Job 3:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Siete días y siete noches de silencio hacen madurar los falsos juicios de los amigos de Job, pero avivan también el fuego que abrasa el pecho del afligido, hasta que sobreviene la explosión. Ellos no querían decir lo que pensaban por no añadirle pesadumbre; él no se atrevía a expresar lo que sentía por no ofenderles. Al fin, habla … para maldecir.

I. Lo extremo de su situación, con el siguiente destemple de su ánimo, puede servir de atenuante, pero no le excusa totalmente de culpa. Se olvida ahora de los muchos días felices, lo de las vacas gordas, consumidas ahora por las feas y flacas (Gn. cap. Gén 41:1-57), y sólo considera el mal presente, por lo que desea no haber nacido. El profeta Jeremías se expresó en términos parecidos (Jer 15:10; Jer 20:14.). No hay quien pueda hallarse en este mundo en una situación tal, a no ser por su culpa, en que no pueda dar gracias a Dios por haber nacido. Si recibe con fe el mensaje del Evangelio, sabrá que todas las cosas (aun las más adversas) cooperan para bien de los que aman a Dios (Rom 8:28) y que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera (Rom 8:18). Es cierto que, si no hubiese otra vida, las aflicciones y los dolores de la presente son tantos y tan grandes que nos veríamos tentados a decir con Etán: ¿Habrás creado en vano a todo hijo de hombre? (Sal 89:47). Pero para honor de la gracia de Dios, observemos que, aunque sean muchos los que hayan maldecido el día de su primer nacimiento, no hay nadie que jamás haya maldecido el de su segundo nacimiento, cuando recibió la salvación y la vida eterna.

II. Job maldijo su día (v. Job 3:1), pero no maldijo a Dios estaba cansado de vivir, y se habría despedido alegremente de esta vida, pero no estaba cansado de su piedad y no la deja extinguirse . La disputa entre Dios y Satanás con respecto a Job no era sobre si tenía alguna debilidad y estaba sujeto a pasiones semejantes a las nuestras (esto se daba por supuesto), sino sobre si era un hipócrita que, si llegaba a ser provocado, habría de maldecir a Dios. Y, sobre esto, Job salió triunfante de la prueba. Las expresiones con que Job dio forma a sus maldiciones están llenas de imaginación poética y de arrebatamiento pasional. No hay razón para que las examinemos con microscopio. Baste notar, en cuanto a la maldición de su día, el día de su nacimiento:

1. Su deseo de que tal día no vuelva a revivir en el ciclo anual, sino que desaparezca como borrado del calendario, hasta el punto de que Dios se olvide de él (vv. Job 3:4-6) ¡Que el día aquel represente la actual condición de Job, cuyo sol se ha puesto al mediodía!

2. Su deseo de que la noche en que se anunció su nacimiento quede privada de todo gozo (v. Job 3:7) y se alargue tanto que nunca jamás pueda ver los parpadeos del alba (v. Job 3:9 ¡Bellísima metáfora! Comp. con Sal 139:9).

3. Su deseo de que tal noche sea objeto de maldición por parte de todos; especialmente, de los expertos en «despertar a Leviatán» (v. Job 3:8). La imaginación oriental atribuía a Leviatán, monstruo marino, el poder nefasto de convertir en tinieblas el día más esplendoroso. Es, pues, un deseo de que se alargue la noche. No faltan, sin embargo, exegetas que opinan que hay una trasposición de los versículos Job 3:7 y Job 3:8, que deberían invertirse, y colocar el versículo Job 3:8 delante del Job 3:7, y aun del Job 3:6.

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