Devocional: Los clavos de la cruz (c)


Los clavos de la cruz ©

 

Juan nos dice que Cristo tenía la señal de los clavos en sus manos (Juan 20:25).

 

Mateo nos dice que la chusma del monte Calvario injuriaba a Cristo, diciéndole…

 

«…si eres Hijo de Dios desciende de la cruz». Mateo 27:40.

 

¿Qué era lo que detenía a Cristo en la cruz?

 

No fueron los clavos lo que le detuvieron en la cruz.

 

El tenía el poder para quitar los clavos.

 

El podía haber pedido el auxilio de más de doce legiones de ángeles para que lo quitaran de la cruz (Mateo 26:53).

 

Aquel que tenía el poder para calmar la tempestad, para alimentar a las multitudes y levantar a los muertos podía haber quitado los clavos.

 

Sus enemigos no hubieran podido hacer nada contra él si no hubiera sido porque quería hacer la voluntad del Padre.

 

«Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo». Juan 10:17, 18.

 

La voluntad del Padre lo detuvo en la cruz.

 

Jesucristo oró en el jardín y dijo…

 

«Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú». Mateo 26:39.

 

Era la voluntad de Dios que su Hijo fuera la propiciación por nuestros pecados (1 Juan 2:2).

 

Fue el amor del salvador y nuestros pecados los que lo detuvieron en la cruz y no los clavos.

 

El propósito eterno de Dios detuvo a Cristo en la cruz.

 

Jesús murió para comprar la iglesia con su propia sangre (Hechos 20:28).

 

La iglesia es la institución por la cual se da a conocer el propósito de Dios al mundo (Efesios 3:10, 11).

 

Sin la muerte de Cristo el plan de Dios no hubiera tenido éxito.

 

De manera que su amor para Dios y el hombre lo detuvo en la cruz y no los clavos.

 

El gozo puesto delante de Cristo lo detuvo en la cruz.

 

Por lo que dice el autor de la epístola a los Hebreos sabemos que el autor y consumador de la fe tuvo en poco sufrir tanto por el gozo puesto delante de él (Hebreos 12:2).

 

Cristo toleró las burlas que hacían de él porque tenía sus ojos puestos en algo superior.

 

No fue la falta de poder y los clavos lo que detuvieron a Cristo en la cruz.

 

Su entrega a la voluntad de Dios y su amor por las almas del mundo lo clavaron al madero donde él murió.

 

Nuestro amor por Dios y su Hijo debe mantenernos fieles en el reino del Señor, no importa que se burlen de nosotros.

 

Amén.

 

Dios Te Bendiga.

 

Ministerio El Remanente Inc.


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