Juan 13:18 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Vemos cómo se descubrió el complot de Judas para entregar a traición a su Maestro. Cristo ya lo sabía desde el principio (Jua 6:70-71); pero ahora lo descubre por primera vez a sus discípulos.

I. Cristo comienza con una insinuación general: «No hablo de todos vosotros; yo sé a quiénes he elegido; mas para que se cumpla la Escritura (v. Sal 41:9): El que come pan conmigo, levantó contra mí su calcañar» (v. Jua 13:18).

1. Ya antes (v. Jua 13:10), les había dicho: «Y vosotros estáis limpios aunque no todos». También aquí (v. Jua 13:18) dice: «No hablo de todos vosotros». Lo que se dice de las excelencias de los discípulos de Cristo, no se puede decir de todos los que profesan ser cristianos. En la mejor de las sociedades, hay mezcla de malo y bueno; un Judas entre los Apóstoles.

2. Jesús sabía muy bien quiénes eran de Él, y quiénes no lo eran aun cuando lo pareciesen: «Yo sé a quiénes he elegido». Los que han sido elegidos lo han sido por elección de Cristo. Y a los que ha elegido, Él los conoce bien, porque nunca olvida a ninguno de los que desde la eternidad estaban en los designios de su amor (v. 2Ti 2:19).

3. En la traición del que demostró no ser verdadero discípulo de Cristo, se cumplió la Escritura. Cristo acogió en el seno de su familia espiritual a uno del que sabía que iba a ser un traidor, «para que se cumpliera la Escritura». Como ya hemos explicado en otro lugar, el hecho de que la Escritura de referencia se cumpliera en Judas no significa que Judas careciese de responsabilidad en su traición; obró como estaba profetizado, porque Dios veía en su eterno presente lo que Judas llevaría a cabo en el futuro; así que la profecía no forzó a Judas a entregar al Señor, sino que señaló de antemano lo que el traidor iba a llevar a cabo libremente. La Escritura citada es Sal 41:9, donde David, al referirse a Ahitófel (v. 2Sa 15:12; 2Sa 17:23), dice: «Hasta mi amigo íntimo, en quien yo confiaba, el que comía mi pan alzó contra mí su calcañar». Juan al traducir directamente del hebreo, no de la versión de los LXX traduce literalmente: «El que traga (o tragaba) mi pan, levantó contra mí su calcañar» (v. Jua 13:18). Es notable la forma en que Ahitófel, el consejero de David, fue tipo de Judas, uno de los doce íntimos del hijo de David: Ambos comían de la mesa del rey de Israel; Ahitófel, de la de David; Judas, de la de Cristo; ambos hicieron traición a sus respectivos soberanos; y ambos se suicidaron al fracasarles, a última hora, el plan que llevaban entre manos. Es también de notar que la palabra original que nuestras Biblias traducen por «amigo» en Mat 26:50 (v. el comentario a dicho lugar), significa literalmente «compañero», cuya etimología señala a una persona que «come pan con» otra. Incluso para señalarle como a traidor, Jesús le dio un bocado de pan mojado en la salsa (v. Jua 13:26). Al ser uno de los Doce, dondequiera iba Jesús con sus discípulos, también Judas iba con ellos, y compartía con Jesús el pan. Cuando Jesús multiplicó los cinco panes y los dos pececillos para dar a comer a cinco mil hombres (Jua 6:9-13), también Judas comió de estos alimentos milagrosamente multiplicados, y también a él le tocó llevarse su cesta de pedazos de pan. El último bocado de pan que Judas comió en este mundo es probable que fuera el que Cristo le dio en la última Cena, mojado en la salsa preparada para aderezar el cordero pascual. No todos los que comen de la Cena del Señor son infaliblemente verdaderos discípulos del Señor. Judas fue culpable de la más vil y abominable traición: «Levantó contra Jesús su talón o calcañar», lo que, en nuestro lenguaje castellano, viene a significar «poner la zancadilla» para que una persona tropiece y se caiga. En sentido figurado, da a entender que Judas despreció a Cristo, desertó de Él y mostró ser su peor enemigo. ¡Que uno, según todas las apariencias, de los más íntimos amigos de Cristo fuese su más encarnecido adversario, es algo que debería no sólo llenarnos de asombro, sino también de terror! «¿Acaso soy yo, Señor?», habríamos de decir, acosados por nuestras continuas infidelidades al que siempre, y en tan alto grado, nos ha sido fiel (comp. con 2Ti 2:13).

