[pueblolaico] El Opus Dei

Opinión
PERFILES SECTARIOS DEL OPUS DEI

Por Alberto Moncada*
Especial para ARGENPRESS.info
Fecha publicación: 22 julio 2005

Ponencia presentada al Congreso de la Asociación Internacional para
el Estudio de las Sectas celebrado en la Universidad Autónoma de
Madrid, 14 al 16 de julio, 2005.

El carácter sectario del Opus Dei está germinalmente en su origen
pero se acentúa en la última de las tres etapas de su historia. La
evolución del grupo ha sido bastante rápida y, en ocasiones,
contradictoria. Porque el Opus, con independencia de lo que se afirme
sobre su naturaleza y fines es, sociológicamente, una organización y
todas las organizaciones tienen un fin básico, sobrevivir. Y para
sobrevivir, con frecuencia tienen que cambiar. En su primera etapa,
desde la fundación hasta mediados de los años cincuenta, Escrivá
insistía en que sus seguidores varones debían ser unos intelectuales
célibes dedicados a la cristianización de la ciencia y la política.
Las mujeres del Opus estaban más bien destinadas a la intendencia.

Para configurar su fundación, Escrivá copió a tres instituciones, una
de ellas sin ni siquiera saberlo. La más patente era la Compañía de
Jesús, cuya organización le sirvió de modelo para organizar la vida
de sus numerarios aunque en seguida se comprobaron las dificultades
del intento.(Véase mi ‘La Evolución histórica del Opus Dei’, ponencia
al VI Congreso de Sociología española, A Coruña, Agosto,1999). La
segunda era la Institución Libre de Enseñanza, a la que el franquismo
atribuía todos los males de la España anterior y de la que Escrivá
quería hacer una copia confesional de signo contrario y, finalmente
otra, que él no conocía, ‘Action Francaise’, el movimiento integrista
monárquico francés, que organizó Charles Maurras a principios del
siglo XX y que influyó en los primeros opusdeistas activistas de la
postguerra. Porque el Opus nace en el bando vencedor de la guerra
civil española, se nutre de su ideología y en especial del
nacionalcatolicismo, uno de cuyos atributos es el integrismo
religioso, como puso de relieve en su día Urs Von Baltasar, en su
conocido análisis del Opus.(Véase ‘Contexto de una
beatificación’.Olegario González de Cardenal, Diario 16, 17 de mayo
92).

Este integrismo a la ‘Action Francaise’, consustancial con la manera
de pensar de los opusdeistas, hace imposible la verdadera tarea
intelectual y margina a los pensadores. El integrismo militante de
Escrivá le lleva a mostrar internamente, con su típico carácter
colérico, su violenta oposición al Concilio Vaticano II. Entonces se
produce la primera desbandada de intelectuales, simbolizada por la
marcha de Raimundo Pánikker, el único teólogo digno de tal nombre que
ha tenido el Opus. Paralelamente los trabajos internos y las reglas
vocacionales impiden a la mayoría de los socios una verdadera
dedicación profesional.

La segunda etapa, que empieza a mediados de los años 50, nace de un
triple miedo. A que la Iglesia no les vea con buenos ojos, a que
otros grupos, jesuitas, falangistas, demócratas cristianos, etc, les
obstruyan y a carecer de medios para subvenir a las ansias
expansionistas de Escrivá que estaba obsesionado por construir pronto
la casa central de Roma. Empujados por el Fundador, algunos
directivos, Antonio Pérez, Alberto Ullastres Luis Valls Taberner
organizan una red de empresas, llamada Esfina, para realizar
inversiones beneficiosas pero, pronto, el gobierno franquista,
recluta a Ullastres y otros opusdeistas para pilotar la economía
española en su transición de la autarquía al liberalismo. Ello genera
la creación de una especie de mafia en la que muchos se acercan al
Opus por interés, se hacen negocios sucios y se producen las primeras
críticas, dentro y fuera de la Iglesia, a la inmoralidad pública y a
la connivencia del grupo con el franquismo. De ahí nace esa mala fama
que tiene el Opus en la opinión pública internacional y que no pueden
evitar las muchas personas, dinero y energía que la organización
invierte en contrarrestarla. Porque, paralelamente, se difunden al
interior de la organización dos principios axiológicos, claramente
sectarios, ‘el fin justifica los medios’ y ‘lo importante son las
intenciones’. Tal planteamiento configurará el talante moral de los
socios y, especialmente de los directivos. Como ha puesto de relieve
Dennis Dubro, un ex numerario norteamericano con experiencia en la
gestión económica practicada por el Opus, los directivos no se privan
de hacer negocios claramente inmorales o ilegales o de manipular la
información al respecto (‘Seventeen years in Opus Dei’.www.odan.org).

