Mateo 3:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ahora, el Sol de justicia se levanta gloriosamente. Se ha cumplido el tiempo para que Cristo entre a desempeñar su oficio profético; y escoge hacerlo, no en Jerusalén, sino donde Juan estaba bautizando, pues a él salían los que esperaban la consolación de Israel, quienes por eso mismo estarían dispuestos a dar la bienvenida al Mesías. La venida de Cristo desde Galilea al Jordán para ser bautizado por Juan, nos enseña a no ahorrarnos penas ni fatigas cuando tenemos oportunidad de llegarnos a Dios por medio de una ordenanza. Deberíamos estar deseando caminar por largo espacio antes que perder la ocasión de acrecentar nuestra comunión con Dios. Quienes buscan con afán, lo que buscan hallarán.

En este relato del bautismo de Cristo, podemos observar:

I. Cuánto le costó a Juan ser persuadido a administrarlo (vv. Mat 3:14-15). Fue una señal de la gran humildad de Cristo el ofrecerse a ser bautizado por Juan. Tan pronto como comenzó Cristo a predicar, predicó humildad y obediencia. Aun cuando estaba destinado a los más altos honores sus primeros actos públicos no son para exaltarse a sí mismo, sino para bajarse. El que desee subir mucho ha de empezar desde muy abajo; los edificios más altos requieren fundamentos más profundos. La humildad va delante del honor, y Dios honra a quienes le honran a Él con humildad y obediencia. Aquí tenemos:

1. La objeción que Juan presenta para no bautizar a Jesús: Juan trataba de impedírselo (v. Mat 3:14) como hizo Pedro cuando Cristo se disponía a lavarle los pies (Jua 13:6, Jua 13:8). La condescendencia y la benignidad de Cristo son tan sorprendentes en su profundidad misteriosa, que incluso los que conocen su mente bien tardan en comprender el significado de sus acciones. Juan, en su modestia, piensa que eso es un honor demasiado grande para él. Por entonces, el Bautista había obtenido ya gran renombre, y gozaba del respeto general; sin embargo, véase cuán humilde se conserva aún. Dios tiene reservados nuevos honores para quienes continúan siendo tanto más humildes cuanto más alta sube su reputación.

(A) Juan juzga necesario ser bautizado él mismo por Jesús: Yo necesito ser bautizado por ti con el bautismo del Espíritu Santo y con fuego. (a) Aunque Juan había sido lleno del Espíritu Santo desde el vientre de su madre (Luc 1:15), todavía reconocía que necesitaba tal bautismo puesto que quienes son receptivos a la operación del Espíritu Santo en su interior, son los que se percatan de que necesitan aún mayor receptividad. (b) Juan reconoce que aún necesita ser bautizado, a pesar de ser el más grande entre los nacidos de mujer. Las almas más puras son las más sensibles a la impureza que queda en ellas y, por eso, las más deseosas de un continuo lavamiento espiritual. (c) Necesita ser bautizado por Cristo. Los hombres mejores y más santos tienen necesidad de Cristo, y cuanto mejores son, tanto mejor ven la necesidad que tienen de Él. (d) Esto fue dicho delante de una multitud que tenía en gran veneración a Juan y estaba dispuesta a recibirle como Mesías. No es ningún desdoro para los hombres grandes confesar que están perdidos sin Jesús y sin su gracia. (e) Juan era el Precursor de Cristo y, sin embargo, reconoce que necesita ser bautizado por Él. Incluso los que precedieron a Cristo en el tiempo, dependían de Él en cuanto a su salvación. (f) Mientras predica a otros acerca de la salvación de sus almas Juan no olvida lo que tiene que ver con la suya propia. Como dice Pablo a Timoteo: Ten cuidado de ti mismo y de la enseñanza (1Ti 4:16).

(B) En consecuencia, Juan piensa que es un absurdo el que Cristo se ofrezca a ser bautizado por él: ¿Tú vienes a mí?

