La Fe te Hace Vivir Siempre Según la Normalidad de Dios
¿Hasta dónde es el límite de lo normal y lo anormal?
Esa es la gran pregunta de nuestra sociedad, porque lo que para una persona es normal para otra puede ser anormal, y lo que alguien considera represivo, para otro puede ser liberal. Debemos tener en cuenta que el objetivo del enemigo siempre será confundirnos entre lo normal y anormal.
Nuestra normalidad se basa en lo que Dios dice en su Palabra, porque esa es nuestra fe. Todo lo que Dios promete es lo normal para nosotros y todo lo que condena es anormal.
Para los que creemos en Dios, la normalidad pasa por nuestra fe.
Por ejemplo, si venís de una familia donde todos eran alcohólicos o pobres, ésta ya no será tu realidad, es decir “tu normalidad”, porque para los que estamos en Dios, todas las cosas son hechas nuevas, toda nuestra vida es hecha nueva.
Dios te prometió: “Si alguno está en Cristo nueva criatura es, las cosas viejas pasaron son todas hechas nuevas.”
El gran desafío de Jesús fue tomar a doce “cabezas duras” (como eran los apóstoles), modificar su normalidad cultural, familiar, moral, estadística y enseñarles la normalidad de Dios.
Muchos pastores creyendo enseñar esa normalidad, trasmitieron sus valores personales, mezclando la cultura con la fe, pero al leer la Biblia, nos damos cuenta cuándo se trata de un valor cultural o cuándo de un principio de fe.
La Biblia dice: “Todo lo que pidas, Dios te lo dará”. Tu normalidad es que Dios responda a todas tus oraciones, que todo lo que hagas te salga bien y camines de gloria en gloria.
Sin embargo, es necesario que sepas que existen grupos de los que tenés que salir física, emocional y espiritualmente; amigos de los cuales tenés que separarte.
El Salmo 1 dice: “Feliz el que no anduvo en consejos de malos, en camino de malvados”. Es decir, feliz el que no hace conexión, que no se junta con ciertos grupos, con los ex-amigos que te arrastraban a lo malo.
Debés salir de allí y juntarte con aquellos que añaden valor a tu vida. El libro de Proverbios cita: “No te juntes con la gente que habla de más”.
Ahora declará vos: “No tengo mentalidad de grupo para lo malo sino para lo bueno, y mi normalidad no es lo que hacen todos, Dios me cambió”.
Paráte firme, hacé valer tu derecho de fe, determiná sobre tu vida: “Ustedes hagan lo que quieran pero yo hago lo que dicta mi corazón, y esa decisión merece respeto”.
En ciertos grupos es necesario poner límites; pero de otros, es mucho mejor irse.
Unite a grupos de fe, porque así como lo malo quiere enfermarte y contagiarte, también la fe se contagia, te libera y te sana.
Las bendiciones más grandes vendrán en grupo, y nos unimos en la iglesia para que pasen cosas grandes y dejemos huella en los próximos años.
Felipe era el encargado de la logística de los doce, por eso, cuando iban a un lugar él se encargaba de repartir la comida. Tenía un nombre griego, y como tal era analítico, racional, medido, lógico; decía: “Si lo veo lo creo, si no lo puedo contar no existe”.
Sin embargo, cuando se convirtió lo primero que hizo Jesús fue enseñarle a salir de su mente analítica y entrar en la normalidad de Dios, que es la fe.
Le dijo: “Felipe ¿cómo haremos para alimentar a estos diez mil?” Jesús sabía que lo haría, no le estaba pidiendo un plan, pensó en enseñarle y quiso saber si había entendido.
Felipe le dijo: “Despídelos porque es tarde” (¿Por qué le dijo eso, con todos los milagros que había visto? ¿Dónde estaba su fe?)
Hay gente que pudo haber visto muchos milagros y aún duda. Eso le pasaba a Felipe.
Felipe somos todos aquellos que experimentamos los milagros y sin embargo no creemos. Pero vos y yo, aún estamos a tiempo de revertir esta historia.
Jesús quería enseñar que la fe era como la comida, se da y se come; la fe viene por comer.
Un día le dijeron: “Señor auméntanos la fe”. Y Él les dijo: “para mover montañas tenés que sembrar fe, porque la fe es como una semilla y para sembrarla debemos hablarla”.
¿Qué haremos entonces para dar de comer a nuestra fe? ¡Hablar victoria!
Las palabras, cuando las sembramos, son vasos espirituales que contienen emociones: amor, odio, ira, mansedumbre, todo lo que declaro tiene valor.
Por eso, cuando tus palabras están acompañadas por fe, a través de esa fe todo lo que quieras será posible y real. ¡Hablá palabras de fe!
Extracto del libro “60 Principios de Fe”
Por Bernardo Stamateas
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