Hechos 10:34 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Tenemos ahora el sermón de Pedro. Para dar a entender que lo que iba a decir era de la mayor importancia, urgencia y solemnidad, hallamos la conocida expresión (v. Hch 10:34): «abriendo la boca». Era, en realidad, un sermón completamente nuevo:

1. Porque iba a predicar a gentiles. Les muestra que «Dios no hace acepción de personas (v. Hch 10:34), no tiene, en cuanto a la salvación, favoritismos de raza, sexo, clase social, etc., sino que (v. Hch 10:35) en toda nación, el que le teme y practica lo que es justo le es acepto». Dios no salva, ni ha salvado jamás, a un judío malvado que, a pesar de todos sus privilegios del pacto, vive en la incredulidad y muere impenitente, mientras que no rechaza, ni ha rechazado jamás, a un gentil honesto que, como Cornelio, teme a Dios, obra justicia y vive conforme a la luz que tiene, sea cual sea la nación a que pertenezca, ya que Dios juzga a los hombres de acuerdo con el corazón, no conforme al país o al linaje de uno; dondequiera haya un hombre recto, hallará a un Dios justo. El que teme a Dios y obra justicia (las dos cosas han de ir de la mano) obtendrá de Dios, por la obra de Cristo, la gracia necesaria para salvarse, pues aquellas dos virtudes ya eran obra de la gracia, y Dios no puede abandonar la obra de sus propias manos. Esto siempre había sido verdad, pero ahora estaba más claro que antes; por eso dice Pedro (v. Hch 10:34): «En verdad comprendo, etc.».

2. Porque los oyentes eran gentiles que residían en un lugar que se hallaba dentro de los confines del país de Israel, por lo que no podían menos de conocer (v. Hch 10:37) lo que se había divulgado por toda Judea.

(A) Sabían, en general, lo que había ocurrido con Jesús de Nazaret (v. Hch 10:38). Leemos con frecuencia en los evangelios que la fama de Cristo había llegado a todos los lugares de Canaán. Podían, pues, conocer el poder que Jesús había mostrado en sus milagros y en su predicación: la palabra … anunciando las Buenas Noticias de la paz por medio de Jesucristo (vv. Hch 10:36, Hch 10:38). Es Dios mismo quien proclama paz, en primer lugar a los hijos de Israel (v. Hch 10:36).

(B) También conocían lo suficiente acerca del bautismo que predicó Juan (v. Hch 10:37), como introducción al ministerio de Cristo. Sabían qué hombre tan extraordinario era Juan y con qué empeño y diligencia predicaba para preparar el camino del Señor. Sabían que Jesús había pasado haciendo el bien (v. Hch 10:38), enviado por Dios como Salvador y Bienhechor de la nación. No estaba ocioso, sino que iba de una parte a otra, y en todas partes sanaba a todos los oprimidos por el diablo, pues había sido enviado a destruir el poder del diablo (Heb 2:14). Sabían que los judíos le habían condenado a muerte y le habían matado colgándole de un madero (v. Hch 10:39), precisamente al que había sido enviado y ungido por Dios, al que había pasado por todas partes haciendo el bien. Y para que no pensaran que les refería algo que él conocía sólo de oídas, Pedro les asegura que él mismo, y los demás apóstoles, eran testigos de todas las cosas que hizo en la tierra de Judea y en Jerusalén (v. Hch 10:39).

(C) Por todo esto, podían conocer que tenía del cielo una comisión para predicar y actuar como lo hacía: «éste (Jesús) es Señor de todos» (v. Hch 10:36). Como al único Mediador entre Dios, y los hombres, Dios le había ungido con el Espíritu Santo (¡era el MESÍAS esperado! Comp. Isa 61:1) y con poder (v. Hch 10:38), es decir, con la plenitud del poder del Espíritu Santo (comp. Isa 11:2). Y este poder se manifestaba en todo lo que decía (Jua 3:31-34) y hacía, pues Dios estaba con Él (v. Hch 10:38). A quienes Dios unge, también les acompaña, pues está con ellos al haberles otorgado su Espíritu, su poder activo personal.

3. Como ellos no tenían una información completa acerca de este Jesús, Pedro les declara su resurrección de entre los muertos, y las pruebas que había de ella. Es probable que allí en Cesarea hubiesen oído algo de esta resurrección de Jesús, pronto silenciada por la vil mentira de los judíos de que los discípulos habían venido de noche y habían hurtado el cuerpo de Jesús (Mat 28:13). (A) El poder por el que había sido resucitado era divino (v. Hch 10:40): «Dios le resucitó». (B) Las pruebas de la resurrección eran evidentes, pues Dios le concedió hacerse visible (v. Hch 10:40), aunque (v. Hch 10:41) no a todo el pueblo, puesto que, al haber resistido a todas las evidencias que él había presentado de su misión divina, habían perdido los derechos a ser favorecidos con el privilegio de ser testigos de su resurrección, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano. Estos testigos no habían tenido únicamente una rápida y pasajera visión del resucitado, sino que habían comido y bebido con él después que resucitó de los muertos.

4. Concluye, basado en todo esto, que lo que todos tenían que hacer era creer en este Jesús. Para esto había sido enviado a Cornelio: para decirle que, aun siendo un hombre temeroso de Dios, piadoso y caritativo, una cosa le faltaba: Creer en Jesús.

(A) Por qué había de creer en Él. La fe cristiana está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas (Efe 2:20), está fundada sobre ellos, los apóstoles. Pedro habla como portavoz de los demás al decir (v. Hch 10:42): «Y nos encargó (Dios) que predicásemos al pueblo y testificásemos solemnemente acerca de Cristo». Su testimonio es testimonio de Dios, y ellos son sus testigos ante el mundo. También (v. Hch 10:43) dan testimonio de éste todos los profetas del Antiguo Testamento. De la boca de estas dos nubes de testigos (los apóstoles y los profetas), quedaba bien establecida la predicación del mensaje.

(B) Lo que todos deben creer concerniente a Cristo: (a) Que todos hemos de dar cuenta a Él como a nuestro Juez (v. Hch 10:42): «Que Él es el designado por Dios como Juez de vivos y muertos». Él tiene autoridad para prescribir las estipulaciones de la salvación, la pauta según la cual seremos juzgados. De esto nos dio seguridad Dios con haberle levantado de los muertos (Hch 17:31), por lo cual nos interesa grandemente a cada uno de nosotros tenerle por amigo. (b) «Que todo el que crea en Él, recibirá perdón de pecados por su nombre» (v. Hch 10:43). Ésta es nuestra mayor necesidad; sin eso, estamos perdidos para siempre en la condenación. Y el perdón de nuestros pecados pone el fundamento para todas las demás gracias y bendiciones. Una vez perdonado el pecado, todo va bien e irá eternamente bien.

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