Cómo pasar un día completo en oración

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    ¿Lujo o necesidad?  

    El valor de una experiencia de oración no está en lo que sentimos durante ella, sino en los cambios que produce en nosotros cuando volvemos a las actividades de la vida cotidiana.  Resulta muy fácil para el líder orar por los demás, pero…  ¿examinar con detalle su vida frente al Señor…?

    La abundancia de actividades que reclaman nuestra atención nos lleva a muchos de nosotros a considerar la oración más bien un lujo que una necesidad.  ¡Cuánto más, si pensamos invertir todo un día para la oración!

    La Biblia nos da tres pistas en cuanto a la práctica de la oración personal.  En primer lugar encontramos el mandamiento a «orar sin cesar», que es el espíritu de la oración.  Por medio de esta práctica podemos mantenernos tan atentos al Señor que logramos elevar nuestros corazones a él, por medio de peticiones o alabanzas, a lo largo de todo el día.

    También encontramos casos de un momento matinal, ejemplificado en la vida de David (Sal 5.3), Daniel (Dn 6.10) y el Señor Jesús (Mr 1.35).  Para aquel cristiano en crecimiento hacia una vida saludable este momento de meditación en la Palabra y oración es indispensable.

    La Biblia también nos presenta ejemplos de personas que se aislaron en un tiempo extenso de oración.  Jesús pasó noches enteras orando.  Nehemías se apartó por «algunos días» luego de oír acerca del estado de Jerusalén.  En tres oportunidades diferentes Moisés pasó cuarenta días y cuarenta noches a solas con el Señor.  El día de oración pertenece a esta última categoría.

    Cómo lograr un día de oración Una vez que ha decidido apartar un día, o parte de él, para dedicarse a la oración, prepare algo de comida y diríjase al lugar escogido.  Este debe ser un lugar donde puede estar solo, lejos de las distracciones.  Quizás alguna plaza tranquila cercana a su hogar, o el mismo jardín de su casa.  Un lugar al aire libre es muy bueno, pero que no se convierta en distracción para el verdadero propósito de su salida.  Si encuentra que su entorno lo distrae tome un tiempo para leer Salmo 104 y medite acerca de las maravillas de la creación de Dios.  Si no dispone de un lugar al aire libre procure algún otro donde consiga estar tranquilo.

    Lleve consigo la Biblia, una libreta de notas y un lapicero, un himnario y algún libro devocional.  Yo casi siempre escojo algunos de los libros de E.  M.  Bounds o Andrew Murray.  Durante el día intentaré leer algún capítulo que me desafíe en la vida de oración.  Aun cuando usted disponga de todo el día, es bueno que aproveche bien su tiempo.  Comience de inmediato, con un claro propósito en mente.  Divida el día en tres partes: 1) esperar en el Señor, 2) orar por otros, y 3) orar por usted mismo.

    Esperar en el Señor Es importante que no se apure en este espacio.  Perderá el propósito del ejercicio si está pendiente de vivir alguna experiencia mística.  Simplemente busque al Señor, espere en él.  Isaías 40.31 afirma que aquellos que esperan en Jehová renovarán sus fuerzas.  El Salmo 27.14 es solamente uno de los muchos versículos que mencionan la práctica de esperar en él.  Del mismo modo lo expresa el salmista: «En Dios solamente espera mi alma, porque de él viene mi esperanza» (Sal 62.5).

    Esperar en Dios no es más que tomar cuenta de su presencia.  Lea un pasaje tal como Salmo 139, y concentre su atención en la presencia de Dios que cada versículo revela.  Maravíllese en la imposibilidad de estar en algún lugar del universo que esté más allá de su alcance.  Con frecuencia nos sentiremos como Jacob, que exclamó: «Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía» (Gn 28.16).

    Espere, también, el proceso purificador de parte del Señor.  Los últimos dos versículos del Salmo 139 lo conducen en esta dirección.  Pídale al Señor que examine su corazón, tal como sugiere esta porción.  El examen de nuestros corazones puede convertirse en una introspección morbosa, o provocar pensamientos exageradamente negativos que el enemigo podría utilizar para desmoralizarnos.  Si el que examina es el Espíritu, sin embargo, él traerá a la luz aquellos elementos que deben ser confesados y limpiados.  Manténgase firme en la declaración de 1 Juan 1.9 y reclame la fidelidad de Dios para perdonar cualquier pecado o irregularidad que usted confiese.

