La cueva del Rey David – Parte 3

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solo-con-Dios¿QUÉ HACES AQUÍ, ELÍAS? (1 Reyes 19:9b)

La cueva del Rey David – Parte 3

Cuando te encuentras en los puntos álgidos de la vida, es fácil ver obrando la mano de Dios; sin embargo, Él te quiere lo mismo cuando estás desanimado o caes de bruces. Su amor es incondicional. No se basa en tu éxito. Elías estaba seguro de que el Señor estaba con él cuando derrotó a cuatrocientos falsos profetas, cuando hizo caer fuego del cielo, cuando resucitó a un muchacho, cuando corrió más que un carruaje, o cuando reprendió a un rey malvado. No obstante, cuando

Jezabel le persiguió, se deprimió tanto que llegó a decir: «Basta ya, Señor, quítame la vida…» (1 Reyes 19:4b).

Cada vez que te sientas así, ¡no es cosa de Dios! A veces, Él permite el dolor para producir convicción de pecado y arrepentimiento por obrar mal. Este tipo de dolor es un aliado, porque Dios no es un Dios del desánimo. Su saludo es: «¡No temáis» o «¡Alegraos!».

Algo importante sucedió cuando Él habló con Elías aquel día. No preguntó: «¿Qué estás haciendo allí, Elíasí», sino: «¿Qué estás haciendo aquí?». ¡El Señor estaba con él en aquella cueva! «Una cueva» puede ser un buen sitio para descubrir que Dios está contigo. Fue precisamente en una cueva donde escribió David: «¡Tú eres mi esperanza y mi porción en la tierra de los vivientes!» (Salmo 142:5b). Mientras el valor que des a tu vida esté ligado exclusivamente a tu éxito, éste siempre será frágil. Pero cuando te convences de que Dios te ama, incluso en los momentos más bajos, puedes aguantar «la cueva» para salir más fuerte.

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