Marcos 15:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. De nuevo tenemos aquí al Sanedrín reunido para poner por obra la decisión que habían tomado unas horas antes. No les importó acortar el descanso de la noche, con tal de llevar a cabo cuanto antes la criminal determinación de dar muerte a Jesús. La diligencia infatigable que los hijos de las tinieblas muestran para hacer el mal, debería avergonzar nuestra pereza y poco entusiasmo para hacer el bien.

II. «Después de atar a Jesús, se lo llevaron y lo entregaron a Pilato» (v. Mar 15:1). Cristo fue atado y, al serlo, rompió nuestras ataduras de pecado y nos capacitó, como a Pablo y Silas, para cantar incluso cuando nos hallemos físicamente atados e impedidos para hacer por Él cualquier otra buena obra. ¡No olvidemos al que así fue atado por nosotros! Atado se lo llevaron por las calles de Jerusalén, exponiéndolo así al desprecio y vituperio de la gente. Traicionaron voluntariamente al que era la corona de Israel (Isa 28:5; Isa 62:3), ante aquellos que soportaban el yugo de Israel (Hch 15:10).

III. «Y Pilato le interrogó: ¿Eres tú el rey de los judíos?»: «Sí, respondió Cristo, así es, como tú dices» (v. Mar 15:2). Cristo confesó así que era «Rey», precisamente cuando iba a morir; así lo reconoció el buen ladrón (Luc 23:42), y así apareció inscrito en el título que figuraba sobre la Cruz, «y estaba escrito en hebreo, en griego y en latín» (Jua 19:20). Es cierto que Jesús explicó: «Mi reino no es de este mundo … no es de aquí» (Jua 18:36); es decir, no tiene aquí sus raíces, ni se ejerce como los reinos de este mundo. Deducir de aquí, como hacen muchos expositores, que el futuro Reino milenario es una pura invención de exegetas con prejuicios o con mala información, es ir demasiado lejos a la vista de tan copioso cúmulo de profecías. Hechos Hch 1:6-7 es suficiente para hacernos sumamente cautelosos a este respecto.

IV. «Y los principales sacerdotes le acusaban de muchas cosas» (v. Mar 15:3). Por Luc 23:2, sabemos que las acusaciones eran principalmente tres: que era un sedicioso, que prohibía dar tributo al César y que se declaraba rey. De las dos primeras, no hizo caso Pilato, «porque sabía que por envidia le habían entregado» (v. Mar 15:10; Mat 27:18). Pero la tercera atrajo su curiosidad, sea porque atañía directamente al poder imperial (y un descuido en esto podía costarle caro a Pilato), sea por la misma atmósfera que se había creado en torno al Hijo de David (Jua 12:13). Vemos:

1. Cómo se cumple el adagio latino de que «la corrupción de lo mejor resulta en lo peor»; los malos sacerdotes son aquí los peores hombres de la nación.

2. Cuando estos duros y rudos sacerdotes acosan a Jesús con preguntas, Él no responde nada. Tampoco respondió a Pilato cuando éste le pidió que clarificara su situación (vv. Mar 15:4-5). Pero respondió clara y directamente a las preguntas del gobernador cuando las respuestas daban testimonio de la verdad (Jua 18:37). Es cierto que Pilato mostró su escepticismo, típico de la clase alta romana, en cuanto a la verdad, o a lo que era verdad en este asunto pero, aun en medio de su cobardía, su actitud no fue tan culpable como la de Caifás (v. Jua 19:11).

V. Vemos después la propuesta que Pilato hizo a los judíos (vv. Mar 15:6-10), cuando éstos le pidieron «lo que solía hacerles» (v. Mar 15:8). Pilato, como hemos dicho, se percató de que no era algún crimen, sino la bondad de Cristo precisamente, lo que excitaba la envidia de los principales sacerdotes (v. Mar 15:10), y al pensar que el pueblo sería más cuerdo y menos envidioso que los jefes religiosos, se dirigió a la multitud, diciendo: ¿Queréis que os suelte al Rey de los judíos?» (v. Mar 15:9). ¡Cuándo se iba a imaginar el gobernador que se le iba a pedir que soltase a un sedicioso y asesino como Barrabás! No le cabría ninguna duda de que, en la competición por el favor anual, Cristo sobrepasaría con mucho en votos a su rival.

VI. Ante el asombro de Pilato, la multitud soliviantada por los principales sacerdotes pidió «que les soltase en cambio a Barrabás» (v. Mar 15:11). ¡En cambió! ¡Dejar libre a un criminal asesino en cambio del inocente sanador de los hombres! Y sorpresa sobre sorpresa, cuando Pilato vuelve a preguntar: «¿Qué haré, pues, con el que llamáis Rey de los judíos?» (v. Mar 15:12), ellos responden a grito pelado: «¡Crucifícale!» (vv. Mar 15:13, Mar 15:14), sin atender al llamamiento de Pilato a que declaren «qué mal ha hecho» (v. Mar 15:14). Los principales sacerdotes, en su astucia satánica, inventaron dos argucias para inclinar a Pilato a condenar a muerte a Jesús:

1. Hacerle convencerse de que Cristo era culpable ya que tan unánime era contra Él el veredicto del pueblo. «Seguramente llegaría a pensar Pilato tiene que ser una mala persona, cuando todo el mundo está contra Él.» Siempre ha sido un artificio ordinario de Satanás el persuadir a la gente de que Cristo y la religión son algo que va contra el bienestar personal o contra los intereses de la comunidad. Esto pasa por juzgar de las personas y de las cosas por lo que de ellas dicen los hombres, en vez de juzgarlas por sus frutos.

2. Inducirle a condenar a Cristo, a fin de agradar al pueblo; o, mejor dicho, por miedo a desagradar al pueblo. Aunque su juicio no era tan débil como para hacerle ver que Cristo fuese culpable, su voluntad era lo bastante perversa como para dejarse llevar de la cobardía (v. Apo 21:8) y condenar a Cristo, a pesar de saber que era inocente. El mismo Señor que murió en sacrificio por muchos fue sacrificado a manos de muchos.

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