2. Jesús desbarata tal objeción: Pero Jesús le respondió: Permítelo ahora (v. Mat 3:15). Cristo admite la humildad de Juan, pero no su negativa. Véase:

(A) Cómo insiste Cristo: Así debe hacerse ahora. Todo está bien a su tiempo. Pero ¿por qué ahora? (a) Porque Cristo está en estado de humillación. No sólo es hallado en su porte exterior como hombre (Flp 2:8), sino en semejanza de carne de pecado (Rom 8:3), y así hecho pecado por nosotros, aunque no conoció pecado (2Co 5:21). (b) Dios está ahora haciendo su obra por medio del bautismo de Juan. Cuando vemos a Dios obrar, y lo que está obrando, hemos de someternos a su obra. (c) Tiene que ser ahora, porque ahora es el tiempo de que Cristo comience su ministerio público, y esta es la mejor oportunidad para que su aparición sea manifiesta.

(B) La razón que Cristo da para ello: Así conviene que cumplamos toda justicia. El alimento de Jesús era cumplir la voluntad del Padre, y esto era lo que el Padre disponía ahora. Pero había un motivo principal: Como un símbolo del designio que le había traído a este mundo, Jesús se identifica, en su bautismo, con los pecadores cuyo sustituto había de ser en la Cruz del Calvario. Era conveniente que lo hiciera al comienzo de su ministerio público, del mismo modo que, en el Antiguo Testamento, el sacerdote era lavado con agua antes de desempeñar su oficio (Éxo 29:4-7). Es aleccionador ver cómo Jesús cumplía siempre y en todo con toda justicia. ¿Cuánto nos falta para llegar al nivel de cumplimiento que de nosotros espera Dios?

Con la razón que Cristo da, Juan queda enteramente satisfecho, y entonces se lo permitió. La misma modestia que le incitó a declinar el honor que Jesús le ofrecía le hizo también efectuar el servicio que le demandaba. Cuando se trata de cumplir con nuestro deber, no cabe escudarse en una falsa modestia.

II. Cuán solemnemente mostró el Cielo, con un despliegue especial de gloria, el agrado con que el Padre veía el bautismo de Jesús (vv. Mat 3:16-17). Y Jesús, después que fue bautizado, subió luego del agua. Todos los demás que eran bautizados, se quedaban allí por algún tiempo, confesando sus pecados (v. Mat 3:6); pero Cristo, al no tener pecados que confesar, subió luego del agua, sin perder tiempo y como quien pone manos a la obra con la mayor presteza y alegre resolución.

1. Y he aquí que los cielos le fueron abiertos, como para descubrir algo en las alturas celestiales, más allá del firmamento estelar. Esto era: (A) Para animarle en su empresa, con el prospecto de la gloria y del gozo puesto delante de Él (Heb 12:2). (B) Para animarnos a nosotros a recibirle y a someternos a Él. El pecado cierra los cielos y pone una barrera a la comunión entre Dios y el hombre (Isa 59:2-5); pero ahora Cristo ha abierto el reino de los cielos para todos los creyentes. Los cielos despiden rayos de luz y amor sobre los hijos de los hombres, mediante el Señor Jesucristo, que es como la escalera que se apoya en la tierra y se introduce en el Cielo.

2. Vio al Espíritu de Dios que descendía como paloma, o como una paloma, y venía a posarse sobre Él. Luc 3:22 especifica que el Espíritu descendió en forma corporal, como una paloma. Cristo lo vio (Mar 1:10), y Juan también (Jua 1:33-34), y es probable que también lo vieran todos los que estaban allí, pues de esta manera quedaba inaugurado su ministerio público.

(A) El Espíritu de Dios descendió y se posó sobre Él. En el principio de la creación del mundo el Espíritu de Dios se movía sobre la superficie de las aguas (Gén 1:2), como un ave que incuba sobre su nido. Así también ahora, en la inauguración del nuevo mundo de la gracia, el Espíritu del Señor había de reposar sobre Él (la «palabra» simbolizada por el agua; v. Jua 3:5), y así lo hizo aquí (comp. Isa 11:2; Isa 61:1). (a) Jesús era el Profeta por excelencia; y los profetas siempre hablaron por el Espíritu de Dios, que venía sobre ellos. (b) Él había de ser la Cabeza de la Iglesia. Así el Espíritu había de permanecer sobre Él y llenarle hasta sobreabundar (Jua 1:32-33; Jua 3:34), para que de su plenitud todos recibiésemos (Jua 1:16)