Tan grave fue la crítica que Escrivá se vio obligado a decretar, a
mediados de los años 60, la supresión de las empresas dependientes de
la organización. A partir de entonces el Opus funciona a través de
fundaciones de variada naturaleza, con las que encubre y encauza sus
actividades civiles y mercantiles.

La tercera etapa, la actual, contradice la doctrina tradicional de
Escrivá que insistió mucho, como recuerdan sus primeros seguidores,
en que el Opus nunca tendría colegios, para convertirse, siempre por
motivos de supervivencia, en la principal dedicación de la
organización. El Opus tiene la red más amplia de colegios católicos
en los países de habla española y otra red de Escuelas para
empresarios, al más puro estilo neoliberal. Tener a los niños desde
pequeños en sus colegios ha favorecido su peor perfil actual, el
proselitismo sectario de menores, que es, muchas veces, una
conspiración entre profesores, confesores y padres de alumnos.
(Véase, mi ‘Niños en el Opus Dei’, revista El Siglo, nº 608, mayo
2004).

Pero la tercera etapa es también la de su triunfo eclesiástico porque
Juan Pablo II, a diferencia de los papas anteriores, conectó
perfectamente con la ideología del Opus y grupos parecidos y, sin
hacer caso a sus críticos, les concedió el status de Prelatura
personal, ansiado por Escrivá para que los obispos ordinarios no
pudieran controlarles y canonizó a Escrivá en un criticado y
expeditivo proceso.

La hipótesis de que el Opus es un grupo sectario comienza a
difundirse con motivo del informe sobre sectas que el Parlamento
belga solicitó en 1997 y donde es incluido. Antes se había producido
una discusión en el Parlamento italiano sobre la opacidad y el
secretismo de la organización y, pronto, la literatura sociológica
empezó a tratar el tema. Mi ‘Sectas católicas: El Opus Dei’,
publicado en la Revista Internacional de Sociología en octubre de
1992 fue el primero, aunque pronto se le unieron otros y, muy
especialmente, el realizado por Sharon Classen, quien pasa revista,
en columnas paralelas, a las características internas del grupo
comparadas con el conocido prontuario de sectas realizado por Steve
Hassan: grupos cerrados, muy disciplinados, con una lealtad total al
líder, de ideología rígida, sin prejuicios morales y que ejercen un
proselitismo sin escrúpulos, etc (‘How Opus Dei is cult-like’.
www.odan.org). Muchos análisis periodísticos y bastantes libros
concurren en esa calificación del fenómeno.

Tambien la literatura de ficción comienza a ocuparse del Opus y
destaca el famoso ‘El Código Da Vinzi’, cuyo autor incorpora un
peculiar miembro del Opus a su conocida trama. Y así otras novelas
sobre temas eclesiásticos donde suele haber una ración de Opus Dei,
siempre con las mismas connotaciones de misterio, opacidad y
manipulación sectaria.

Pero el carácter sectario del Opus comienza a conocerse en detalle
cuando se produce, a partir de finales de los años 90, la segunda
desbandada de numerarios, muchos de los cuales cuentan sus
experiencias, sobre todo en la página web: www.opuslibros.org.
Diseñada esta página en 2002 para que se puedan leer ‘online’ los
libros críticos sobre el Opus Dei que sus directivos, más o menos
discretamente, han hecho desaparecer del mercado, pronto incorpora
una sección de testimonios en el que se vuelcan las experiencias de
los ex numerarios y numerarias. El Opus ha intentado bloquear esa
página, obligándola a cambiar su nombre anterior de opusdeilibros,
siguiendo su conocida táctica de impedir la discusión y el diálogo
después de cosechar resultados adversos en los debates televisivos y
otros foros. De esta manera, el Opus se ha incorporado al grupo de
entidades políticas, mercantiles, etc, que tratan de impedir, a veces
con métodos muy cuestionables, el que sus actividades sean conocidas
por la opinión pública.