II. Jesús les aclara el motivo por el cual les ha declarado de antemano la traición de Judas: «Desde ahora os lo digo antes que suceda, para que cuando suceda, creáis que yo soy» (v. Jua 13:19); es decir, «para que se robustezca vuestra fe (lit. para que continuéis creyendo) en que soy el que repetidamente he declarado ser» (comp. con Jua 8:24). Al aplicarse a Sí mismo los tipos y profecías del Antiguo Testamento, Jesús demostraba ser el Mesías que había de venir.

III. Jesús anima con palabras de aliento a sus apóstoles y a todos los ministros que emplea en su servicio: «De cierto, de cierto os digo (nótese la fórmula solemne habitual): El que recibe al que yo envíe me recibe a mí; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió» (v. Jua 13:20). Cristo les había dicho a sus discípulos que debían abajarse y humillarse. Ahora viene a decirles: «Aunque es posible que haya quienes os desprecien por vuestra condescendencia, también habrá quienes os tributen honor, y a ellos también les será tributado honor por honraros a vosotros». Quienes tienen por suficiente título honorífico recibir la comisión de Cristo, bien pueden estar contentos de ser vilipendiados en la opinión del mundo. Así como Cristo nunca les tendrá en menos por el hecho de que haya un Judas entre ellos, así tampoco dejará de tenerlos por suyos y de levantar personas dignas que les reciban. Los que habían recibido a Judas cuando era un predicador del Evangelio, no por eso se volvieron peores cuando Judas mostró ser un traidor, ya que él fue uno de los Doce a quienes Cristo envió. Mientras no se muestre claramente lo contrario, hemos de recibir como a Cristo a los que son enviados por Cristo. Aunque algunos, al practicar la hospitalidad, hospedaron ladrones, sin percatarse de ello, también hubo otros que, «sin saberlo, hospedaron ángeles» (Heb 13:2). Los abusos que se hagan de nuestra caridad no han de justificar nuestra falta de caridad ni nos harán perder la recompensa de nuestra caridad. Aquí se nos anima a recibir a los ministros de Dios como a enviados de Cristo (comp. con 2Co 5:20): «El que recibe al que yo envíe, por débil y pobre que sea el enviado, si proclama fielmente mi mensaje, el que lo reciba y hospede será reconocido como amigo mío». Es como si recibiera al propio Señor Jesucristo. Igualmente se nos anima a recibir a Cristo como Enviado de Dios: «Y el que me recibe a mí, recibe al que me envió; es decir, al Padre, puesto que yo y el Padre somos una sola cosa» (Jua 10:30); es decir, un solo Dios.

IV. A continuación, y de forma también solemne, Jesús notifica a sus discípulos, con más pormenores, la traición de Judas, no sin antes mostrar al exterior la conmoción que esto le causaba: «Habiendo dicho Jesús esto, se turbó en su interior (lit. en el espíritu) y dio testimonio diciendo: De cierto, de cierto os digo, que uno de vosotros me va a entregar» (v. Jua 13:21). Repitamos una vez más que la predicción de Cristo, conforme a las Escrituras, no determinaba fatalmente el pecado de Judas, ya que, aunque el hecho había de seguirse de acuerdo con la predicción, no había de llevarse a cabo por causa de la predicción. Cristo no puede ser el autor del pecado. En cuanto a este abominable crimen de Judas, notemos que:

1. Cristo lo conoció de antemano. «Él sabe lo que hay en el hombre» (Jua 2:25), mejor que el mismo hombre y, por consiguiente, sabe muy bien lo que cada uno hará en sus respectivas circunstancias y llevado de los motivos que se esconden en lo más profundo de nuestro perverso y engañoso corazón (v. Jer 17:9).

