Jeremías 14:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Jeremías 14:1 | Comentario Bíblico Online

1. El lenguaje de la naturaleza que se une al pueblo en el lamento por la calamidad.

(A) Cuando los cielos eran de bronce y no destilaban su rocío, la tierra era de hierro y no producía su fruto; la tristeza y la confusión eran universales.

(B) El pueblo de la tierra se deshacía en lágrimas: «Se enlutó Judá» (v. Jer 14:2), no por sus pecados, sino por la sequía. Sus puertas, es decir, todos sus habitantes que entran y salen por ellas, languidecen, palidecen y se debilitan por falta de lo necesario para el sustento y por miedo a juicios más temibles; se sentaron tristes en tierra, como era el caso de los que se hallaban en gran aflicción; además, están demasiado débiles para tenerse de pie; y subió el clamor de Jerusalén, un clamor de lamento, no de oración.

(C) Los grandes de la tierra no quedan exentos de apuros (v. Jer 14:3): «Los nobles enviaron sus criados a traer agua; vinieron a los aljibes, pero no hallaron agua; volvieron con sus vasijas vacías», pues se habían secado las fuentes al no caer ninguna lluvia. Así que los amos, desconcertados, «se avergonzaron, se confundieron y, en señal de duelo (v. 2Sa 15:30), se cubrieron la cabeza».

(D) Lo mismo hicieron los labradores (v. Jer 14:4), confundidos al ver resquebrajada la tierra por no haber llovido en el país. Véase hasta qué punto dependen de la Providencia los labradores, pues no pueden arar ni sembrar a no ser que Dios haga que se empapen los surcos del campo (Sal 65:10).

(E) Aun el caso de las bestias del campo era digno de compasión (vv. Jer 14:5, Jer 14:6). Judá y Jerusalén habían pecado, pero, ¿qué culpa tenían las ciervas y los asnos monteses? Ellos sufrían por culpa de los hombres. Las ciervas especialmente despliegan gran ternura con sus crías, pero el apuro era tan apremiante que, cosa contraria a su naturaleza, abandonaban a sus crías cuando más las necesitaban éstas, para ir a buscar hierba a otra parte. Y si no hallan hierba, no van a volver a sus crías, pues éstas no tendrán ningún alimento que obtener de los pechos de sus madres. Lo que más pesadumbre daba a las ciervas no era el que no hubiese hierba para ellas, sino el que no hubiese alimento para sus crías, con lo cual avergüenzan a los que gastan en cosas superfluas lo que deberían usar para el sustento de sus familias. También los asnos monteses eran dignos de compasión, pues la tierra seca era demasiado caliente para ellos, tan caliente que «se ponían en las alturas, donde el aire es más fresco, aspirando el viento como chacales; sus ojos se debilitan porque no hay hierba». Freedman hace notar que «el nombre hebreo tannim (chacales) es quizás una variante de tannin el cocodrilo , el cual sale del agua anhelando el aire».

2. El lenguaje de la gracia, lamenta la iniquidad y se queja a Dios por la calamidad. El pueblo no está dispuesto a orar, pero el profeta ora por ellos y les incita así a que oren por sí mismos (vv. Jer 14:7-9). En esta oración:

(A) El pecado es humildemente confesado. Si contendemos con Dios, como si obrase injusta o malignamente con nosotros al afligirnos, nuestras iniquidades testifican contra nosotros que le injuriamos (v. Jer 14:7) y nuestras apostasías se han multiplicado, contra Dios hemos pecado.

(B) Se apela insistentemente a la misericordia: «Aunque nuestras iniquidades (v. Jer 14:7) testifican contra nosotros, oh Jehová, actúa en atención a tu nombre». Se hace apelación al honor del nombre de Dios porque a Dios han de apelar de esta forma lo mismo los penitentes que los pordioseros. Como en Jue 10:15: «Hemos pecado; haz tú con nosotros como bien te parezca». Como si dijesen: «No tenemos en nosotros mismos nada a que apelar, sino que todo está en ti». Hay otra petición en esta oración (v. Jer 14:9, al final): «No nos desampares, no retires tu favor y tu presencia»

(C) Apelan de la forma más patética (vv. Jer 14:8, Jer 14:9) a la relación que tienen con Dios y a lo mucho que esperan de El. Alzan la vista hacia Él como al que tienen motivos para pensar que habría de librarles. En Dios, la misericordia se ha regocijado muchas veces contra el juicio. Él ha animado a Su pueblo a esperar en Él; al llamarse a Sí mismo con tanta frecuencia el Dios de Israel, la roca de Israel y el Santo de Israel, se ha hecho a Sí mismo la esperanza de Israel. Dicen (v. Jer 14:9): «Tú estás entre nosotros; tenemos con nosotros especiales señales de tu presencia: tu templo, tu Arca tus oráculos, y sobre nosotros es invocado tu nombre, pues somos el Israel de Dios; por consiguiente, esperamos que no nos desampararás. ¡Somos tuyos, sálvanos!».

(D) Les da pesadumbre pensar que no acude a librarlos. ¿Qué dirán los egipcios? (Éxo 32:12). Dirán: «La esperanza y el Salvador de Israel no se preocupa de ellos; se ha hecho (v. Jer 14:8) como forastero en la tierra y como caminante que se retira para pasar la noche». Ya no tiene por lugar de descanso Suyo el templo. Ya hubo en el pasado (Núm 14:16) el peligro de que dijesen los enemigos de Israel: «Por cuanto no pudo Jehová meter este pueblo en la tierra de la cual les había jurado, los mató en el desierto». Así ahora podrían decir: «O le falta sabiduría o le falta poder (v. Jer 14:9): o es un hombre atónito, consternado, que no entiende cómo debe actuar, o es un hombre fuerte (hebr. guibor), que no puede librar; un héroe humano sin recursos para salvar a su protegido (Asensio). Cualquiera de estas dos cosas sería la más insufrible afrenta a las perfecciones divinas. ¿Cómo, pues, es que no salva?»

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