[CE-Peru] ¡Vamos a cantar un viejo himno!

"Su gran amor perdura para siempre"

"En su angustia clamaron al Señor, y él los sacó de su aflicción. 
Cambió la tempestad en suave brisa: se sosegaron las olas del mar.
Ante esa calma se alegraron, y Dios los llevó al puerto anhelado". 
¡Que den gracias al Señor por su gran amor, por sus maravillas a
favor de los hombres!  Salmo 107:28-31

Todos los que hemos nacido en hogares cristianos y tenemos el
privilegio de haber crecido entre salmos y cánticos espirituales
tenemos además un don especial, al primer acorde del himnario
evangélico seremos los primeros en tomar aire, abrir los labios y
soltar la voz para entonar el himno escogido, aún sin que el
director haya dicho qué canción se entonará.
Al meditar esta mañana en los Salmos encontré el Salmo 107 y como si
estuviera sentada en la banca del templo en que nací sentí el primer
acorde del viejo himnario bautista: 
"En las olas furiosas del mar me encontré
Solitario, perdido, sin luz y sin fe,
Más de pronto al mirar,
un gran barco llegar,
Angustiado y sin fuerzas ansioso exclamé:
¡Aquí esto, aquí estoy1
¿Quién me puede salvar?, ¡aquí estoy!

Mis padres fueron muy buenos cantantes de himnos, aunque no debiera
hablar en pasado, porque mi  papá sigue cantando pero ahora cerca al
trono celestial y mi mamita sigue con la misma memoria de
adolescente pues no ha olvidado las 5 u 8 estrofas que tiene cada
himno.
Los domingos todos íbamos temprano al templo, mi padre y el guardián
tenían la llave, cuando llegaba la hora de empezar el culto si el
director de alabanza no había llegado, con prontitud papá cogía el
himnario se colocaba al frente de todos nosotros y de los otros
miembros puntuales y con voz sonora dirigía con energía: "En las
olas furiosas del mar me encontré".  Todo el templo retumbaba con su
voz de tenor y si el pianista llegaba corriendo lo único que hacía
era sentarse y sudando alcanzaba a afinar las notas al mismo timbre
de papá.
Nada de lo que me sucede escapa de la voluntad de Dios, aún las más
pequeñas ocurrencias de mi vida,  como los himnos de mi papá, fueron
coordinados por él para que yo viva agradecida por todo lo que me
acontece, hoy estuve leyendo el Salmo 107 y el acorde sonó en mi
memoria: Cambió la tempestad en suave brisa, se sosegaron las olas
del mar, Dios los llevó al puerto anhelado, en su angustia clamaron
al Señor y él los sacó de su aflicción"
Le doy gracias a mi Padre Celestial porque mis olas están serenas,
los vientos son refrescantes, mi día está soleado y tengo mucha
esperanza  en que él sostiene mi mano; pero no he meditado en este
verso hoy y he recordado estas cosas sólo para sentirme segura, creo
que también Dios ha querido que tú sepas que no hay turbión que él
no pueda licenciar, que no caerá un cabello de tu cabeza sin que él
sepa porque ocurre, todo lo tiene bien planeado y lo que ocurre hoy
tiene y tendrá un propósito bueno en tu vida, sólo tienes que
confiar, cierra tus ojos y si tienes fe llegarás a escuchar la
melodía celestial con que el salmista canto este coro:
"Den gracias al Señor, porque él es bueno;
Su gran amor perdura para siempre.
Que lo digan los redimidos del Señor,
A quienes redimió del poder del adversario.
¡Que den gracias al Señor por su gran amor,
Por sus maravillas a favor de los hombres!
Quien sea sabio, que considere estas cosas
Y entienda bien el gran amor del Señor"
Salmo 107.
No temas, él pronto acallará las olas amenazantes, sigue confiado,
su gran amor perdura para siempre.
Los amo en el amor de Dios
Martha Vílchez de Bardales

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