Marcos 2:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Ahora hallamos a Cristo predicando a la orilla del mar (v. Mar 2:13), adonde se dirigió en busca de lugar más apto para predicar a las multitudes. Por esto podemos deducir que el Señor Jesús poseía una voz potente, de la cual hacía buen uso para ser oído hasta por los que ocupaban las últimas filas.

II. «Y al pasar, vio a Leví» (v. Mar 2:14). Leví, que es el apóstol Mateo, tenía en Capernaúm su oficina de cobrador de impuestos o «publicano» como leemos en muchas versiones. La oficina tendría una espléndida vista al mar, pero fue mucho más preciosa la vista de Jesús cuando le miró «al pasar». El hecho de que Mateo fuese un cobrador de impuestos, al ser judío, nos inclina a pensar que era un joven algún tanto extravagante. Pero Cristo le llamó diciendo: «Sígueme». Y él respondió prontamente al llamamiento del Señor. En Dios, mediante Cristo, hay misericordia suficiente para perdonar los pecados más grandes, y suficiente gracia para santificar a los más infames pecadores. Mateo, tras su odioso oficio de cobrador de impuestos a favor del poder opresor, llegó a ser uno de los doce apóstoles y redactor humano del Evangelio que lleva su nombre. El mayor de los crímenes no es barrera suficiente para la más elevada santidad cuando la gracia eficaz de Dios toca el corazón del ser humano; más aún, Dios queda más glorificado por la conversión de un Leví o de un Saulo, que por la de un honrado fariseo como Nicodemo, aunque la gracia sea la misma e idénticos los resultados. En la sanación del cuerpo, Cristo fue, de ordinario, buscado; pero en la sanación del alma, «fue hallado por los que no le buscaban» (Isa 65:1; Rom 10:20); puesto que éste es el mayor mal y el más grave peligro de la enfermedad del pecado, que quienes la padecen no sienten deseo de ser curados de ella.

III. Luego vemos con qué familiaridad trata y conversa con los cobradores de impuestos y pecadores notorios (v. Mar 2:15). Aquí se nos dice: 1. Que Cristo estaba sentado a la mesa de él (Leví), ya que Mateo había invitado a Jesús y a Sus discípulos al banquete de despedida que iba a celebrar con sus colegas y amigos, después de haber aceptado la invitación de Jesús a seguirle. 2. Que dichos cobradores de impuestos y pecadores notorios «estaban también sentados a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos» en casa de Leví; y que «había muchos, y le seguían»; por supuesto, seguían a Jesús, no a Mateo, aunque Mateo quiso aprovechar aquella ocasión para que muchos de sus colegas y amigos conociesen de cerca al Salvador. La fama de «pecadores» que los publicanos tenían se debía a dos factores: (A) A que generalmente lo eran, por lo corriente de la corrupción en el ejercicio de tal oficio, ya que solían exigir mayores cuotas de las debidas legalmente, se prestaban al soborno y recurrían a veces a falsas acusaciones de insolvencia, con lo que se enriquecían de forma totalmente pecaminosa; (B) A que los judíos, especialmente los zelotes, les tenían enorme antipatía al considerar que su oficio era una vergüenza, por traición a las libertades de la nación; así que juzgaban escandaloso estar en compañía de tales personas. Tales eran estas personas con las que plugo al Señor conversar y comer, cuando apareció «en semejanza de carne de pecado» (Rom 8:3).

IV. El escándalo que la conducta de Jesús causó a «los escribas del partido de los fariseos» (v. Mar 2:16). No vinieron a oírle predicar con lo que habrían podido ser convictos de pecado y edificados espiritualmente, sino que vinieron a espiarle y sentirse provocados por su actitud de estar allí sentado con aquella clase de gente. Y en lugar de dirigirse directamente a Jesús, trataron de que los discípulos de Cristo sintieran desafecto hacia el Maestro; así que les dijeron: «¿Qué es esto, que Él come y bebe con los cobradores de impuestos y pecadores?»

V. La vindicación que Jesús hace de Su propia conducta (v. Mar 2:17). Se mantuvo en su actitud y no se avergonzó de estar en tal compañía. Hay quienes están tan atentos a preservar su buen nombre, que por no ofender a personas muy «buenas», declinan el hacer una buena obra. Pero Cristo no se comporta de esa manera. Los escribas pensaban que los cobradores de impuestos eran dignos de odio, pero Cristo les responde que son dignos de compasión, porque están enfermos y necesitan un médico, son pecadores y necesitan un Salvador. Ellos pensaban que Cristo, si era justo, debía separarse de los pecadores; pero Cristo responde: «Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos sino a pecadores». Es a un mundo pecador a donde el Hijo de Dios fue enviado, y por eso su mayor ocupación había de ser buscar cuanto antes a los mayores pecadores. Por otra parte, Jesús indirectamente les advierte que, todo el que se tiene por justo, está fuera del alcance de la salvación que Él vino a traer. ¡No hay peor enfermo que el que se cree sano sin estarlo! (Comp. con Jua 9:41). Aquellos publicanos que seguían a Jesús tenían, al menos, conciencia de su indignidad y, con ello, se les abría el camino hacia el Salvador.

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