Salmos 8:3 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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David continúa aquí engrandeciendo el honor de Dios al exponer los honores que Dios ha otorgado al hombre, especialmente a Jesucristo Hombre. Las condescendencias de la gracia divina exigen nuestras alabanzas tanto como la exigen las elevaciones de la gloria divina. Véase aquí:

1. Lo que le induce a admirar el condescendiente favor de Dios hacia el hombre, que es la consideración del brillo y de la influencia de los cuerpos celestes que están a la vista de los hombres (v. Sal 8:3): «Cuando veo tus cielos, y aquí en particular, la luna y las estrellas». Nótese que no se menciona el sol. Es nuestro deber considerar los cielos. No podemos menos de verlos por nuestra posición erecta; en esto, entre otras cosas, nos distinguimos de los brutos animales, los cuales están formados para mirar hacia abajo, mientras el hombre está formado para mirar hacia arriba. «Los cielos son los cielos de Jehová» (Sal 115:16), no sólo porque Él los hizo, sino porque en ellos especialmente brilla su gloria y se alza su trono: Son obra de sus dedos. Crearlos fue para Dios como un juego de niños; no necesitó para ello extender el brazo, como se nos dice al hablar de la salvación de su pueblo. Aun las luces inferiores: la luna y las estrellas, muestran la gloria y el poder del Padre de las luminarias (Stg 1:17) y nos suministran materia de alabanza a Dios. Cuando consideramos la gloria de Dios que brilla en el mundo de arriba, bien podemos admirarnos de que Dios se fijase en una criatura tan baja como es el hombre. Y cuando consideramos la gran utilidad de los cielos para los hombres de la tierra, bien podemos exclamar: Señor, ¿Quién soy yo para que hayas puesto a mi servicio los astros del cielo?

2. Cómo expresa su admiración (v. Sal 8:4): «Señor, ¿qué es el hombre (hebr. enosh = el ser humano en su debilidad física y moral) para que de él te acuerdes, para que tomes nota de él, de sus actos y de sus quehaceres? ¿Qué es el hijo del hombre para que lo visites (lit.), como un amigo visita a otro amigo, complacido en conversar con él e interesado en sus cosas?» Esto se aplica:

(A) A la humanidad en general. Aunque el hombre es como un gusano (Job 25:6), Dios le respeta y le muestra en abundancia su benevolencia; el hombre es, muy por encima de todas las criaturas de este mundo de abajo, el favorito de la Providencia (v. 1Co 9:9), hasta el punto de que ha sido hecho un poco inferior a los ángeles (v. Sal 8:5), ya que, por su cuerpo, es semejante a las bestias que perecen y está confinado a la tierra, pero, por su alma espiritual e inmortal, es semejante a los ángeles, que son puros espíritus. Por un poco de tiempo, los hijos de Dios son inferiores a los ángeles, mientras su alma espiritual está como encerrada en vasos de barro, pero los hijos de la resurrección serán como ángeles (gr. isángueloi. Luc 20:36), no inferiores a ellos. El hombre está dotado de nobles y maravillosas facultades: «Lo coronaste de gloria y de honra». La razón del hombre es su corona de gloria; no debe profanar esa corona mediante el mal uso de ella ni perder el derecho a ella por obrar en contra de sus dictados. Dios ha puesto todas las cosas bajo los pies del hombre, para que pueda servirse, no sólo del utillaje, sino también de los productos y de las vidas de las criaturas inferiores. David especifica algunos animales inferiores: ovejas, bueyes, aves, peces (vv. Sal 8:7, Sal 8:8), de los que puede servirse el hombre, aunque algunos de ellos son físicamente mucho más fuertes que él.

(B) Al Señor Jesucristo en particular, como sabemos por Heb 2:6-8, donde el autor de la epístola, para demostrar el soberano dominio de Cristo sobre los cielos y la tierra, declara que Él es el hombre, el Hijo del Hombre, a quien Dios ha coronado de gloria y honor y le ha hecho señorear sobre las obras de sus manos. Tenemos motivos para tener humildemente recta estima de nosotros mismos y admirar con gratitud la gracia de Dios en que: (a) Jesucristo asumió la naturaleza del hombre y, en esa naturaleza, se humilló (Flp 2:6-8). Al tomar la forma de esclavo y renunciar a la pompa de su divina majestad, se hizo menor que los ángeles. (b) En esa misma naturaleza, fue exaltado para ser proclamado Señor de todo lo creado. Dios el Padre le ensalzó porque Él mismo se había humillado (Flp 2:9-11). Todas las criaturas han sido puestas de derecho bajo sus pies, y lo serán de hecho cuando haya puesto a todos sus enemigos por escabel de sus pies (Heb 2:8; Heb 10:13, comp. con 1Co 15:27).

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