2. Lo predijo, no sólo al tener en cuenta al resto de los discípulos, sino también en beneficio del propio Judas, a fin de que se diese por aludido. Los traidores suelen desistir de sus planes siniestros cuando se aperciben de que han sido descubiertos; ¿se retirará Judas a tiempo, al saber que el Maestro conoce el complot? ¡No, por cierto! «El diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le entregase» (v. Jua 13:2).

3. Al mencionar lo del complot Jesús se turbó interiormente. La caída de un discípulo de Cristo causa gran conmoción en el ánimo del Maestro; los pecados de los creyentes entristecen al Señor (comp. con Efe 4:30). «¡Uno de vosotros!» Estas palabras debieron de caer como una bomba en medio de los discípulos comenta Hendriksen . Y añade: «¿Realmente quería decir el Señor que uno del número de ellos iba a ponerle a Él (el Hijo de Dios) en manos de las autoridades, para que los gobernantes hiciesen con Él como mejor les pluguiera?» Este proceder de Judas tuvo que llegarle muy hondo al corazón de Jesús, de manera parecida a como la ingratitud y la alevosía de un hijo contrista a quienes le han criado y educado.

V. Justamente se alarmaron los discípulos (v. también los paral. Mat 26:21-25; Mar 14:18-21; Luc 22:21-23). Juan, uno de los presentes, lo relata con los más vivos colores: «Entonces los discípulos se miraban unos a otros estando perplejos (lit.) acerca de quién hablaba» (v. Jua 13:22). Se quedaron tan horrorizados que no sabían bien hacia qué lado mirar ni qué decir. Veían turbado al Maestro y no podían menos de turbarse ellos también. Lo que contrista a Cristo debería contristar también a todos los que son de Cristo. Así que a raíz de esta declaración, los discípulos se esforzaron por descubrir al traidor. Cristo ocasionó a sus discípulos esta gran perplejidad, a fin de humillarlos, ponerlos a prueba y provocarlos a celos entre ellos mismos (comp. con Rom 11:14). ¡Cómo nos conviene que, a veces, se nos obligue a reflexionar y examinarnos a nosotros mismos, para que no se desborde nuestro espíritu por la continua actividad!

VI. Los discípulos mostraron gran solicitud en que el Maestro se explicara.

1. De entre todos los discípulos, Juan era el más apropiado para inquirir el primero, no sólo por ser el discípulo amado del Señor, sino también por estar el más cercano al pecho de Jesús: «Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús» (v. Jua 13:23). Al comparar esto con Jua 21:20, Jua 21:24, queda claro que este discípulo era Juan, el propio evangelista. Vemos aquí la especial amabilidad con que Jesús trataba a este discípulo. Cristo amaba a todos ellos y los amó hasta el extremo (v. Jua 13:1), pero a éste le amaba de una manera especial. Su propio nombre (hebreo: Yohanan) significa «agraciado de Jehová». Dios no tiene favoritismos en cuanto a hacer distinción de clases sociales, razas, pueblos, etc., pero en cuanto a las personas individuales, su amor es soberanamente libre y tiene su «elegidos … conforme al beneplácito de su voluntad» (Efe 1:4-5), y nadie puede pedirle cuentas si otorga mayores dones y mejores privilegios a unos discípulos que a otros. Vemos el lugar que ocupaba Juan en la mesa en esta ocasión: «Estaba recostado al lado de Jesús». Esto nos parece una extraordinaria muestra de afecto, pero todos cuantos se pongan a los pies de Jesús, estarán un día recostados en su pecho. En esta oportunidad como en otros lugares, Juan oculta su nombre con toda modestia, pero se contenta, sumamente agradecido, con ese seudónimo de «el discípulo al que Jesús amaba», como con el más alto título de honor.

