Cristiano No te afanes

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No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos – Mateo 6:31

Dios está totalmente contra el afán; Jesús enseñó que no debemos afanarnos; el apóstol Pablo también predicó contra el afán. En toda la Biblia se enseña contra el afán porque este ha sido concebido por Satanás para producir tensión, agotamiento y muerte.

Sin embargo, muchos de nosotros lo tomamos como si fuera una alternativa o como si fuéramos libres para afanarnos cuando queramos. Pero no es así, porque afanarse es pecado. Es una de las cosas que la Palabra de Dios nos dice que no hagamos.

¿Qué se supone que debe hacer cuando está afanado por sus cargasí En 1 Pedro 5:7, Dios dice que debemos echarlas todas sobre Él. No el 75 por ciento, sino todas. Cada mañana su confesión debe ser: «No tengo afanes en este mundo porque los he echado todos sobre mi Señor».

Permítame citar un ejemplo. Digamos que usted está a 10 metros de mí y yo le tiro las llaves de mi automóvil. Si luego alguien viniera y me dijera: «Hermano Copeland, podría prestarme su automóvil». Yo le diría: «No puedo hacerlo; le tiré las llaves a él; ya no las tengo».

Eso es lo que necesita hacer con sus afanes. Necesita tirárselos al Señor y olvidarse de ellos. Si Satanás pone algún afán en su mente, diciendo: «¿Y si algo terrible pudiera suceder?» Usted podrá decirle que hable con Dios al respecto, porque el asunto está en las manos de Él, no en las suyas.

Una vez que haga eso, empezarán a ocurrir cambios en su vida. Los problemas que lo han estado irritando por años empezarán a solucionarse. Ya no estará atando las manos de Dios con sus afanes. El poder del Señor empezará a operar porque usted ha echado por la fe sus afanes sobre Él.

Recuerde que Dios no le quitará sus afanes; usted tiene que dárselos. Luego, reemplácelos con la Palabra de Dios. Usted es quien debe dominar sus pensamientos; y podrá hacerlo porque el que es Mayor que todos mora en usted; Él le sacará adelante. Entréguele a Él todo y nunca más tendrá que afanarse.

Salmos 55

55:1 Escucha, oh Dios, mi oración,
Y no te escondas de mi súplica.
55:2 Está atento, y respóndeme;
Clamo en mi oración, y me conmuevo,
55:3 A causa de la voz del enemigo,
Por la opresión del impío;
Porque sobre mí echaron iniquidad,
Y con furor me persiguen.
55:4 Mi corazón está dolorido dentro de mí,
Y terrores de muerte sobre mí han caído.
55:5 Temor y temblor vinieron sobre mí,
Y terror me ha cubierto.
55:6 Y dije: ¡Quién me diese alas como de paloma!
Volaría yo, y descansaría.
55:7 Ciertamente huiría lejos;
Moraría en el desierto. Selah
55:8 Me apresuraría a escapar
Del viento borrascoso, de la tempestad.
55:9 Destrúyelos, oh Señor; confunde la lengua de ellos;
Porque he visto violencia y rencilla en la ciudad.
55:10 Día y noche la rodean sobre sus muros,
E iniquidad y trabajo hay en medio de ella.
55:11 Maldad hay en medio de ella,
Y el fraude y el engaño no se apartan de sus plazas.
55:12 Porque no me afrentó un enemigo,
Lo cual habría soportado;
Ni se alzó contra mí el que me aborrecía,
Porque me hubiera ocultado de él;
55:13 Sino tú, hombre, al parecer íntimo mío,
Mi guía, y mi familiar;
55:14 Que juntos comunicábamos dulcemente los secretos,
Y andábamos en amistad en la casa de Dios.
55:15 Que la muerte les sorprenda;
Desciendan vivos al Seol,
Porque hay maldades en sus moradas, en medio de ellos.
55:16 En cuanto a mí, a Dios clamaré;
Y Jehová me salvará.
55:17 Tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré,
Y él oirá mi voz.
55:18 El redimirá en paz mi alma de la guerra contra mí,
Aunque contra mí haya muchos.
55:19 Dios oirá, y los quebrantará luego,
El que permanece desde la antigüedad;
Por cuanto no cambian,
Ni temen a Dios. Selah
55:20 Extendió el inicuo sus manos contra los que estaban en paz con él;
Violó su pacto.
55:21 Los dichos de su boca son más blandos que mantequilla,
Pero guerra hay en su corazón;
Suaviza sus palabras más que el aceite,
Mas ellas son espadas desnudas.
55:22 Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará;
No dejará para siempre caído al justo.
55:23 Mas tú, oh Dios, harás descender aquéllos al pozo de perdición.
Los hombres sanguinarios y engañadores no llegarán a la mitad de sus días;
Pero yo en ti confiaré.

Kenneth Copeland

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