3 Claves Bíblicas para Evitar Contiendas: Aprendiendo Sabiduría de la Biblia

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¿Cómo Evitar Las Contiendas Según La Biblia?

En medio de un mundo donde las opiniones chocan y las ideas compiten por cuál ser la mejor, surge un mandato sabio y sereno: «Deja, pues, la contienda». Este precepto, arraigado en la sabiduría antigua y respaldado por la Biblia, nos manda a detenernos antes de que las disputas se conviertan en conflictos terribles. En el libro de Proverbios 17:14 (Nueva Traducción Viviente), encontramos estas palabras: «Detente antes de que estalle una disputa».

¿Acaso no has visto el mensaje en el parachoques de un carro que dice: «La gente que cree saberlo todo es muy molesta para quienes sí lo sabemos»? En nuestro día a día, nos encontramos con sabiondos en cada esquina, personas que están tan seguras de su propia inteligencia que no pueden resistir la tentación de compartirla, ya sea con sutil arrogancia o con franca imposición. Estos que lo saben todo, vierten su conocimiento como un torrente, en muchos casos dejando a su paso una estela de discordia y desavenencia.

En un mundo donde la información está al alcance de un clic y las opiniones se propagan con facilidad, es fácil caer en la trampa de la contienda constante. Pero, la Biblia nos llama a una postura diferente. Leamos lo que dice en Judas 1:3, leemos: «Amados, por el gran empeño que tenía de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una vez dada a los santos».

Aquí encontramos la clave: «contienda por la fe, pero no seas contencioso». Existe una diferencia fundamental entre defender nuestras convicciones con fervor y entrar en discusiones vanas y estériles que solo generan enemistad. El apóstol Pablo lo dice claramente en 2 Timoteo 2:23-24 (Nueva Versión Internacional): «No te enredes en discusiones necias y estúpidas, porque solo generarán peleas. En cambio, el siervo del Señor no debe pelear sino ser amable con todos, ser capaz de enseñar y paciente con las personas».

Ahora, reflexionemos sobre estas cuatro frases:

1) «No debe ser pendenciero»: La Palabra de Dios nos llama a evitar las contiendas y los pleitos. En lugar de discutir, debemos sembrar las semillas de la verdad y confiar en que el Espíritu Santo obrará en los corazones de las personas.

2) «Sé amable con todos»: La amabilidad y la cortesía son armas poderosas en el arsenal del creyente. No hay necesidad de ser hostil o desagradable con aquellos que no comparten nuestras creencias. La amabilidad abre puertas y prepara el terreno para que la verdad sea recibida.

3) «Capaz de enseñar»: Nuestra responsabilidad no es imponer nuestras opiniones a los demás, sino compartir la verdad con humildad y claridad. En lugar de insistir en nuestro punto de vista, podemos simplemente compartir lo que hemos aprendido en la Palabra de Dios y cómo ha transformado nuestras vidas.

4) «No resentido»: La amargura y el resentimiento solo envenenan nuestra alma y obstaculizan nuestro testimonio. Solo cuando nuestras propias heridas han sido sanadas, podemos ser instrumentos de sanidad para los demás.

Así que, oremos a Dios: «Padre, haz de mí un instrumento de paz, para que a través de mi ejemplo y mi testimonio, otros puedan ser atraídos a la verdad que revelas. Que mi vida sea un reflejo de tu amor y tu gracia. En el nombre de Jesús, amén».

Para terminar, la sabiduría de la Palabra nos llama a evitar las contiendas vanas y a vivir en paz con todos los hombres. Al adoptar una postura de humildad, amabilidad y firmeza en la verdad, podemos ser verdaderos embajadores del Reino de Dios en un mundo necesitado de esperanza y reconciliación. Que este mandato nos guíe en todas nuestras relaciones, recordándonos que la verdadera victoria se encuentra en el amor y la unidad, no en la contienda y la discordia.

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