ANSIOSOS POR EL CIELO

ANSIOSOS POR EL CIELO SEGÚN LA BIBLIA

Lectura: Filipenses 1:19-26

«Y la calle de la ciudad era de oro puro, como cristal transparente.» – Apocalipsis 21:21

Había una tarde de verano en la que mi vecinita Jazmín, de 9 años, se sentó conmigo en la terraza del frente. De repente, comenzó a hablar sobre las malas decisiones que había tomado y cómo necesitaba el perdón de Dios. Tuvimos una conversación y oramos juntas, mientras Jazmín le pedía a Cristo que fuera su Salvador.

A raíz de esto, Jazmín empezó a hacer preguntas acerca del cielo: «¿Las calles realmente son de oro? ¿Estará mi mamá allí? ¿Y si no está? ¿Tendré una cama o dormiré sobre una nube? ¿Qué comeré?» Le aseguré que el cielo es un hogar perfecto, donde ella estaría con Jesús, quien le proveería todo lo que necesitara. Jazmín respondió emocionada: «Entonces, ¡vayamos ahora mismo!»

El apóstol Pablo también tenía una perspectiva celestial (Filipenses 1:23). Su testimonio fue: «Pues para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia» (v.21). Él comprendía que esta vida se trata de conocer a Dios, confiar en Él y servirle. Sin embargo, también sabía que la vida en el cielo sería mucho mejor, porque estaría con Cristo (v.23). Pablo quería quedarse aquí para ministrar a los Filipenses y a los demás, pero estaba dispuesto a irse al cielo en cualquier momento para encontrarse con Jesús.

Jazmín está lista para irse al cielo en este mismo instante. ¿Estamos nosotros tan ansiosos por el cielo como ella?

Aquellos que tienen su corazón fijado en el cielo no se aferran demasiado a las cosas de la tierra. Reconocen que este mundo temporal no se compara con la gloria y la eternidad que les espera junto a Dios. Su perspectiva trascendental los impulsa a vivir una vida de propósito y entrega a Dios, sabiendo que lo mejor está por venir.

Reflexionemos en nuestra propia vida: ¿Estamos ansiosos por el cielo? ¿Nos aferramos demasiado a las cosas terrenales, dejando de lado la perspectiva eterna? Es momento de recordar que somos peregrinos en este mundo y que nuestro verdadero hogar está en el cielo, donde seremos recibidos por nuestro Salvador y disfrutaremos de su presencia y provisión perfecta.

En conclusión, aspiremos a vivir con un corazón anhelante por el cielo, sabiendo que nuestra verdadera recompensa y plenitud se encuentran en la comunión con Dios. No permitamos que las distracciones terrenales nos alejen de lo que realmente importa. Busquemos cada día vivir en el poder y la esperanza de la vida eterna, con la certeza de que, al igual que Jazmín, también seremos recibidos con alegría en nuestro hogar celestial.

¡Que nuestra vida refleje la pasión por el cielo y el anhelo de estar con Jesús!

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