Mujer Cristiana – Dios nos reconoce como justos por nuestra fe

Dios nos reconoce como justos por nuestra fe

El Señor jamás ha dejado de amarnos a pesar de nuestras rebeldías. Él se ha llenado de misericordia para con nosotros y nos ha enviado a su propio Hijo para librarnos del pecado que nos ata al autor del mismo, Satanás. Dios nos quiere como a hijos, a quienes ama con un amor infinito, y por medio de la fe hemos llegado a creer en Cristo como Señor; y esto no es fruto del cumplimiento de la Ley, sino un don de Dios a nosotros que nos hace ser justos en Cristo Jesús. Creerle a Dios nos hace hijos de Abraham [Gálatas 3,7 ], el creyente. Pero esa fe nos pone en camino, pues el justo vivirá por ella. No podemos por tanto pensar que por nuestras buenas obras como consecuencia de nuestra fidelidad a la Ley seremos justificados [Gálatas 3,10 – 12 ], sino que es Dios el que nos justifica, y esta justificación reclama nuestra fidelidad al Señor, pues el que persevere hasta el fin se salvará.

Las obras del Señor son grandes, y quienes las aman, las estudian. Su obra es bella y esplendorosa, y su justicia permanece para siempre [Salmo 111,2 – 3 ].

El Señor nos pide creer en Cristo Jesús, clavado en la cruz para librarnos de la maldición que pesaba sobre nosotros; si le creemos a Dios entonces serán nuestros su perdón, su Vida y su Espíritu, y así alcanzaremos a percibir que la Salvación no es consecuencia de nuestras obras sino un don gratuito de Dios a nosotros [Gálatas 3,13 – 14 ]. Por eso en un ambiente de oración humilde le hemos de pedir a Dios que nos conceda la gracia de saber vivir siéndole fieles, y no pensar que somos nosotros con nuestra voluntad, los que logramos nuestra justificación.

Ha hecho inolvidables sus maravillas. El Señor es tierno y compasivo; da alimentos a los que lo honran; se acuerda siempre de su alianza [Salmo 111,4 – 5 ].

La expulsión de los demonios y los milagros son signos de que el Reino de Dios ha llegado ya a nosotros; de que Dios ha visitado a su pueblo y nos ha librado de la mano de nuestros enemigos. Después del amor que Dios nos ha manifestado, entregando a su propio Hijo para librarnos de las ataduras al mal y al maligno, no podemos pedir una señal más para creer en Dios. El Dedo de Dios nos ha librado de nuestras esclavitudes; no volvamos a ser esclavos del pecado.

Lo que él hace es justo y verdadero; se puede confiar en sus mandamientos, pues son firmes hasta la eternidad y están hechos con verdad y rectitud [Salmo 111,7 – 8 ].

El Señor nos quiere libres; nos quiere sus hijos amados; no queramos unir a Dios y al demonio dentro de nosotros mismos. Si realmente creemos en Dios no nos quedemos sólo con exterioridades; es necesario que el Señor realmente habite en nosotros y nos ayude a vivir siempre como personas renovadas en su Sangre. Por eso acudamos al Señor con una oración sincera y pidámosle que nos ayude a vivir sin hipocresías la fe que hemos depositado en Él. Vayamos con lealtad tras las huellas del Señor.

No cerremos los ojos ante toda la influencia del mal que ha afectado muchos sectores de nuestra sociedad. Quien contempla y comprende la obra de salvación de Dios por nosotros no puede continuar viviendo bajo el régimen del pecado, sino bajo el régimen de la gracia. Dios se ha convertido en Dios-con-nosotros. Por eso abramos nuestro corazón para que la salvación de Dios se realice plenamente en nosotros. No vivamos como hijos rebeldes, sino que, humildes y sencillos, escuchemos hoy la voz del Señor y no endurezcamos ante Él nuestro corazón. El Señor nos ha enviado a librar a todos de sus diversas esclavitudes. No tengamos miedo ni nos desanimemos cuando veamos el trabajo tan intenso que tenemos los cristianos para sanear las diversas estructuras y ambientes sociales. Confiemos en Dios, confiemos en su perdón, en su amor y en su misericordia, y dejémonos llenar de su Vida y de su Espíritu, que son los dones que Él ofrece a los que creen en su Santo Nombre.

¡¡¡Señor Jesús, que tomaste sobre Ti el pecado del mundo para que pudiéramos vivir en la libertad de la fe, enséñame a vivir en ella y entregarme de todo corazón a Ti, tal como Tú te entregaste a nosotros!!!

Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre Dios te mire con amor y te conceda la paz.

Protejamos nuestra Biodiversidad y el Medio Ambiente [Génesis 2,15]

Juan Alberto Llaguno Betancourt

Lima – Perú – SurAmérica

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