Romanos 10:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Pablo describe ahora la superioridad del Evangelio sobre la Ley.

1. Al citar de Lev 18:5 (comp. con Gál 3:12), Pablo expone la forma en que Moisés describe la justicia que es por la ley: El hombre que haga estas cosas (las que manda la Ley), vivirá por ellas, esto es, tendrá vida en la medida en que las cumpla (v. Rom 10:5). Pero el cumplimiento requerido era perfecto y total (comp. Stg 2:10), lo cual es imposible sin la gracia de Dios y el poder del Espíritu Santo (Rom 3:20; Rom 7:7; Rom 8:3, Rom 8:4). Es cierto que muchos justos del Antiguo Testamento fueron aceptados por Dios, pero no lo fueron en razón de sus obras, sino por una justicia nacida de la fe, como ha demostrado Pablo en el capítulo Rom 4:1-25.

2. En cuanto a la justicia que procede de la fe (v. Rom 10:6), Pablo cita de Deu 30:11-14. Lo curioso, como Martin Buber hace notar, es que dicha porción del Deuteronomio tiene por objeto dar a entender a los israelitas que el precepto que Dios les impone es fácil de cumplir. Pablo transforma el texto, para acomodarlo a su tesis, suprime lo del precepto y cambia lo del paso por el mar por la bajada al abismo, es decir, al Sheol. Con respecto a la frase «subir al Cielo», se usa en la Biblia como ejemplo de una cosa imposible de realizar por medio de las fuerzas naturales. Aplicándolo a Cristo como Salvador, Pablo pregunta: «¿Quién puede hacer bajar del cielo al Salvador?» ¡Nadie, sino Dios mismo, movido de su amor infinito a la humanidad perdida! (Jua 3:16; Gál 4:4). Y, una vez muerto, «¿Quién puede hacerle subir de entre los muertos?» (v. Rom 10:7). ¡Nadie, sino el mismo Dios que lo resucitó con su infinito poder!

(A) En efecto, la justicia que es por medio de la fe no exige ningún imposible, sino que es muy fácil de alcanzar: Está tan al alcance de la mano que le basta al hombre con recibir en su corazón el mensaje del Evangelio, adhiriéndose así, por fe, al Salvador, y profesando luego, al exterior (con la boca), su adhesión al cristianismo. El Evangelio no dice: «Haz esto y vivirás», sino «Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo» (Hch 16:31).

(B) Pablo menciona en primer lugar, en el versículo Rom 10:9, el confesar con la boca que Jesús es el Señor (comp. con 1Co 12:3), para acomodarse al orden en que las frases aparecen en la cita del Deu 30:14, pero vuelve al orden real en el vesículo Rom 10:10. El Señor Jesús había dado gran valor a esta confesión de Sí delante de los hombres (Mat 10:32, Mat 10:33). Esta confesión del Señor, delante de los hombres, es especialmente ardua en tiempos de persecución, como fueron los tres primeros siglos de nuestra era, cuando la aclamación de 1Co 12:3, Kurios lesous, Jesús (es el) Señor, era tenida como un insulto al Kurios Kaisar, César (es el) Señor, que los esbirros del emperador exigían a los cristianos confesar. Sólo el Espíritu Santo podía conferir gracia y poder para confesar a Cristo en tales circunstancias. La frase final del versículo Rom 10:9 («serás salvo») engloba la confesión de boca y la fe de corazón, pero en el versículo Rom 10:10 leemos: «Con la boca se confiesa para salvación». Para evitar confusiones, es necesario recordar que el vocablo «salvación» no se limita al momento de la justificación, «sino que abarca la realización de los propósitos de Dios frente a todos los aspectos de la vida» (Trenchard, quien cita, como ejemplo, 1Ti 4:16). Véase el comentario a 1:16, para más detalles.

(C) El elemento primordial, de parte del hombre, para alcanzar la justicia es la fe: «Creer de corazón que Dios levantó a Jesús de los muertos» (v. Rom 10:9); así se cree de corazón para justicia (v. Rom 10:10). La muerte y la resurrección de Cristo forman el núcleo del Evangelio (1Co 15:14). La muerte expiatoria de Cristo en nuestro lugar y su posterior resurrección que garantizaba en aquella muerte una victoria sobre el pecado, son los hechos históricos que hemos de acoger como base segura personal para alcanzar la aceptación por Dios y, por tanto, la vida eterna (v. Rom 4:25). La confesión de boca sin la fe de corazón es una enorme hipocresía; la supuesta fe interior sin la profesión exterior de la fe es una enorme cobardía que da motivos para dudar de la genuinidad de la fe.

3. Esta cercanía del mensaje, esta facilidad de llegar a la justicia por medio de la fe, que Pablo ha explicado en los versículos Rom 10:6-10, es para todos, sin discriminación de raza, clase, sexo, etc. (vv. Rom 10:11-13). Para confirmarlo, cita Pablo de nuevo de Isa 28:16, donde el hebreo dice literalmente: «El que cree (en la piedra probada), no se apresurará», es decir, permanecerá estable en su fe por mucho que se demore el cumplimiento de la promesa. Pablo toma de los LXX el texto con algunas ligeras variaciones y le antepone ese «Todo» (que no existe en el lugar citado) para darle así extensión universal. Así lo hace explícitamente también, y con el detalle necesario, en los versículos Rom 10:12 y Rom 10:13. En esto de la salvación, como en el pecado, no hay diferencia (v. Rom 10:12) entre judío y griego (comp. Rom 3:22, Rom 3:23, Rom 3:29; Col 3:11), pues uno mismo es el Señor de todos (comp. Hch 10:36), que es rico para con todos los que le invocan. No hay un Dios para los judíos, y otro para los paganos; no hay un Mediador para Israel, y otro para las naciones, sino que hay un solo Dios y un solo Mediador (1Ti 2:5). El Señor es aquí Cristo, rico (2Co 8:9) con todas las riquezas del Padre, pues es su Hijo Unigénito, y dispensa las riquezas de su gracia a todos los que le invocan, sin distinción ni excepción, porque (v. Rom 10:13) todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo. Aunque el término de nuestras oraciones es el Padre, en el nombre de Jesús el Mediador, también Jesús es objeto de invocación (v. Hch 7:59). Pablo cita de Joe 2:32 en el versículo Rom 10:13, como lo había hecho Pedro en Hch 2:21. El judío converso S. C. Mills hace notar que esta cita de Joel «es una profecía de la Segunda Venida, que será el tiempo de establecer el reino mesiánico». Esta es la implicación del versículo Rom 10:13 y es la exégesis primordial de Joe 2:32. Sin embargo, no debemos pasar por alto una adecuada aplicación del mismo texto. Así como el profeta Joel afirma que, cuando el reino mesiánico esté a punto de ser establecido, «… todo el que (sea judío o gentil) invoque el nombre de Jehová será libertado», así también el mensaje de salvación se extiende a todos los pueblos sin atender a su raza, religión o color … La invitación a la vida eterna está abierta para todos. Nadie se excluye». Algo que todos los comentaristas hacen notar es que lo que, en estas citas, se aplica a Jehová, Pablo lo aplica al Señor Jesucristo.

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