    Si ha pecado contra alguna persona, anótelo para luego buscar la forma de restaurar la relación.  Si no inicia esa búsqueda, encontrará que el resto del día se sentirá bloqueado.  El Señor no le hablará si usted no está dispuesto a resolver el asunto pendiente ni bien la oportunidad se le presente.  Mientras espera en el Señor pídale poder de concentración.  Discipline su imaginación para no perderse en sus pensamientos.  Luego de esto, disponga su corazón para adorar al Señor.  Los salmos 103, 111 y 145 son preciosas porciones que estimulan la adoración hacia Dios por la grandeza de sus obras.  De hecho, la mayoría de los salmos son oraciones.  También puede utilizar el libro de Apocalipsis —precisamente los capítulos 4 y 5— para estimular su adoración al Señor.  ¡No existe mejor forma de orar que con la Escritura en la mano!

    Si lleva consigo un himnario, puede cantarle al Señor.  Algunos de los himnos expresan maravillosos sentimientos con un arte que nosotros no poseemos.  Quizás, no canta bien, pero puede «aclamar con júbilo al Señor».  Eso seguramente él lo disfrutará.  Esto lo conducirá naturalmente hacia la gratitud.  Reflexione sobre las obras preciosas de Dios a favor suyo y agradézcale por ellas: por su salvación y las bendiciones espirituales recibidas, por su familia y amigos, por las oportunidades que le ha brindado.  Avance más allá de aquello por lo que da gracias cada día.

    Ore por otros Este es el espacio indicado para oraciones tranquilas y detalladas a favor de otros y que usualmente no eleva porque no encuentra tiempo para ellas.  Cubra diferentes partes del mundo orando por las personas de distintos países.  Utilice las peticiones de las cartas de misioneros, o algún libro sobre las diferentes etnias del mundo.  Ore por fortaleza espiritual, valentía, integridad física, discernimiento mental, etcétera.  Imagínese a sí mismo en estas situaciones y ore según las sensaciones que le produce este ejercicio.

    En segundo lugar, puede buscar algunas de las oraciones de la Palabra.  Convierta en suyas las oraciones que Pablo realizó por otros en el primer capítulo de Filipenses y Colosenses, y los capítulos 1 y 3 de Efesios.  Esto le permitirá avanzar más allá de la típica oración: «Señor, bendice a tal y tal persona».

    En tercer lugar, puede pedirle al Señor que provea a otros lo mismo que usted pide para su propia vida.  Exprese el deseo de que Dios les conceda a ellos aquellos sueños que atesora en su propio corazón.  Si se siente motivado a orar algún versículo en particular en relación a una persona, quizás deba anotar esto en su libreta de modo que en el futuro pueda orar en la misma dirección.  Más adelante podrá convertir estas anotaciones en acciones de gracias cuando vea que el Señor contestó a sus peticiones.

    Ore por usted mismo La tercera parte de este día debe abarcar oraciones a favor de usted mismo.  Si se encuentra frente a una decisión importante quizás deba realizar esta oración antes de orar por los demás.  Una vez más, permita que sus oraciones se ajusten al Salmo 119.18.  Medite sobre las Escrituras que ha memorizado o las promesas que ha reclamado de la Palabra.  Leer un libro entero de la Biblia, en voz alta, también es un buen ejercicio en este momento.  Considere cómo se aplica esta palabra a su vida.

    «Señor, ¿qué piensas de mi vida?» debe ser la actitud que dirija esta parte del día.  Tome tiempo para meditar en los objetivos que persigue y mídalos a la luz de lo que entiende es la voluntad del Señor para su vida.  «Mi comida —declaró Jesús—, es hacer la voluntad de aquel que me envió y llevar acabo su obra» (Jn 4.34).  ¿Desea usted, más que cualquier otra cosa, cumplir la voluntad de Diosí  ¿Puede afirmar que es lo más anhelado en su vida?

    Luego tome un tiempo para meditar en sus actividades —lo que acostumbra hacer— en el contexto de sus objetivos.  Es posible que el Señor le hable acerca de reordenar sus horarios, descartando algunas actividades que son buenas pero no necesariamente las mejores, o algunas que realmente son un impedimento para que siga creciendo.  Quizás se convenza de que debe modificar, por ejemplo, la forma en que invierte sus fines de semana, o el tiempo que pasa con su familia.

