Génesis 12:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Llamamiento por el cual Abram fue retirado del país de su nacimiento a la tierra prometida. Este llamamiento estaba destinado a probar su fe y obediencia así como a separarle y ponerle aparte para Dios y para servicios especiales. Para el conocimiento de las circunstancias de esta llamada nos puede ayudar no poco el discurso de Esteban (Hch 7:2), donde se nos dice: 1. Que el Dios de la gloria se apareció con tal alarde de gloria que no le dejó a Abram ningún lugar para dudar de la autoridad divina de tal llamamiento. Dios le habló después de diversas maneras; pero esta primera vez en que establecía su comunicación con él se apareció a él como el Dios de la gloria y le habló. 2. Que este llamamiento le fue hecho en Mesopotamia, antes de ir a vivir en Harán. Algunos piensan que Harán estaba en Caldea y, por tanto, era todavía parte del país de Abram, o que Abram, después de estar allí cinco años, comenzó a llamarle su país y a echar raíces en él, hasta que Dios le dio a entender que no era éste el lugar al que le destinaba. Nótese que, si Dios nos ama y tiene atesorada misericordia para nosotros, no tolerará que descansemos hasta que hayamos llegado a Canaán sino que benignamente repetirá sus llamamientos, hasta que lleve a feliz término la buena obra que comenzó en nosotros (Flp 1:6) y nuestras almas reposen sólo en Dios. En la llamada misma tenemos un precepto y una promesa.

I. Un precepto para probarle: Vete de tu tierra (v. Gén 12:1).

1. Con este precepto fue probado para ver si estaba apegado a su tierra nativa y a sus más queridos amigos, o si estaba dispuesto a dejarlo todo y marcharse con Dios. Su país se había vuelto idólatra, su familia era para él una tentación constante, y no podía continuar con ellos sin peligro de contagio. Este mandamiento que dio Dios a Abram es muy parecido a la llamada del Evangelio, por la que toda la simiente espiritual del creyente Abram es introducida al pacto con Dios. Porque: (A) Los afectos naturales deben dejar paso a la gracia divina. (B) el pecado, y todas las ocasiones de pecado, han de ser abandonados y en particular las malas compañías; debemos abandonar todos los ídolos de iniquidad que hemos instalado en nuestro corazón, desprendiéndonos de buena gana de todo lo que nos sea más querido, cuando no podamos conservarlo sin riesgo de nuestra integridad. (C) El mundo y todos sus deleites deben ser considerados con una santa indiferencia; ya no debemos tenerlo por nuestro país, o por nuestra casa, por más tiempo, sino como una posada y, por tanto, acostumbrarnos a vivir desligados de él, por encima de él, y fuera de él en nuestro corazón.

2. Con este precepto fue probado para ver si estaba dispuesto a confiar en Dios cuando ya no le viese, pues tenía que dejar su país para ir a una tierra que Dios le había de mostrar. Dios no le dice: «Es una tierra que te daré», sino «una tierra que te mostraré». Tiene que seguir a Dios con una fe implícita, a pesar de que no se le da ninguna seguridad especial de que no va a perder nada dejando su tierra para seguir a Dios.

II. Hay luego una promesa estimulante, o, más bien, una combinación de promesas, muchas y sobremanera grandes y preciosas. Nótese que todos los preceptos de Dios van acompañados de promesas para el que obedece. Si nosotros obedecemos el mandamiento, Dios no dejará de cumplir la promesa. Aquí hay seis promesas:

1. Haré de ti una nación grande. Cuando Dios le sacó de su pueblo, prometió hacerle cabeza de otro; le arrancó de ser rama de olivo silvestre para hacerle raíz de un buen olivo. Esta promesa fue: (A) Un gran alivio para la carga de Abram, porque no tenía hijos en este momento. Nótese qué bien sabe Dios ajustar sus favores a las necesidades y deseos de sus hijos. El que tiene una venda para cada herida, proveerá primero para la herida más dolorosa. (B) Una gran prueba para su fe, porque Sarai era estéril.

2. Te bendeciré. Deja la casa de tu padre, y yo te daré una bendición paterna.

3. Engrandeceré tu nombre. Al abandonar su patria, dejó allí su nombre. Al no tener hijos, temía quedarse también sin nombre; pero Dios iba a hacerle una gran nación y, por consiguiente, un gran nombre.

4. Serás bendición; esto es: (A) «Tu felicidad será un modelo de felicidad, de suerte que quienes bendigan a sus amigos, orarán solamente para que Dios los haga como a Abram» (v. Rut 4:11). (B) «Tu vida será una bendición para los lugares en que tú permanezcas.»

5. Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré. Esto implica una especie de coalición, ofensiva y defensiva, entre Dios y Abram.

6 Serán benditas en ti todas las familias de la tierra. Ésta fue la promesa que coronaba todas las demás, porque apunta hacia el Mesías, en quien todas las promesas son Sí y Amén (2Co 1:20). Nótese que: (A) Jesucristo es la gran bendición del mundo, la mayor que jamás el mundo haya podido disfrutar. (B) Es una bendición para la familia, pues por él entra la salvación en casa (Luc 19:9).

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