Jeremías 32:16 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Oración de Jeremías a Dios con ocasión de las revelaciones que Dios le había hecho acerca de Sus propósitos con respecto a esta nación, para derribarla primero y volverla a edificar a su tiempo, lo cual dejó perplejo al profeta, quien, aun cuando proclamaba fielmente sus mensajes, con todo, al reflexionar sobre ellos, no entendía cómo podían compaginarse; en medio de esta perplejidad, derramó su corazón delante de Dios en oración; Jeremías estaba en prisión, en aflicción y en perplejidad acerca del significado de las providencias de Dios, pero es entonces cuando ora.

1. Jeremías adora a Dios y le da la gloria que corresponde a Su nombre como Creador del universo (vv. Jer 32:17-19). Cuando, en cualquier circunstancia, estamos perplejos acerca de alguna disposición de la Providencia, es bueno satisfacernos con las doctrinas generales de la sabiduría, del poder y de la bondad de Dios. Consideremos, como lo hace aquí Jeremías: (A) Que Dios es la fuente de todo ser y poder, de toda vida, moción y perfección «Tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido» (v. Jer 32:17). (B) Que para Él nada es imposible «Y no hay nada que sea demasiado difícil para ti». (C) Que es un Dios de misericordia sin límites, como lo expresa la frase «que haces misericordia a millares», no sólo a millares de personas, sino, de acuerdo con el contexto, a millares de generaciones. (D) Que es un Dios de justicia imparcial e inflexible. (E) Que es un Dios de universal dominio y mando. Es Dios grande, porque es poderoso. Es Jehová de las huestes (vv. Jer 32:18, Jer 32:19). (F) Que todo lo ordena para lo mejor, pues es grande en designios, ya que son profundísimos los planes de Su sabiduría

2. Reconoce la percepción universal que Dios tiene de todo lo que ocurre en el mundo (v. Jer 32:19), «cuyos ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, dondequiera se hallen y cualesquiera sean las actividades, buenas o malas, en que estén ellos ocupados». No los observa como espectador despreocupado, sino como Juez justo y observador, pues los hombres hallarán a Dios según sean hallados por Él.

3. Hace el recuento de las grandes cosas que Dios ha llevado a cabo anteriormente a favor de Su pueblo Israel. (A) Los sacó de Egipto, aquella casa de esclavitud, con señales y portentos (v. Jer 32:21). Cada año se le traía esto a la memoria a Israel mediante la celebración de la Pascua. Todas las naciones vecinas hablaban de ello como de algo que había redundado grandemente para la gloria del Dios de Israel y le había dado nombre, como se veía aún en aquel día (v. Jer 32:20, al final). (B) Los introdujo en Canaán (vv. Jer 32:22, Jer 32:23), «la tierra que fluye leche y miel». Juró a sus padres que se la daría, y así lo hizo, y entraron y la disfrutaron. Bueno es que reflexionemos con frecuencia sobre las grandes cosas que Dios ha hecho por nosotros, para que tengamos fe en su providencia para lo futuro y acudamos a Él en todas nuestras necesidades.

4. Deplora las rebeliones de las que han sido culpables contra Dios y lamenta los juicios que Dios ha traído sobre ellos a causa de esas rebeliones. Es un triste relato el que aquí hace de la ingratitud del pueblo hacia Dios. Él había hecho todo lo que había prometido hacer, pero ellos (v. Jer 32:23) «nada hicieron de lo que les mandaste hacer». (A) Compara el presente estado de Jerusalén con las predicciones divinas y halla que todo lo que Dios ha hablado, también ha ocurrido: «Ha venido, pues, a suceder lo que tú dijiste» (v. Jer 32:24, al final). (B) Encomienda el presente estado de Jerusalén a la compasión divina (v. Jer 32:24): «He aquí que con terraplenes han acometido la ciudad para tomarla … y he aquí que lo estás viendo (al final del v. Jer 32:24)». Como si dijese: «¿Es ésta la ciudad que escogiste para poner en ella tu nombre? ¡Pues mira cómo la están poniendo! ¿La vas a dejar así abandonada?» Con todo, no se querella con Dios por lo que ocurre ni le prescribe lo que debe hacer, sólo desea que considere el caso. En cualquier apuro en que nos hallemos, hemos de consolarnos con el pensamiento de que Dios lo ve y sabe cómo ponerle remedio.

5. Parece deseoso de conocer más profundamente el sentido que tiene la orden que Dios le ha dado de comprar la heredad (v. Jer 32:25): «¡Y tú me has dicho, oh Señor Jehová: Cómprate la heredad por dinero, y pon testigos; aunque la ciudad es entregada en manos de los caldeos!» Es obvio que esta última frase no la dice Dios, sino que es una observación del propio profeta. Tan pronto como supo que eso era lo que Dios deseaba, compró el campo; pero, aun después de hacerlo, quería entender mejor por qué le había ordenado Dios eso. Aunque estamos obligados a prestar a Dios una obediencia rendida y completa, debemos esforzarnos para que sea, más y más, una obediencia inteligente Nunca debemos discutir los preceptos ni los juicios de Dios, pero sí podemos y debemos inquirir: «¿Qué significan los testimonios y estatutos y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó? (Deu 6:20).

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