    Mientras ora tome nota de sus pensamientos acerca de sus actividades y el uso de su tiempo para que pueda implementar una mejor agenda.  Quizás el Señor traiga a mente que debe preparar con más diligencia su clase de escuela dominical o que debe visitar a alguna persona.  Quizás el Señor ponga sobre su corazón realizar cierta actividad con otra persona.  Tome nota de cada una de estas ideas.

    Durante esta parte del día medite en cualquier problema que está enfrentando y busque el consejo de Dios sobre el asunto.  Resulta útil levantar una lista de los factores que influyen sobre estos problemas o decisiones.  Ore por estos factores y busque la guía de la Palabra para ellos.  Quizás el Señor lo lleve a una promesa o un pasaje que ya ha considerado durante el día.

    Al terminar este tiempo de oración es posible que haya llegado a algunas convicciones y conclusiones concretas.  Siempre debe ser el objetivo de un día de oración arribar a conclusiones y decisiones con respecto al futuro.  No obstante, no se desanime si esto no ocurre.  Quizás no sea aún el momento en que Dios le responda definitivamente sobre el problema o el desafió que enfrenta.  Es posible que descubra que su verdadera necesidad no era una solución a su problema sino un mayor conocimiento de Dios mismo.

    Al buscar promesas que puede reclamar no necesita hojear su biblia en busca de descubrir alguna nueva y asombrosa.  Simplemente comience con las promesas que ya conoce.  Medite en las que el Señor ya le ha dado en momentos pasados de la vida.  La Palabra está repleta de ellas.  Quizás desee marcar en su biblia las promesas puntuales que el Señor le da en estos periodos de oración, y anote en el margen la fecha y alguna palabra clave sobre ella.

    Es importante que las actividades que realice durante ese día sean muy variadas.  Ore por un rato, lea por otro rato, y camine un poco por otro rato más.  Un amigo mío pasea por su habitación mientras ora.  En lugar de acalambrarse en un solo lugar, camine y estírese un poco.

    A medida que surgen otros asuntos en su mente simplemente conviértalos en motivos de oración.  Si se trata de algún tema que no debe olvidar, escríbalo en su libreta de anotaciones.  ¿Ha observado cuántos elementos dispersan su mente cuando está sentado en un culto de la iglesia?  También, durante el día de oración, aquellos asuntos pendientes o que se le han olvidado distraerán su mente.  Anótelos, ore por ellos y planifique la manera de ocuparse en ellos.  No se esfuerce en reprimir estos pensamientos; de lo contrario, lo atormentarán a lo largo del día.

    Al final del día intente resumir en su libreta de notas aquellos asuntos sobre los cuales Dios le ha hablado.  Estos datos serán una referencia para el futuro.

    Dos preguntas El resultado del día que ha pasado en oración debería responder a las dos preguntas que Pablo le hizo al Señor, camino a Damasco (Hch 22.6–10).  La primera pregunta fue: «Señor, ¿quién eresí» Usted estará buscando la forma de conocerlo, de averiguar quién es.  La segunda pregunta de Pablo fue: «¿Qué debo hacer, Señor?» La respuesta del Señor fue en términos específicos.  También para usted esta pregunta debe ser respondida o reconfirmada a lo largo del día mientras, sin apuros, descubre la voluntad de Dios para su vida.

    No piense que al final del día debe poseer algún nuevo descubrimiento o una experiencia extraordinaria.  Espere en el Señor y exponga su vida a la luz de la Palabra.  Buscar una nueva experiencia o un nuevo descubrimiento solamente servirá para distraerlo.  Por supuesto, es posible que experimente algo fuera de lo común, pero cuide que esto tampoco se convierta en distracción.  La prueba del valor de ese día no está en los sentimientos que han resultado de él, sino en su influencia en nuestras vidas en los días posteriores.  Si se ha expuesto abiertamente a la Palabra de Dios y ha estado en contacto con el Señor, créame, su vida cotidiana resultará afectada.  Ese es el objetivo al que estamos apuntando.

    Los días de oración no ocurren espontáneamente.  Además de los intentos de Satanás por frenar nuestra vida de oración, el mundo a nuestro alrededor ofrece muchas alternativas para llenar nuestro tiempo.  Por esto, debemos decidir crear el espacio para esta actividad.  Planifique con anticipación, el primer día de cada mes, o un día cada tres meses, o lo que funcione para su situación personal.  No se demore.  Cuando termine el primer día de oración, quizás usted se pregunte «¿Por qué no hice esto antesí»

    Se tomó del libro «Deepening Your Ministry Through Prayer and Personal Growth» © 1996, publicado por Christianity Today International.

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