrás. Mejor es dejarlo todo que arriesgar la vida misma (v. Luc 17:33).

7. Que la Venida de Cristo dividirá en dos partes las familias y las compañías (vv. Luc 17:34-36). Todo esto ha sido explicado en detalle en el comentario a Mat 24:23-28; Mat 24:37-41.

8. Los discípulos (v. Luc 17:22) desconcertados por estas revelaciones, le preguntan a Jesús: «¿Dónde, Señor?» (v. Luc 17:37). Es decir, ¿en qué lugar se llevarán a cabo estos acontecimientos extraordinarios? Jesús responde con una frase proverbial: «Donde esté el cuerpo, allí se juntarán también las águilas». Aunque esta frase tenga aplicación meramente devocional a la atracción que Jesús ejerce sobre los suyos, la interpretación literal (ya dada en el comentario a Mat 24:28) sólo puede referirse a los enemigos de Cristo al final de la Gran Tribulación, los cuales serán muertos «con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo [Jesucristo], y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos» (Apo 19:21). Estas aves son las «águilas» aquí mencionadas, aunque con este nombre se significa el buitre negro o buitre «monje» de aquellas latitudes. A pesar de que Lucas usa el término griego soma = cuerpo, que se trata de la carroña de los enemigos derrotados y muertos se muestra por el lugar paralelo de Mateo, quien usa el término «ptoma» = cadáver, lo cual de ningún modo puede aplicarse a Cristo, resucitado para no volver a morir.

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