El Sueño de Dios. Un viaje a través de Juan 15

El Sueño de Dios. Un viaje a través de Juan 15

por Bruce Wilkerson,

Piense en algunas de las cosas que Jesús no se puso en la mano para explicarles su mensaje aquella noche en la viña.

-No se puso dinero.
-No se puso un mapa para una invasión militar (o angélica) de Jerusalén.
-No se puso una carta donde les explicara a todas las esposas que se habían quedado en casa lo que significaban aquellos últimos tres años.

-Jesús estaba pensando en las uvas.

Sosteniendo un pámpano de una vid madura, les dijo:
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto. (Juan 15:1-2, 5, 8).

¿Qué imágenes le vienen a la mente? ¿Siente la áspera corteza, los rizos de un zarcillo, la pelusa que tienen en la superficie las hojas nuevas? ¿Huele la aromática dulzura de las uvas?

A Jesús le encantaba presentar las verdades más profundas con ejemplos sencillos, tomados de la tierra misma. En su último mensaje antes de morir, quería que usted y yo comprendieramos con todo nuestro ser que Él nos ha dejado en este planeta por una razón apremiante, y que esa razón tiene que ver en todo con el fruto.

Vid vieja, perspectiva nueva

Jesús introdujo una imagen dentro de la metáfora de la vid para ayudarnos a comprender nuestro papel en cuanto a dar fruto para Dios.

1. Jesús es la vid.

Si usted no creció en tierra de viñedos, tal vez piense que la vid es una larga rama rastrera que se extiende a lo largo de un enrejado. En realidad, es el tronco de la planta, que sale del suelo. Los viñadores han mantenido tradicionalmente las vides a la altura de la cintura: entre noventa centímetros y un metro. La vid termina en un gran nudo del que salen los pámpanos en todas las direcciones, siguiendo un enrejado de alambre.

2. El Padre es el labrador.

El labrador es el que cuida la viña, ya sea el dueño, o la persona contratada para atenderla. Su tarea es sencilla: sacar de sus plantas la mayor cantidad de kilogramos de uva que pueda. Una viña saludable y debidamente cuidada significa una cosecha mayor.

3. Usted y yo somos los pámpanos.

En la viña, los pámpanos son el centro de atención de los esfuerzos del labrador, porque son los que producen el fruto. Se atan a un enrejado o se apoyan con varas para que circule el aire, de manera que se les proporcione la mayor cantidad posible de sol, y se pueda llegar a todos ellos a la hora de cuidarlos. El labrador cultiva amorosamente cada uno de los pámpanos, de manera que le dé tanto fruto como sea posible.

Es posible que estas imágenes de la viña sean interesantes desde el punto de vista de la horticultura, pero permítame preguntarle: ¿Por qué hablaría Jesús con tanto detalle acerca del cuidado de las uvas, cuando faltaban unas cuantas horas para su muerte, y las esperanzas de sus mejores amigos habían acabado de quedar aplastadas?

Está claro que Jesús sabía que eran el momento y el lugar correctos para enseñarles a los discípulos una nueva manera de ver las cosas. Él quería que vieran su futuro desde la perspectiva del cielo. No los quería dejar en la tierra preguntándose:

¿Qué intenciones tendrá Dios con mi vida? ¿Por qué las cosas no están saliendo como yo esperaba?

¿Qué es el fruto?

Durante años, leí este pasaje como una llamada general a los cristianos para llevar a otros a los pies de Cristo. Sin embargo, no hay razón para restringir lo que quiere decir Jesús al fruto de ganar almas. He ido siguiendo las palabras fruto y buenas obras en la Biblia, y se usan de una manera casi intercambiable. Tome, por ejemplo, este versículo de Tito:

Y aprendan también los nuestros a ocuparse en buenas obras para los casos de necesidad, para que no sean sin fruto. (3:14)

Tampoco los discípulos habrían interpretado las palabras de Jesús sólo en el sentido del evangelismo. Como gente que vivía cerca de la naturaleza, habrían entendido que el fruto simbolizaba el mejor resultado, o el premio más dulce en la vida. Tal vez hayan recordado estas conocidas palabras:

[El hombre religioso] será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará. (Salmo 1:3)

En la práctica, el fruto representa las buenas obras: un pensamiento, una actitud o una acción nuestra que Dios valora, porque lo glorifica a Él. El fruto de su vida es la forma en que Dios recibe en la tierra el honor que le es debido. Por eso Jesús declara: ¿En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto? (Juan 15:8).

Usted lleva fruto interno cuando le permite a Dios que alimente en usted una calidad de vida nueva que lo asemeje a Cristo: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza (Gálatas 5:22).

Lleva fruto externo cuando le permite a Dios que obre a través de usted, de manera que le dé gloria. Por supuesto, dentro de esto se incluiría el compartir su fe con otros. Los apóstoles veían todos los aspectos de la vida como oportunidades para dar fruto. Pablo escribió: Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra. (2 Corintios 9:8). Tanto si está cortando leña para una viuda, como si está cuidando a un vecino enfermo, o pasándose la vida entera como misionero en la selva, aparece el fruto externo cuando lo que le motiva es darle la gloria a Dios.

Entonces, ¿qué importancia y qué valor tiene dar fruto? Jesús dice: Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca. (Juan 15:16). El fruto es su único depósito permanente en el cielo. El fruto real permanece para siempre. Y es la principal razón terrenal por la que usted recibió la salvación. Pablo les dijo a los cristianos que ellos habían sido creados en Cristo Jesús para buenas obras (Efesios 2:10).

Jesús no nos ha guiado hasta este círculo alumbrado por antorchas, sólo para convertir nuestros sueños en realidad. Nuestros sueños, como los de sus discípulos, siempre son demasiado pequeños. Estamos aquí para convertir en realidad el sueño de Dios: que le demos gloria por medio de una vida extraordinariamente abundante. Así es como hallamos nuestra mayor realización personal, ahora y por toda la eternidad.

Tal vez le parezca que algo tan decisivo dentro del plan de Dios debería ocurrir de manera automática en su vida y en la mía. Nada podría estar más lejos de la verdad. Para que la viña produzca realmente, los pámpanos tienen que responder a las atenciones del labrador. Pero, como veremos, no todos los pámpanos responden igual. De hecho, cada pámpano de la viña es único, y cuando llega el día de la vendimia, cada uno de ellos habrá producido una cosecha de distinto tamaño.

Caminemos ahora por nuestra cuenta dentro de la viña. Le voy a mostrar cuatro niveles distintos de rendimiento eterno. Está usted a punto de tener una clara imagen de lo que está significando su vida para Dios en estos mismos momentos.

Este artículo ha sido tomado del libro:
Secretos de la Vid
por Bruce Wilkinson
ISBN 0789909871

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