El sectarismo del Opus se aprecia hoy, en toda su crudeza, a partir
de los testimonios de tantos ex miembros que relatan verdaderas
violaciones de sus derechos humanos. Por cierto, uno de los
personajes más pintorescos de la organización, el cardenal de Lima,
Juan Luis Cipriani, colaborador del dictador Fujimori, dijo no hace
mucho tiempo ante un público de militares, que los derechos humanos
son ‘una cojudez’, versión castiza peruana de ‘gilipollez’. La
cercanía opusdeista a los militares, que llevó a Escrivá a declarar
que ellos, por el mero hecho de serlo, tienen ya la mitad de la
vocación al Opus Dei, es un recuerdo de su implicación fervorosa en
la guerra civil española que, para los obispos españoles, fue una
cruzada religiosa. Otro cura numerario del Opus, monseñor Saenz
Lacalle, sucesor del asesinado monseñor Romero como Arzobispo de San
Salvador, empezó siendo Obispo capellán castrense.

Ser numerario o numeraria se está convirtiendo en un tormento,
precisamente para la gente más inteligente, con más conciencia. Tanto
que los que se dan cuenta y pueden se marchan. No todos pueden porque
el régimen de pobreza en que viven les impide ahorrar personalmente.
Encontrarte en la calle con cuarenta, cincuenta años, es complicado,
tal y como está el mercado de trabajo. Ello fomenta una perseverancia
por impotencia o por cinismo, pero el Opus prefiere retenerlos a
darles facilidades para marcharse. Otras organizaciones no actúan
así. Por ejemplo, los jesuitas americanos que dejan la Orden
disfrutan de una tarjeta Visa a cargo de la Compañía durante los dos
años posteriores a su salida.

Además de la desbandada actual, que se nota en la disminución de
casas y centros en todo el mundo, aumentan también los casos de
enfermedades mentales. Como he explicado en ‘Suicidios en el Opus
Dei'( revista El Siglo, nº 654, junio 2005), las casas de numerarios
están llenas de gentes con problemas mentales, algunos de los cuales
no pueden aguantar más y se quitan la vida. A ello contribuye la
obligación de consultar solo a psiquiatras del Opus, algunos de los
cuales, como explica Carmen Charo, ex numeraria, están más
interesados en garantizar la perseverancia de sus pacientes forzosos
que en su curación. (Véase ‘La cuarta planta’, revista El Siglo, nº
605, mayo,2004) . Recuerda otra ex numeraria que cuando le comentó a
un sacerdote que se estaba volviendo loca, le respondió: ‘Loca, pero
en casa’.

Tamaña aberración profesional es paralela a los modos de gobierno.
Los directivos actuales, seleccionados básicamente por lealtad a la
organización, como las demás sectas, carecen de preparación
psicológica y, aún menos, de capacidad para entender los derechos
humanos. La mayoría no ha trabajado nunca civilmente, apenas conocen
el mundo real y su principal obsesión es que el número de socios no
disminuya.

La esquizofrenia que produce la pertenencia al Opus tiene tres
componentes. Por una parte, la contradicción entre lo que les
prometieron sería su vocación, trabajar en medio del mundo en una
profesión civil y lo que la mayoría hace, ocuparse de los asuntos del
Opus como sacerdotes o funcionarios de la organización. Por otra
parte, la presunta libertad para dedicarse a un trabajo civil está
condicionada por las observancias de la vida del numerario o
numeraria que van desde la multitud de obligaciones internas a las
reglas sobre la vivienda, el trato con otras personas, el modo de
usar el tiempo y el dinero, en un reglamentismo que excede con mucho
al de las más observantes ordenes religiosas. Sin embargo, el
principal factor de la esquizofrenia es el que tengan que fingir
sobre todo ello y asegurar en público que ellos son cristianos
corrientes y ejercen todas las libertades que disfrutan los demás.
Ello les hace vivir en una mentira constante que termina minando su
salud mental y que a veces desemboca en autodesprecio, en una
obsesión por la mortificación, por la autoinmolación, muy alentada
por los directores. El resultado es ese desquiciamiento de la
personalidad que se paga tan caro.

El peculiar sectarismo del Opus afecta también a los modos de
practicar la religión. Por ejemplo, a fin de conseguir el control de
los directivos sobre las conciencias de sus súbditos, los sacerdotes
del Opus no dan la absolución en la confesión sacramental a los
numerarios que no se comprometen a contar las mismas cosas a los
directores laicos, en una crasa violación del secreto de confesión
que, como tantas cosas, también debe estar al servicio de la
organización. Antonio Esquivias, en su día sacerdote del Opus, relata
sus discusiones con los jefes, incluso con el actual presidente y su
impotencia para hacerles cambiar esta práctica. (‘Dirección
espiritual,www.opuslibros.org).

