[devocional-miercoles] 26 de Abril de 2006 – Hijos de Dios.

Mirad cuál amor nos ha dado el Padre,
para que seamos llamados hijos de Diosí
aún no se ha manifestado lo que hemos de ser. 

1 Juan 3:1-2.

Hijos de Dios

       La designación ?hijos de Diosí no es el nombre de un grupo especial de cristianos. Cuando el apóstol Juan escribió su primera carta, no pensaba sólo en sí mismo y en los apóstoles, sino en todos aquellos que conocen a Jesucristo como su Salvador. Aquí habla de lo que ocurrirá a los hijos de Dios en el porvenir. No hay duda de que lo que les acontecerá será aún mucho más glorioso que todas las bendiciones que ya poseen actualmente.

       Por eso el apóstol sigue escribiendo: ?Cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es? (1 Juan 3:2). Se nota que Juan sabía de qué hablaba. Cuando el Señor Jesús estaba aquí en la tierra, a menudo Juan se llamaba a sí mismo el discípulo ?al cual Jesús amaba? (Juan 13:23). En el monte de la transfiguración contempló al Señor glorificado. También era uno de los testigos que habían visto al Señor el día de su resurrección. En esa ocasión, los discípulos no habían reconocido inmediatamente al Señor. Ya lo rodeaba algo misterioso, una gloria que no habían visto en él antes. Sin embargo, la gloria venidera del Señor y de los suyos superará todo lo que los seres humanos puedan imaginarse. Es lo que el anciano apóstol anhelaba experimentar.

       La bendición de ser hijo de Dios es un don que se recibe por gracia al creer en el Señor Jesús e igualmente son las arras de la futura bendición que será ver al Señor como él es. ¿Lo anhela el lector o se regocija por ello?

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    Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma. – Tercera carta de Juan versículo 2.

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