2. Pero, de entre todos los discípulos, Pedro era el más propenso a inquirir y preguntar: «A éste (Juan), pues, hizo señas Simón Pedro, para que preguntase quién era aquel de quien hablaba» (v. Jua 13:24). Es muy probable que Pedro estuviese colocado a la izquierda de Jesús, así como Juan estaba a su derecha (puesto que estaba reclinado sobre el pecho de Jesús), lo cual explicaría que Pedro hiciese señas a Juan por detrás de Jesús y sin ser advertido por los demás. Otros exegetas, al seguir a Edersheim, opinan que Pedro estaba al otro lado de la mesa, frente por frente de Juan, lo cual también es posible, aunque más difícil de disimular. Hasta hay quien opina según Hendriksen que Pedro estaba ¡a la derecha de Juan! ¿Para qué habría necesitado entonces Pedro hacerle señas? Lo cierto es que, como en otras ocasiones, también ahora Pedro llevó, como suele decirse, «la voz cantante». Cuando el temperamento natural de una persona le inclina a ser osado en preguntar e inquirir, si ello va unido a un espíritu de humildad y discreción, puede hacerle servicial y de gran provecho para la comunidad. Dios reparte sus dones con gran variedad; pero es de notar que no era Pedro, sino Juan, el discípulo «al cual Jesús amaba». Quizá Juan comprendía a Jesús mejor que los demás, ya que sus escritos muestran un temperamento reflexivo, adecuado para la meditación (comp. con Luc 2:19, Luc 2:51, lo que nos daría una ulterior razón para mejor entender Jua 19:26-27). También es de notar, como advierte Hendriksen, que cuando Juan se oculta bajo la expresión «el discípulo al cual Jesús amaba», lo dice sin jactancia, porque no se gloría del amor que él le tenía al Maestro, sino del amor que el Maestro le tenía a él lo cual no es pecado.

3. La razón por la que Pedro no preguntó él mismo a Jesús es que Juan estaba en mejores condiciones, por el lugar que ocupaba en la mesa, para susurrar la pregunta al oído de Jesús y recibir de Él una respuesta en voz muy baja. Por aquí vemos cuánto nos conviene en interesarnos por los que gozan de una comunión íntima con el Señor. ¿Conocemos algún hermano del que tenemos motivos para pensar que está reclinado en el pecho de Jesús? Vayamos a él para pedirle consejo y que conforte nuestra fe con palabras salidas de una comunión íntima con el Señor.

4. Juan, pues, hizo la pregunta a Jesús: «Él, entonces, recostándose cerca del pecho de Jesús, le dijo: Señor, ¿quién es?» (v. Jua 13:25). Con esto, muestra Juan:

(A) Consideración hacia su condiscípulo Pedro. A veces los que se recuestan en el pecho de Jesús pueden aprender algo de los que están postrados a los pies del Señor y ser advertidos de alguna cosa en la que ellos mismos no habían pensado.

(B) Respeto y reverencia a su Maestro. Aun cuando le susurró la pregunta al oído, no fue por falta de cortesía o respeto, sino por la necesidad de no descubrir en público al traidor mientras Cristo mismo no lo hiciera. Por eso, llama a Jesús «Señor» a fin de que la familiaridad que Cristo le había concedido no rebajase el respeto que le debía. Cuanto más íntima es la comunión espiritual que un creyente tiene con el Señor, tanto mayor es el respeto con que le ha de tratar, por ser más consciente de su propia indignidad y de la altísima dignidad de Cristo.