Para mayor confusión, los directivos se han visto obligados a
aumentar el número de los sacerdotes de la organización porque el
modelo de Prelatura personal aprobado por la Iglesia determina que
solo los sacerdotes son miembros de pleno derecho, los demás son
simples cooperadores. Por ello, todos los cargos internos deben ser
desempeñados por sacerdotes y la proporción de éstos que
anteriormente no pasaba del 5% ahora llega hasta un 20%,
desnaturalizando el pretendido carácter laico de la fundación de
Escrivá.

Sacerdotes y fieles de la Iglesia, algunos obispos se preguntan cómo
una organización con estos perfiles goza de la confianza del Vaticano
sin que éste no tome medidas para disciplinarla. La explicación es
muy sencilla. El Pontificado de Juan Pablo II se caracterizó por dos
circunstancias muy notorias. En su afán por regresar a la estructura
e ideología anteriores al Concilio Vaticano II, desechó la
colaboración de las organizaciones más prestigiosas y dispuestas al
cambio, los jesuitas, los dominicos, los franciscanos y se puso en
manos de los nuevos movimientos populistas, el Opus Dei, los
Legionarios de Cristo, los Neocatecúmenos, Comunión y Liberación,
etc, más elementales, más fundamentalistas, más obedientes y que,
además reclutan a más gente, tienen más sacerdotes, por dirigirse a
clientelas tan elementales como ellos.

En segundo lugar, este Papa ha estado obsesionado, primero por la
erradicación del comunismo y, después, por la recuperación de la
confesionalidad del Estado, eligiendo los temas de moralidad sexual y
familiar para echar un pulso a los gobiernos y las organizaciones
civiles más progresistas. No lo ha conseguido pero en sus campañas ha
estado secundado por el Opus Dei y organizaciones parecidas por lo
que fue muy difícil conseguir que diera oídos a las críticas que
llegaban al Vaticano. Así ha ocurrido con las denuncias de los ex
Legionarios de Cristo respecto a los abusos sexuales del padre
Mercier, su Fundador. Por ello, la mayoría de los expertos coinciden
en que las actuaciones para responsabilizar de la violación de los
derechos humanos a estas organizaciones sectarias pertenecientes a la
Iglesia católica, deben ejercerse en instancias civiles, policíacas o
jurisdiccionales, como ya ha ocurrido con las demandas aceptadas en
Estados Unidos contra los sacerdotes pederastas.

Quizás la razón principal del carácter sectario de organizaciones
eclesiásticas como el Opus Dei sea la inexistencia de un marco de
derechos de sus miembros y su correlativa indefensión. La vigencia
del voto de obediencia como regulador de las relaciones entre
directivos y asociados convierte a éstos en súbditos inermes. El voto
de obediencia como parte de la vida de renuncia al mundo, en la
tradición monástica, es incongruente en organizaciones cuyos miembros
se supone son personas corrientes, ciudadanos civiles. Pero Escrivá,
con la contundencia que le caracterizaba, insistía en que en el Opus
no hay derechos sino obligaciones. Su libro de cabecera, Camino,
subraya que la alternativa es obedecer o marcharse. Ello da pié a que
los superiores ejerzan un dominio omnímodo sobre las conciencias de
los asociados hasta convertir a la organización en una verdadera
secta donde se produce una rendición incondicional de la persona al
grupo. ‘Nuestra entrega debe ser absoluta’ es el principio con el que
se explica la vida de los numerarios y numerarias del Opus Dei. Pero
la doctrina de los derechos humanos, que está entrando, si bien
lentamente, en la disciplina de las organizaciones eclesiásticas, en
la actividad interna de la Iglesia católica, es incompatible con esa
rendición incondicional, con esa actitud de sumisión personal a los
superiores que caracteriza al numerario del Opus. Mientras ellos
aceptan tal situación, en el ejercicio de lo que Escrivá exaltaba
como una recomendable ‘infancia espiritual’, no se producen problemas
justamente al precio de esa infantilización del comportamiento pero
la crisis surge cuando las personas descubren la contradicción entre
su condición civil, su conciencia moral y sus relaciones con el grupo
sectario.

(En las páginas web: www.opuslibros.org, en español y www.odan.org.
en inglés, puede encontrase bibliografía e información abundante
sobre la materia, que puede complementarse con una búsqueda en
cualquiera de los buscadores de Internet).

* Alberto Moncada es sociólogo y escritor; presidente de Sociólogos
sin Fronteras.

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