(B) Descendió sobre Él en figura corporal, como una paloma. Esta última frase puede significar dos cosas: (a) Que el Espíritu tomó la forma corporal de una paloma aunque el texto no lo dice explícitamente, pero sí (en Luc 3:22) que se hizo visible de alguna forma. (b) Que descendió como descienden las palomas; es decir suave y lentamente, en contraposición con la imagen del águila, que es la que prevalece en el Antiguo Testamento (comp. con lo de la «gallina» en Mat 23:37). Así se resalta la benignidad de la gracia frente a la dureza de la Ley, así como la potencia de un Dios que salva desde arriba con la condescendencia de un Dios que se identifica con los hombres. «Águila», «gallina» y «paloma» vienen así a ser los símbolos del respectivo modo de comportarse las tres personas divinas con nosotros. Concretándonos a la paloma como figura del Espíritu Santo, podemos decir, primero, que la paloma es símbolo de inocencia y de paz. Por eso, Cristo exhortó a los suyos a ser mansos como palomas. La paloma gime (Isa 38:14). Cristo lloró sobre Jerusalén (Luc 19:41) y el Espíritu es entristecido por el pecado del creyente (Efe 4:30). También las almas arrepentidas son comparadas a las palomas de los valles. En segundo lugar, la paloma era la única ave que era ofrecida en sacrificio (Lev 1:14), y Cristo se ofreció a sí mismo mediante el Espíritu eterno (Heb 9:14). Finalmente, las buenas nuevas del descenso de las aguas en el Diluvio fueron traídas por una paloma con un ramo de olivo en el pico (Gén 8:11). Es, pues, muy apropiado que las buenas nuevas de la paz con Dios nos sean traídas por el Espíritu en figura de paloma. Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo (2Co 5:19) es un mensaje de gran alegría, que nos viene sobre las alas de una paloma.

3. Para completar y explicar esta solemnidad, hubo una voz de los cielos. El Espíritu Santo se manifestó en la figura de una paloma, pero el Padre se manifestó por medio de una voz.

(A) Véase cómo reconoce Dios el Padre a nuestro Señor Jesús: Este es mi Hijo, el Amado. Obsérvese: (a) La relación del Padre con Jesús: Este es mi Hijo. Es el Hijo de Dios por la especial designación para la obra y el oficio de Redentor del mundo (Jua 10:36) pero especialmente porque en Cristo hay una única persona, la persona del Hijo, del Verbo de Dios (Jua 1:1, Jua 1:14 Jua 1:18). (b) El afecto que el Padre le profesa: Este es mi Hijo, el Amado. Amado especialmente por su pleno consentimiento en llevar a cabo la obra de la Redención (Jua 10:17). Por esto mismo nos percatamos de lo mucho que nos ama Dios, al ver que no eximió a su propio Hijo (comp. con Gén 22:12), sino que lo entregó por todos nosotros (Rom 8:32, comp. con 1Jn 4:9-10).

(B) Véase también cuán dispuesto está asimismo a reconocernos a nosotros en Cristo, pues dice, no con quien he puesto mi complacencia, sino en quien he puesto mi complacencia. Dios Padre está complacido con todos los que están en Cristo, unidos a Él por la fe. En Él nos eligió ya antes de la fundación del mundo, y en Él disfrutamos de todas las gracias de la redención, puesto que nos ha colmado de gracia en el Amado (Efe 1:4, Efe 1:6). Fuera de Cristo, Dios es fuego consumidor (Heb 12:29), pero en Cristo es Padre reconciliador (2Co 5:19). Este es el resumen y compendio del Evangelio, el cual nos apropiamos por fe, pudiendo decir, con la esposa del Cantar: «Yo soy de mi amado, y conmigo tiene su contentamiento» (Cnt 7:10).

(C) Así que, en el bautismo de Jesús, vemos por primera vez en el Nuevo Testamento la manifestación de la Santísima Trinidad: El Hijo sale del agua, el Espíritu Santo se aparece bajo la forma de una paloma, y el Padre hace oír su voz desde el Cielo, y manifiesta su complacencia en su Hijo Jesús.

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