¿Cómo Manejar La Confrontación Según La Biblia?

¿Cómo Tratar La Confrontación Según La Biblia?

«…EL QUE ACEPTA LA CORRECCIÓN RECIBIRÁ HONRA» (Proverbios 13:18b)

A nadie le gusta la confrontación, pero es imposible crecer sin ella. La confrontación es decir la verdad en un encuentro personal y cara a cara con aquéllos a los que más aprecias. 

Dios nos confronta amorosamente en esas áreas en las que necesitamos crecer, y Él espera que hagamos lo mismo con otros. ¿Es fácil? ¡No! ¿Genera tensión? ¡Pues claro que sí! Aquí tienes cuatro principios para ayudarte:

(1) No hables de ellos, sino con ellos

La confrontación se hace raras veces indirecta y públicamente. Debe tratarse de una comunicación clara, meditada, y expuesta con firmeza, pero con gentileza.

(2) Proporciona algunos ejemplos, sin exageración, «bombardeo» espiritual ni demasiada emoción

Da ejemplos concretos. No te escondas detrás de: «Creo que el Señor me ha mostrado que estás equivocado». Cuando Natán confrontó al rey David acerca del pecado con Betsabé, fue muy específico (lee 2 Samuel 12:7-12).

Sé muy cuidadoso a la hora de expresar tus emociones. Deja pasar suficiente tiempo entre la ofensa y la confrontación para desactivar en oración cualquier enojo que puedas sentir.

(3) Muéstrales un modo mejor

No les dejes sufrir sin una dirección clara de cómo mejorar. Esto no es justo ni mucho menos constructivo. De hecho, puede conducir a problemas más graves y complicaciones no deseadas.

La mejor solución es simplemente identificar el problema y, con calma, sugerir formas para corregirlo. Tu objetivo debe ser ayudarles, y no hacerles sentir culpabilidad.

(4) Muestra compasión y entendimiento

¡No te saltes esta parte! Si lo haces, les estarás acusando en vez de confrontando. Sé honesto, ¿no has conseguido tus proezas a través de cometer multitud de fallos? Así que, acércate a ellos con cariño y verdadera preocupación.

«…EL QUE ABORRECE LA REPRENSIÓN ES UN IGNORANTE» (Proverbios 12:1b)

La confrontación a la manera que Cristo lo hizo conlleva el riesgo de ser rechazado. Hace falta anteponer la necesidad de forjar el carácter de la otra persona a tu propia comodidad. Dirás: «¿Y cómo puedo hacerlo?»:

(1) ¡Estate seguro!

Ten la certeza de que hay una buena razón para confrontar a alguien. La confrontación debería ser algo fuera de lo común, y no un acontecimiento diario. Tampoco deberías disfrutar de la experiencia. Si es así, contente y examina tus motivos.

¿Te sientes superior? ¿Estás descargando tu ira sobre esa persona por algún otro asunto? ¿Te estás enalteciendo rebajando al otro?

(2) ¡Sé especifico!

No dejes que el resultado sea la especulación. Ser impreciso conduce a un resultado imprevisto, no importa cuán cuidadosas y amables sean tus palabras. Estate seguro de saber cuál es el motivo de tu confrontación, y después acláraselo a la otra persona.

(3) ¡Sé sensible!

Cada situación es distinta. Un prolongado periodo de examen de conciencia y oración debería preceder a cualquier confrontación cara a cara. Sin eso te estás metiendo en problemas. Además, la persona a la que confrontas notará inseguridad e inquietud en tus palabras. No corras ese riesgo. Si no has tomado tiempo para orar y buscar consejo divino sobre el asunto, no actúes.

No te metas en ello tú solo. Todos hemos visto los resultados de un enfrentamiento al estilo Clint Eastwood que consiste en: «Pestañea y ¡te `coso’ a balas!». Sin duda alguna, esta forma de hacer las cosas deja un «sangriento» rastro de almas heridas. Asegúrate, pues, de que tus palabras y el tono de tu voz concuerden con la persona con la que trates. No te involucres con tus propios asuntos personales.

¡Nada de esto tiene que ver contigo! Elige el momento cuidadosamente. Selecciona tus palabras con cautela y, por supuesto, ora fervientemente. Este tipo de confrontación a la manera de Cristo siempre produce el resultado deseado.

¿Cómo Tratar La Confrontación Según La Biblia?

