Un Cambio de Marcha

Felipe y el Angel del SeñorUn Ángel y Felipe

«Un ángel del Señor le dijo a Felipe: Ponte en marcha hacia el sur, por el camino del desierto que baja de Jerusalén a Gaza.» Hechos 8:26 (NVI)

Felipe estaba en el mejor momento de su carrera cristiana. Había pasado de ser un simple mozo que servía las mesas para atender a los cristianos en Jerusalén en la repartición de los alimentos a ser el evangelista en jefe del proyecto «Evangelización en Samaria». El éxito de su prédica era tal que había conmocionado la ciudad y llegaban a los pies de Jesucristo cientos de cristianos por día.

Cuando el Espíritu lo llama, Felipe era el mejor evangelista del momento. Estaba en una gran ciudad y tenia la posibilidad de ser escuchado por una multitud. Sin embargo, Dios lo manda al desierto, donde no había nadie. Considerándolo en mi mente, es un grave error. Dicen los técnicos que equipo que gana no se toco. ¿Para que sacar a Felipe en su mejor momento de la principal ciudad del condado, para llevarlo a un desierto sin gente?

Era posible que cuándo volviera, pierda el efecto marketinero de las multitudes y le sería más difícil recuperar el renombre. Si dejaba el lugar, otro podría tomarlo y perdería reconocimiento. Además, ¿qué hacer en un desierto? Mi plan hubiera sido totalmente diferente, dando a Felipe más herramientas, tiempo y recursos para predicar más en Samaria.

Sin embargo, Dios tenía otra idea. Y lo deja a Felipe solo en medio del desierto. Sol, viento y nadie cerca. Hasta que en el horizonte ve un poco de polvo. Era un empleado de un reino de Etiopia. Y Dios lo manda a Felipe a predicarle. ¿Cambiarias mil vidas por una? Es lo que Dios hizo.

Y Felipe jamás se negó. Le predicó a ese hombre, se convirtió y se bautizó. Era el tesorero de la reina Candace de Etiopía. En el plan de Dios, era necesario que ese hombre fuera evangelizado para que lleve a su país el evangelio que de otra manera no hubiera entrado. Jamás le explicó a Felipe su Plan. Ni le dio las razones de sus designios. Pero existían y eran muy poderosas.

Lo maravilloso de la historia es que Felipe fue sumiso a la soberanía de Dios. Y obedeció aunque no entendía las razones. Dios no ha cambiado. Vos ¿podés ser como Felipe?

REFLEXIÓN – Dios tiene un plan.

Un gran abrazo y bendiciones

Dany

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