Salmos 9:11 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Después de alabar a Dios, David invita a otros a que se unan a él en alabanzas al Señor (v. Sal 9:11): «Cantad alabanzas a Jehová, que habita en Sion». Así como la especial residencia de su gloria es el Cielo, así también la especial residencia de su gracia es la Iglesia, de la que Sion era tipo (v. Gál 4:26). Así que han de tomar buena nota de la justicia de Dios al vindicar la sangre de su pueblo Israel aquellos que les agredieron bárbaramente, haciéndoles guerra sin cuartel (v. Sal 9:12).

2. Después de haber cantado alabanzas a Dios por los favores y las liberaciones del pasado, David ora fervientemente para que Dios se muestre a favor de él en el futuro, pues todavía no se le han acabado los sinsabores (v. Sal 9:13): «Ten misericordia de mí, Jehová; mira mi aflicción que padezco a causa de los que me aborrecen». La experiencia que tenía del socorro de Dios en los apuros pasados le da confianza para esperar que le socorra en el aprieto presente: «Levántame de las puertas de la muerte». El Dios que ha tenido compasión de nosotros y nos ha salvado de la muerte espiritual y eterna, nos da ánimo para esperar su ayuda en medio de los más graves aprietos en que podamos encontrarnos. David no ora llevado de un motivo egoísta, sino que quiere servirse de esta liberación para proclamar todas las alabanzas de Dios en las puertas de la hija de Sion (v. Sal 9:14). Esta última expresión, que equivale a una personificación de Sion, es única en los Salmos, aunque ocurra en Isa 1:8; Miq 1:13 y BHS Zac 2.14.

3. Por medio de la fe, David prevé y anuncia la ruina segura de todos los malvados. Dios ejecuta sobre ellos su juicio cuando se ha colmado la medida de sus iniquidades, pues se hunden en el pozo que ellos mismos han excavado (Sal 7:15). Los borrachos se matan a sí mismos; los pródigos se hacen a sí mismos mendigos; los amigos de riñas y disputas atraen violencia contra sí mismos. Con estos juicios, se revela desde el cielo la ira de Dios contra toda impiedad e injusticia de los hombres (Rom 1:18). Por eso añade David (v. Sal 9:17): «Los malos serán trasladados al Seol, como cautivos a la cárcel, todas las gentes que se olvidan de Dios». El olvido de Dios es el fundamento de la impiedad de los malvados.

4. David anima al pueblo de Dios a esperar la salvación, la perfecta liberación, aunque se demore (v. Sal 9:18). Los necesitados pueden pensar (y otros lo pueden pensar de ellos) que Dios se ha olvidado de ellos y que ha perecido la expectación que tenían del socorro divino; pero el verdadero creyente es también paciente; la visión es para el tiempo señalado (comp. con Dan 8:26). «El Señor no retarda su promesa» (2Pe 3:9); por tanto, nuestra esperanza no se verá defraudada.

5. David concluye con una oración para que Dios humille a los altivos, quebrante su poder y haga fracasar todos sus malvados planes (v. Sal 9:19): «¡Levántate, oh Jehová, no triunfe el hombre!» Como si dijera; «¡Despierta, ponte en movimiento, ejercita tu poder, pronuncia sentencia contra todos esos altivos y osados enemigos de tu nombre, de tu causa y de tu pueblo, no triunfe el hombre, que no se gloríe el malvado de pisotear tu honor y de prevalecer contra los intereses de tu reino!» Es cosa muy de desear, tanto para la gloria de Dios como para la paz y el bienestar de los pueblos, que los hombres se tengan en lo que son, meros hombres: criaturas dependientes, cambiantes, mortales y responsables ante Dios.

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