«…EL QUE ACEPTA LA CORRECCIÓN RECIBIRÁ HONRA» (Proverbios 13:18b)

A nadie le gusta la confrontación, pero es imposible crecer sin ella. La confrontación es decir la verdad en un encuentro personal y cara a cara con aquéllos a los que más aprecias. 

Dios nos confronta amorosamente en esas áreas en las que necesitamos crecer, y Él espera que hagamos lo mismo con otros. ¿Es fácil? ¡No! ¿Genera tensión? ¡Pues claro que sí! Aquí tienes cuatro principios para ayudarte:

(1) No hables de ellos, sino con ellos

La confrontación se hace raras veces indirecta y públicamente. Debe tratarse de una comunicación clara, meditada, y expuesta con firmeza, pero con gentileza.

(2) Proporciona algunos ejemplos, sin exageración, «bombardeo» espiritual ni demasiada emoción

Da ejemplos concretos. No te escondas detrás de: «Creo que el Señor me ha mostrado que estás equivocado». Cuando Natán confrontó al rey David acerca del pecado con Betsabé, fue muy específico (lee 2 Samuel 12:7-12).

Sé muy cuidadoso a la hora de expresar tus emociones. Deja pasar suficiente tiempo entre la ofensa y la confrontación para desactivar en oración cualquier enojo que puedas sentir.

(3) Muéstrales un modo mejor

No les dejes sufrir sin una dirección clara de cómo mejorar. Esto no es justo ni mucho menos constructivo. De hecho, puede conducir a problemas más graves y complicaciones no deseadas.

La mejor solución es simplemente identificar el problema y, con calma, sugerir formas para corregirlo. Tu objetivo debe ser ayudarles, y no hacerles sentir culpabilidad.

(4) Muestra compasión y entendimiento

¡No te saltes esta parte! Si lo haces, les estarás acusando en vez de confrontando. Sé honesto, ¿no has conseguido tus proezas a través de cometer multitud de fallos? Así que, acércate a ellos con cariño y verdadera preocupación.

«…EL QUE ABORRECE LA REPRENSIÓN ES UN IGNORANTE» (Proverbios 12:1b)

La confrontación a la manera que Cristo lo hizo conlleva el riesgo de ser rechazado. Hace falta anteponer la necesidad de forjar el carácter de la otra persona a tu propia comodidad. Dirás: «¿Y cómo puedo hacerlo?»:

(1) ¡Estate seguro!

Ten la certeza de que hay una buena razón para confrontar a alguien. La confrontación debería ser algo fuera de lo común, y no un acontecimiento diario. Tampoco deberías disfrutar de la experiencia. Si es así, contente y examina tus motivos.

¿Te sientes superior? ¿Estás descargando tu ira sobre esa persona por algún otro asunto? ¿Te estás enalteciendo rebajando al otro?

(2) ¡Sé especifico!

No dejes que el resultado sea la especulación. Ser impreciso conduce a un resultado imprevisto, no importa cuán cuidadosas y amables sean tus palabras. Estate seguro de saber cuál es el motivo de tu confrontación, y después acláraselo a la otra persona.

(3) ¡Sé sensible!

Cada situación es distinta. Un prolongado periodo de examen de conciencia y oración debería preceder a cualquier confrontación cara a cara. Sin eso te estás metiendo en problemas. Además, la persona a la que confrontas notará inseguridad e inquietud en tus palabras. No corras ese riesgo. Si no has tomado tiempo para orar y buscar consejo divino sobre el asunto, no actúes.

No te metas en ello tú solo. Todos hemos visto los resultados de un enfrentamiento al estilo Clint Eastwood que consiste en: «Pestañea y ¡te `coso’ a balas!». Sin duda alguna, esta forma de hacer las cosas deja un «sangriento» rastro de almas heridas. Asegúrate, pues, de que tus palabras y el tono de tu voz concuerden con la persona con la que trates. No te involucres con tus propios asuntos personales.

¡Nada de esto tiene que ver contigo! Elige el momento cuidadosamente. Selecciona tus palabras con cautela y, por supuesto, ora fervientemente. Este tipo de confrontación a la manera de Cristo siempre produce el resultado deseado.

2 COMENTARIOS

  1. siga adelante mi querido hermano dejandose guiar por el altisimo me siento bendecida porque sus mensajes siempre llegan oportunamente a mi vida gracias y muchas bendiciones para su vida

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