Estudio Bíblico | Explicación de Lucas 22:63 | Comentario Bíblico Online
I. Ahora vemos de qué forma tan inhumana trataron a Jesús los criados del sumo sacerdote: «se burlaban de Él y le golpeaban» (v. Luc 22:63). Los sufrimientos de Él servían de juego burlón a los que le tenían preso: «Y vendándole los ojos, le golpeaban el rostro y le preguntaban, diciendo: ¡Adivina! (lit. profetiza) ¿Quién es el que te ha golpeado? (v. Luc 22:64) ¡Cuán fácil le habría resultado a Jesús decirles quién era el que le golpeaba! ¡Qué tentación tan grande! Pero Jesús estaba decidido a someterse al plan del Padre. Lucas añade que «le decían otras muchas cosas injuriándole» (v. Luc 22:65).
II. Cómo fue acusado y condenado ante el gran Sanedrín, el cual constaba de «los ancianos del pueblo, de los principales sacerdotes y de los escribas» (v. Luc 22:66). Tuvieron prisa en reunirse tan pronto como «se hizo de día», para proseguir con el intento que llevaban entre manos. No se habrían levantado tan temprano para ninguna obra buena.
1. Le preguntaban: «Si tú eres el Cristo, dínoslo» (v. Luc 22:67). Le urgen a que se identifique claramente y sin rodeos. Dice Lenski: «Esta es parte de la pregunta que le fue formulada por Caifás en la noche (Mat 26:63). Él había contestado afirmativamente a tal pregunta, y sobre tal afirmación había sido decretada su muerte. Pero el asunto es ahora enteramente distinto cuando se divide la pregunta y a Jesús se le interroga sólo en cuanto a si Él es el Cristo , el Mesías. Afirmar o negar esta pregunta no es en manera alguna confirmar o retractarse de la respuesta que Jesús dio en la sesión de la noche. La pregunta se hace para que el Sanedrín pueda oír ahora, una vez más, la respuesta, y pueda así saber si ha de confirmar o no su primer veredicto».
2. Jesús se queja justamente de que la forma en que llevan el juicio hace inútil el que Él procure responderles, pues bien se ve que no están dispuestos a creerle: «Si os lo digo, de ningún modo lo creeréis» (v. Luc 22:67). Como si dijese: «¿Para qué voy a responder sobre lo que ha sido ya prejuzgado? Y también si os pregunto qué tenéis que objetar a las pruebas abundantes que ya he presentado o haya de presentar, no por eso me responderéis ni me soltaréis» (v. Luc 22:68).
3. A continuación, Jesús vuelve a referirse a su Segunda Venida como prueba suprema y última de su gloria y de su poder mesiánicos: «Pero desde ahora en adelante el Hijo del Hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios» (v. Luc 22:69). Como si dijese: «Entonces no tendréis necesidad de preguntarme si soy el Cristo o no».
4. De aquí pudieron ellos inferir que Jesús se tenía por el Hijo de Dios, y le preguntaron: «¿Luego tú eres el Hijo de Dios?» (v. Luc 22:70). Él se había llamado a sí mismo el Hijo del hombre, refiriéndose a la visión de Daniel (Dan 7:13-14), pero ellos vieron que esto era algo más que una afirmación de mesianismo, y entendieron que no sólo se tenía por Hijo del Hombre, sino también por el Hijo de Dios.
5. Jesús no se calla ante la pregunta, sino que abiertamente se declara el Hijo de Dios: «Y Él les dijo: Vosotros lo decís; lo soy» (v. Luc 22:70). Como en otras ocasiones, la expresión significa: «Así es, como vosotros mismos decís».
6. Ante esta confesión abierta, el gran Sanedrín confirma el veredicto de la noche anterior: «Entonces ellos dijeron: ¿Qué necesidad tenemos ya de testimonio?, porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca» (v. Luc 22:71). Si Él mismo lo declara abiertamente, no necesitan de testigos, pues nadie requiere testigos para probar lo que el propio reo confiesa. Ellos tenían bastante con lo que consideraban una blasfemia digna de muerte. Pero esta acusación de nada les había de servir ante el tribunal del gobernador.