5. Cristo dio rápida respuesta a esta pregunta, susurrándola también, con la mayor probabilidad, al oído de Juan, ya que, por lo que se nos dice en el versículo Jua 13:29, los demás desconocían lo que ocurría. Díjole Jesús: «A quien yo de el pan mojado, aquél es. Y mojando el pan, lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón» (v. Jua 13:26). Jesús dio a conocer al traidor mediante una señal. Pudo haberle comunicado expresamente a Juan el nombre de Judas. Ordinariamente, los falsos hermanos de quienes debemos estar prevenidos no nos son conocidos por medio de palabras, sino por gestos y acciones. Los conoceremos por sus frutos. La señal que Cristo dio a Juan fue un bocado de pan mojado en salsa. El Señor da, a veces, a los traidores «pan mojado en salsa»: riquezas temporales, honores y placeres que, por decirlo así, son como pan empapado en salsa que la Providencia pone en manos de los impíos. No debemos ultrajar en público ni aun a quienes sabemos que son nuestros enemigos y nos están traicionando. Jesucristo se portó con Judas con la misma amabilidad que con los demás que estaban a la mesa con Él, a pesar de que sabía que Judas estaba a punto de llevar a cabo su abominable traición.

6. Tras la respuesta de Cristo a Juan, podríamos pensar que éste se dio prisa a comunicarla a Pedro, al menos por señas, como Pedro le había preguntado a él. Pero el texto sagrado no nos dice nada, por lo que no podemos aventurar si lo hizo o no. Es probable que no lo hiciera, quizá por no llamar más la atención; por otra parte, al conocer el temperamento de Pedro (comp. con Jua 18:10), es probable que, sin contemplaciones, se hubiese lanzado contra Judas, estorbando así los planes de Dios.

VII. El diablo había sugerido ya al corazón de Judas que llevase a cabo la traición contra su Maestro (v. Jua 13:2). Ahora, el diablo mismo se metió en el corazón de Judas: «Y después del bocado, entró Satanás en él» (v. Jua 13:27). En vez de quedar convicto de pecado por la muestra de afecto que Cristo había tenido con él al darle el pan mojado en la salsa, Judas se endureció todavía más en su pecado.

1. El diablo en persona tomó posesión de Judas, como indica la frase «entró Satanás en él». Entró en él para hacer que quedasen establecidos firmemente en su corazón, tanto el odio y el desprecio que sentía hacia Cristo, como su avidez por tener en sus manos el salario de su iniquidad y la resolución de obtenerlo a toda costa. Pero, ¿es que no estaba ya antes el diablo en el corazón de Judas? ¿No había dicho Jesús anteriormente de él que era un diablo? (Jua 6:70). Sí, es cierto que ya lo era, no sólo en la presciencia del Señor, sino porque, con sus murmuraciones malignas y envidiosas (v. Jua 12:5), seguía el ejemplo del «diablo», vocablo que significa «calumniador, murmurador, acusador» (v. Apo 12:10, comp. con Zac 3:1). Pero ahora el diablo tomaba plena posesión de Judas. Aunque el diablo es el fautor y aliado de todo el que obra la maldad, especialmente de los mentirosos y homicidas (v. Jua 8:44; 1Jn 3:12), a veces se posesiona de una persona con mayor poder y notoriedad que en otras ocasiones. Y si nos preguntamos por qué entró el diablo en él precisamente después del bocado, quizá fue porque Satanás se percató de que eso era la señal convenida para descubrirle, y era necesario que se decidiese a llevar a cabo sus planes con la mayor determinación. Por desgracia, hay muchos a quienes las bondades de Cristo hacen que, en lugar de mejorar, empeoren y queden confirmados en su obstinación por aquellos mismos medios que deberían haberles llevado a la contrición y al sincero arrepentimiento.

2. A raíz de esto, Cristo despidió a Judas a toda prisa: «Entonces Jesús le dijo: Lo que vas a hacer, hazlo más pronto» (v. Jua 13:27). Como si dijese: «Date prisa en consumar la traición que has tramado contra mí». El adverbio griego que traducimos por «más pronto» es el mismo de Jua 20:4 («más aprisa»). Con esto daba a entender Jesús no sólo que conocía bien los planes de Judas, sino que, siendo el Amo y Señor de todas las cosas (v. Jua 13:3), era también el Dueño de la situación, y Él mismo abandonaba a Judas al poder y al talante traidor del diablo que había entrado en él, y tomado pacífica posesión de su corazón. Todos los demás medios que Cristo había usado con él resultaron sin efecto por la resistencia de Judas. Cuando el espíritu diabólico es recibido voluntariamente en el corazón de una persona, el Espíritu Santo se retira, con toda justicia del lado de dicha persona. Jesús, con la frase que dirige a Judas, es como si le retara a llevar su complot hasta sus últimas consecuencias: «Date prisa; no te tengo miedo; estoy presto para ser entregado por medio de ti».

