El reino de Dios es para los justos.

El Señor se dirigió a mí, y me dijo: A mí me pertenece todo ser humano, lo mismo el padre que el hijo. Aquel que peque, morirá [ Ezequiel 18,1.4] .

 

Desde la época de los patriarcas, los padres judíos siempre llevaban a sus hijos a los jefes religiosos para que los bendijeran. Los discípulos de Jesús, quizás para librarlo de lo que consideraban una molesta interrupción, trataron de impedir que los niños se acercaran. Pero Jesús nuevamente demostró que nuestro proceder no es como el suyo y ordenó que se los trajeran [Mateo 19,13 – 15 ].

 

El hombre recto es el que hace lo que es justo y recto: actúa de acuerdo con mis leyes y cumple fielmente mis mandamientos. Ese hombre es verdaderamente recto, y por lo tanto vivirá. Yo, el Señor, lo afirmo [Ezequiel 18, 5.9].

 

La vida nueva que Dios da a cada niño requiere una cuidadosa alimentación, así como una semilla necesita condiciones propicias para su crecimiento y desarrollo. Por esto mismo el mal ejemplo, la falta de enseñanza o la instrucción inadecuada pueden ser perjudiciales para la fe del niño. La vida nueva puede verse ahogada cuando los padres dejan que el espíritu del mundo llegue a contaminar su vida espiritual. La confusión queda sembrada en la mente infantil cuando la conducta de las personas a quienes ama y respeta le demuestra que el prestigio mundano o el éxito material son más importantes que la fidelidad a Cristo y a su iglesia.

 

Solo aquel que peque morirá. Ni el hijo ha de pagar por los pecados del padre, ni el padre por los pecados del hijo. El justo recibirá el premio a su justicia; y el malvado, el castigo a su maldad [Ezequiel 18,20 ].

 

Si en nuestros hogares no se acoge con amor a Jesús, la confianza que los pequeños puedan tener en Él se perderá con rapidez a medida que vayan madurando. Dios nos ha confiado los hijos y nos ha prometido que realizará su obra en cada uno de ellos, porque el reino de los cielos es de quienes son como ellos [Mateo 18,3; 19,14 ]. Lo que a nosotros nos corresponde hacer es llevarlos a Jesús; nuestro principal objetivo debe ser que nuestros hijos conozcan al Señor, y para que esto suceda tenemos que dedicar tiempo a enseñarles acerca de Jesús, de la Biblia, de la iglesia; hemos de pedirle al Señor que nos enseñe a conquistarles el corazón para que se entreguen a Dios. Mediante la oración y el ejemplo nuestros hijos llegarán a desear la vida de Cristo : Oh Dios, pon en mí un corazón limpio, dame un espíritu nuevo y fiel. No me apartes de tu presencia ni me quites tu Santo Espíritu. Hazme sentir de nuevo el gozo de tu salvación; sostenme con tu espíritu generoso [ Salmo 51,10 – 12].

 

Cristo Jesús cargó con el pecado de la humanidad de todos los tiempos para redimirnos a todos y para presentarnos libres de toda culpa ante su Padre; Él es quien nos hace criaturas nuevas; Él es el que nos envía para que enseñemos a los descarriados sus caminos, de tal forma que vuelvan a Él los pecadores.

 

¡¡¡Padre, reconocemos que cada niño es una obra especial de tus manos; cada uno de ellos te pertenece más a Ti que a nosotros. Danos Señor la sabiduría necesaria para llevarlos a tu Hijo Jesús. Envíanos al Espíritu Santo para que purifique nuestras motivaciones y actitudes, de modo que nuestra vida sea un testimonio eficaz para los hijos que nos has dado!!!

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Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.
Protejamos nuestra Biodiversidad y el Medio Ambiente [Génesis 2,15]
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Perú – SurAmérica

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