[Jehova Nissi] La obra salvadora de Dios.

El hombre siempre ha andado a la búsqueda de la seguridad, de evitar riesgos y de tener todo bajo control. Prácticamente hoy día no existe ninguna institución de humana que no tenga algún contrato con una compañía de seguros de vida. Buscamos una seguridad para nuestra vida que a veces se convierte en una obsesión. Dicho esto, más de alguno podría preguntarse pero, ¿qué asegura la vida eterna? Ya desde los tiempos de Jesús los hombres buscaban esta seguridad y Cristo no la niega, pero es claro: esforzaos porque nos es fácil alcanzarla.

Señor, ¿hasta cuándo me olvidarásí ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo te esconderás de mí? ¿Hasta cuándo mi alma y mi corazón habrán de sufrir y estar tristes todo el día? ¿Hasta cuándo habré de estar sometido al enemigo? (Salmo 13,1 – 2)

El secreto para encontrar la paz en Jesús la encontramos en una respuesta que Él da a una pregunta similar cuando dice: Para los hombres la salvación es imposible pero para Dios todo es posible. Por tanto, el secreto lo encontramos en la fe. Nuestra salvación es don que hay que pedir con constancia y fe a Dios pues es ante todo un don de Dios. No nos cansemos por tanto de luchar, de estar atentos, de orar porque cuando menos lo pensemos nos llegará la hora de dar cuentas. Confiemos en la gracia de Cristo y ayudemos al triste a confiar en Él. Los cristianos estamos llamados a vivir por el Espíritu Santo, en el Espíritu y por medio del Espíritu. El nos da fortaleza para vivir de acuerdo con los designios de Dios. Sólo por medio del Espíritu podemos amar y servir a Dios y al prójimo. ¡Qué alentador es saber que el Espíritu Santo está siempre intercediendo por nosotros! (Romanos 8,26 – 27) El toma nuestros anhelos y deseos más recónditos, incluso aquellos que no sabemos cómo expresar en la oración, y los presenta al Padre en una forma que es coherente con la voluntad de Dios en una situación determinada. Por el Espíritu Santo, el Padre Dios contesta oraciones que ni siquiera sabemos cómo hacer.

Señor, Dios mío, ¡mírame, respóndeme, llena mis ojos de luz! ¡Que no caiga yo en el sueño de la muerte! ¡Que no diga mi enemigo: Lo he vencido! ¡Que no se alegre si yo fracaso! (Salmo 13,3 – 4)

El Señor responde nuestras plegarias porque Él tiene un plan perfecto y lleno de amor para cada uno de sus hijos; Él sabe qué es lo que necesita cada uno. Todo lo que nos sucede en la vida, Él lo usa para sus fines y para nuestro bien; incluso los episodios que nos parecen injustos o malos en ese momento, pueden ser usados por Dios para enseñarnos, purificarnos y acercarnos más a Él.

Yo confío en tu amor; mi corazón se alegra porque tú me salvas. ¡Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho! (Salmo 13,5 – 6)

El supremo deseo que tuvo el Padre desde antes de la creación es que seamos hijos e hijas suyos por medio de la fe en Jesucristo, hermanos y hermanas de Cristo, y coherederos del reino del Padre. En Jesús estamos predestinados, llamados, justificados y glorificados (Romanos 8,29-30). San Pablo usa el tiempo verbal en pasado para describir los designios de Dios para nosotros, porque en Jesús ya está todo consumado. Siendo llamados por Dios, hemos sido justificados y nuestros pecados perdonados, y glorificados al recibir la presencia del Espíritu Santo.

Estas verdades deben llenarnos de gozo y confianza porque podemos saber que tenemos el Espíritu Santo en nuestro corazón, que nos guía mientras tratamos de vivir cristianamente. Por nuestra parte, tenemos que escuchar atentamente lo que nos dice el Espíritu, para no contrariar la voluntad de Dios. En situaciones que ponen a prueba nuestra fe, hemos de preguntarle al Padre cómo se integran ellas en su plan perfecto, y qué quiere enseñarnos con ellas.

¡¡¡Dios y Señor nuestro, te damos gracias cada día por habernos llamado a ser hijos tuyos y por saber que podemos esperar confiados el día en que estaremos contigo para siempre en el cielo!!!

—————————————————————

Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú


DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí