Sellados con el Espíritu Santo
No contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuiste sellados para el día de la redención. Efesios 4:30.
Sellados con el Espíritu Santo
Desde el primer día de Pentecostés que tuvo lugar después del sacrificio de Jesús, la presencia del Espíritu Santo en la tierra ha caracterizado la era cristiana. Él no es una sensación, ni un sentimiento, ni un poder solamente; es, como el Padre y el Hijo, una persona divina. Él habla, envía a obreros para anunciar el Evangelio (Hechos 13:2), convence al mundo de pecado (Juan 16:8)
Él desea que aprovechemos plenamente las bendiciones que nos pertenecen y son nuestra herencia en Cristo por la fe: la presencia de Cristo, la paz, el gozo, la esperanza, etc.
Sin embargo, puede ser contristado cuando los hijos de Dios no andan en santidad, porque él es el Espíritu Santo. Mora en cada creyente, conoce cada unos de sus pensamientos, palabras y hechos. Por eso se nos exhorta: «No contristéis al Espíritu Santo de Dios».
Esto no quiere decir que nos abandone cuando desafortunadamente los contristemos, porque él habita eternamente en nosotros, como dijo el Señor: «Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre» (Juan 14:16)
¿Qué significa la expresión «sellados» En tiempos antiguos el sello se estampaba en los esclavos y objetos (a veces con hierro candente para que la marca fuera indeleble) para atestiguar que unos y otros pertenecían al dueño del sello. La presencia del Espíritu Santo en nosotros es la señal dada por Dios, para «el día de la redención» de nuestros cuerpos, cuando el Señor venga a arrebatarnos.
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