[pueblolaico]Iglesia y política

¿CUÁNDO NO HA SIDO LA IGLESIA CATÓLICA UNA INSTANCIA POLÍTICA?

Iglesia y Estado – Por Carolina Escobar *

Últimamente, a raíz de temas como la minería a cielo abierto, el TLC, la muerte del Papa Juan Pablo II, he escuchado más de una vez en reuniones familiares y sociales una cuestión que siempre ha llamado mi atención: «¿Por qué los curas se meten en donde no deben?». Y se cuestiona de manera idéntica en círculos de pensamiento aparentemente contrapuesto.

Para mí, esto plantea hoy otras preguntas: ¿El ideal es un Estado laico? ¿Cuándo no ha sido la Iglesia Católica una instancia política, si hubo incluso siglos en los que ostentó mayor poder que los mismos monarcas o patriarcas y determinó la historia de una gran parte de la humanidad? ¿Cómo no va a ser política una institución que tiene que cuidar un rebaño de mil cien millones de ovejas y un patrimonio de incalculable valor?

Se está en contra de que algunos curas se metan a hablar de temas como el de la tierra, la minería a cielo abierto, los derechos de los más pobres y sobre todo de los tratados de libre comercio, pero no se está en contra de que se metan en los hogares y hasta en las camas de esos hogares, justo donde el Estado no «debe» meterse, con esto del tema de los derechos sexuales y reproductivos de millones de personas.

Y tampoco se cuestiona que algunos curas apoyen posturas de gobiernos de corte dictatorial o fascista, como tantas veces ha sucedido.

Algunos se convierten en «católicos de atrio» porque los jesuitas, los Maryknoll, los teólogos de la liberación y los misioneros del Sagrado Corazón forman parte del corpus eclesiástico.

Por la misma razón, sólo que al revés, otros se decepcionan también de la Iglesia y se convierten en «católicos de nombre», porque los del Opus Dei, los Legionarios de Cristo y los seguidores de la Doctrina de la Congregación y de la Fe forman parte de esa Iglesia.

A eso llamo yo moral religiosa de cafetería, donde cada uno elige el menú que mejor conviene a su ideología o gustos personales.

Todos somos entes políticos en tanto ejercemos una determinada influencia en nuestro entorno y, a menos que estemos pensando en ascetas y no en sacerdotes que viven una realidad cotidiana, sabemos que ellos son hombres que ejercen una influencia muy determinante al ser reconocidos como «representantes de Dios en la Tierra».

Así que mejor nos vamos quitando los tapaojos y aterrizamos en lo que ha sido una realidad de siglos: los curas, tal como los demás mortales, están en todas partes, y desde donde estén ejercen una influencia decisiva entre la mayoría de sus fieles. Esto es un hecho político.

El problema no está en ellos, sino en que la gente creyó y sigue creyendo que son seres espirituales y santos. Algunos lo serán, como también hay personas laicas que poseen estas características.

Pero la Iglesia como tal es y sigue siendo una institución política muy cuestionada, de amplia influencia en el mundo y sus curas son de carne y hueso, como todos los demás.

Si no, que hablen las voces desde los múltiples Concilios, espacios donde se han regulado los aspectos doctrinales de la Iglesia Católica.

Desde allí, los papas y obispos han aprobado obras y autores que después otros en su mismo lugar han condenado; allí se ha penado el culto a las imágenes para después arrepentirse; se ha derrocado a gobernantes como Federico II y también se han fortalecido los poderes de la monarquía; se ha definido la naturaleza eclesiástica y política de la Iglesia; se ha condenado a verdaderos cristianos como herejes, se ha prohibido el matrimonio para los curas, se ha establecido la obligación de confesarse y comulgar, se ha conceptuado la transustanciación, se han determinado la infalibilidad del Papa, las Cruzadas y la separación entre la Iglesia y el Estado, etcétera. ¿Y no es política la Iglesia?

¿Por qué no mejor un Estado laico, donde los puntos de vista de la Iglesia no se antepongan a la formulación de leyes nacionales o internacionales ni a la formulación de políticas relacionadas con la cooperación para el desarrollo ni a la resolución de conflictos socialesí Claro que esto supone madurez democrática y altos niveles de eficacia y eficiencia en la administración de un Estado.

Este es un tema que el Concilio Vaticano II abrió apenas hace 30 años, cuestionando una práctica de más de 17 siglos que decía que la ley civil debía adecuarse a la enseñanzas morales de la Iglesia. Creo que vale la pena seguirlo.

(www.prensalibre.com)

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