3. Los que estaban con Él a la mesa no entendieron lo que Jesús quiso decir con esas palabras (vv. Jua 13:28-29): «Pero ninguno de los que estaban a la mesa entendió por qué le dijo esto». No podían sospechar que Cristo le hablase a Judas como a traidor, porque no les cabía en la cabeza que Judas, uno de los Doce, llegase a tal extremo de perversidad. Los discípulos de Cristo estaban instruidos a amarse mutuamente, de forma que no estaban inclinados a sospechar fácilmente unos de otros. Por aquí vemos también cómo cumplió Judas a la perfección con su papel de «hipócrita», vocablo que significa «comediante», pues no mostró en su conducta exterior la perversidad que abrigaba en su interior. Al ser Judas el administrador de los fondos, dieron por sentado que Jesús le había instado a que se diese prisa en comprar lo necesario para la fiesta o en dar limosna a los necesitados: «Porque algunos pensaban, puesto que Judas tenía la bolsa, que Jesús le decía: Compra lo que necesitamos para la fiesta; o que diese algo a los pobres». Aunque el Señor mismo vivió de limosna (v. Luc 8:3), daba, sin embargo, limosna a los pobres: un poco de lo poco que tenía a mano. Aun cuando bien podía haberse excusado de ello, no sólo porque Él mismo era pobre (2Co 8:9), sino también porque hacía el bien de muchas otras maneras, al curar gratis a todos, con todo eso, para darnos ejemplo, se preocupó de aliviar la condición de los que se hallaban en extrema necesidad económica. En tiempo de fiesta religiosa, se consideraba especialmente apropiado ejercitarse en obras de caridad. Al celebrar la Pascua en gratitud al que les había rescatado de Egipto, no debían olvidar a los que se hallaban en la esclavitud de la miseria tanto como en la esclavitud del pecado. Cuando hemos experimentado la bondad de Dios hacia nosotros, debemos mostrar también bondad hacia los que están necesitados.

4. A continuación vemos cuán prontamente obedeció Judas esta orden del Señor, no para servir mejor al Maestro, sino porque le espoleaba a llevar a cabo, cuanto antes, sus malvados propósitos: «Cuando él, pues, tomó el bocado, salió enseguida; y era de noche» (v. Jua 13:30). Vemos:

(A) La prisa que se dio Judas: «salió enseguida» para comunicar a las autoridades, a quienes se había ofrecido por dinero para entregar a Jesús (Mat 26:14-16; Mar 14:10-11; Luc 22:3-6), el lugar y la hora conveniente para el arresto. Sus planes habían sido descubiertos; así que era necesario darse prisa. «Salió enseguida», como quien está cansado de soportar la compañía del Señor y de los demás discípulos. Jesús no necesitó tomarle de la mano para sacarle a la calle; él mismo se fue de muy buena gana a proseguir con su plan. Satanás, que había entrado en él, le daba prisa a hacer los deseos de su padre (comp. con Jua 8:44).

(B) La hora en que se marchó Judas: «Y era de noche»; era de noche en el exterior del Aposento Alto cuando salió Judas, y era también de noche en el corazón de Judas, puesto que los que obran el mal son «hijos de la noche» (v. Jua 3:20, comp. con 1Ts 5:4-7). No le importaron a Judas ni la oscuridad ni el frío de la noche (v. Mar 14:54; Jua 18:18), ya que la noche le servía para desenvolverse a sus anchas en la oscuridad y pasar desapercibido, puesto que la población se había retirado a descansar. Deberíamos avergonzarnos de nuestra pereza y cobardía en el servicio de Cristo cuando los seguidores del diablo son tan diligentes y atrevidos en su servicio.

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